Hands on me;;

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— ¡Ya me voy!

Era normal en tu día gritar de esa escandalosa manera todas las mañanas y sólo para despedirte de tu familia la cual tampoco es que estuviera a kilómetros de distancia. Pero era parte de tu rutina y para tanto a tí como para ellos; estaba más que bien. Hasta era animoso el que te despidieras de tan eufórica manera, aunque por dentro sólo quisieras seguir aferrada a tus sábanas y no salir de allí hasta verano.

Tan sólo era primavera, en la ciudad de Daegu todo era tranquilo y en tu opinión, una ciudad de abuelos. Pero tenía sus puntos a favor. La caminata que hacías todos los días a las nueve de la mañana te regalaba un sol espléndido y la brisa era tan ligera que no había que preocuparse por el vuelo de tu falda de vestir. Era fresco y cómodo el usar faldas en primavera, sobretodo al pasar por los cerezos florecidos. Le daba el toque; pues te sentías como en un k-drama.

Sonreíste por pensar otra vez en aquello. Ya sentías como si hubieran cámaras a tu alrededor y te filmaran como si fuera todo perfecto como muestran en las películas. Pero en teoría, para tí si lo era. La primavera te daba ese humor matutino. Era tu estación preferida cuando se trataba de caminar por horas hasta llegar a tu destino. Las alergías, vaya mierda no todo puede ser perfecto.

Tus pisoteadas sonaban ligeramente y tu rostro era golpeado por la brisa cuando girabas tu cabeza para fijarte bien por izquierda y por derecha al momento de cruzar. Recordaste el largo camino que te esperaba para llegar a la parada de autobus. Tu casa solía estar lejos de esa zona. Así que mientras seguías caminando animosamente y a tu ritmo sacaste tus auriculares para tener un paseo más agradable.

Y es que era divertido el poder disfrutar de la ciudad por las mañanas cuando tenías tiempo de sobra. Solías salir con dos horas de anticipación de tu casa y siempre llegabas más que a tiempo. La música le daba ese toque relajante al paseo y una sonrisa animosa se plantó en tu rostro al sin haberte dado cuenta ya llegar a tu destino.

No habían más de seis personas esperando por el autobus; tomaste asiento al lado de una señora ya mayor. Tendría unos sesenta años pero sus ánimos parecían de los de alguien de veinte pues en cuanto tomaste asiento en la parada, no dudo en sonreírte y hablarte.

— Buenos días.— Sonrío con ternura hacia tu persona.

Te sacaste los auriculares en modo de respeto para oírla mejor y responderle de vuelta con una reverencia pequeña. Lastimosamente creíste que eso había sido todo. Pero la señora se sintió en toda libertad de comenzar a hablarte hasta por los codos sobre su familia, hijos, mascota e incluso sobre que debía ir al hospital a ver a una vieja amiga que se encontraba en coma. Realmente triste y un tema fuerte de tocar; pero para la señora eras una desconocida confiable.

Asentiste a todo lo que decía tiernamente pero sólo querías que llegara pronto el autobus. No llegaba, por lo que le dijiste a la mujer que ibas a revisar desde una cuadra más adelante. Ella asintió entendiendo que querías evitarla un poco, pero te sonrió de todas formas. Te despediste y te alejaste un poco. Aún así creíste que tu escusa no fue mala idea y efectivamente, fuiste a comprobar si el autobus se acercaba.

Caminaste un poco retrocediendo de donde estaba la señora pero fracasaste; chocaste con la espalda de alguien más.

— ¡Lo siento señor!— Respondiste lastimosa dándote vuelta por completo y reverenciándote ante la gran silueta.

Al parecer no era un señor, sino más bien un chico vestidobde hombre. Iba vestido con un traje formal y un maletín en mano. Cualquiera diría que era un hombre de negocios, pero parecía que iba a por una entrevista de trabajo. ¿Cómo lo concluiste? No sabía atar su corbata muy bien.

Burning Book #1;; relatos sexuales [myg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora