Naturaleza

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Sus pasos resonaban a lo largo del amplio pasillo, disfrazando así los gritos de sufrimiento de las almas que habían pasado por allí con anterioridad. Las luces cegaban a los inexistentes transeúntes que pasaban por allí ignorando lo que se ocultaba detrás de esas paredes, dando una advertencia de lo que se ocultaba en ese lugar.

«Maeban Altinin»

¿Cuánto tiempo había pasado desde que no iba allí? Cuando su madre lo llevaba en época de luna llena, escondiendo su sombra de los disidentes, los que juzgan al saber la descendencia. Vivían ocultos, y Talia le había enseñado a disfrazar su naturaleza tanto como a sentirse orgulloso de ella.

No deseaba recordar sus primeros años, pero las memorias lo acusaban cada vez que se adentraba en el oscuro lugar.

Místico.

Mítico.

Letal.

Justo como él mismo.

Y como su crianza y sus alas.

Su espalda se contrajo junto al recuerdo.

Sus escamas y cicatrices rememoraron los momentos.

Lo ignoró.

Arregló el thwab y se dispuso a avanzar por el gran salón.

Polvorientas esquinas develaban la cantidad de tiempo que había pasado desde que la última alma había pasado por allí, tal vez con su mismo objetivo. Sus ojos recorrieron el sitio, centrándose en el libro prohibido que allí se ocultaba. Lo tomó entre sus malditas manos y leyó lo que no debía ser leído...

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Ajustó su chaqueta de cuero antes de descender del leal vehículo, develando sus grises ojos y cabello bicolor al retirar el rojo casco. Sacó un cigarrillo de los bolsillos de la prenda, y con una profunda calada al mismo se deshizo del frío de agosto. Suspiró antes de emprender el paso al sitio en el que tanto había visto.

Él aún recordaba lo sorprendido que estuvo cuando de repente había pasado de vivir en las sucias calles de la ciudad a la mansión más grande y hermosa de la misma. Parecía un castillo el lugar, de esos que veía en los libros de historia. Se decía incluso que ese había sido un lugar de reunión para la rebeldía durante la Gran Guerra.

¿Quién lo hubiera pensado?

Que en los mismos pasillos en los que valientes habían planeado y ganado una guerra, un muchacho pasara en motocicleta a toda velocidad rompiendo porcelana de siglos de antigüedad 500 años después.

Río ante la memoria , pero recordó entonces las semanas sin postre de parte de Alfred, y dejó de reír.

Al contrario, un escalofrío recorrió su cuerpo.

Alfred era malvado cuando lo deseaba.

—¡Jay! Que bueno que llegaste.

Lo recibió la sonrisa irritable y positiva del elfo.

Dick, siempre alegre... Asqueroso...

Y más aún cuando lo envolvió con sus brazos.

—Hey, hey... No soy un niño... Aléjate, Dickhead.

El aludido solo pudo reír ante la resistencia de su hermano.

—Ha pasado mucho tiempo, Littlewing. No me culpes por extrañar a mi hermano.

—Claro, dices eso ahora, pero nunca me respondes cuando te llamo por la noche... ¿Como está Kory por cierto?

Nightwing se sonrojó, recordando las veces que una llamada de Jason había interrumpido su... Como decirlo...  tiempo a solas... Con Kory.

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