Sebastián me llevó al cuarto de huéspedes, me dio un pijama suyo y me dejó para que descansara, me sorprendía que en una casa como esa no tuviera a nadie que lo ayude, imaginaba que tal vez alguien le hacía la limpieza o le cocinaba de vez en cuando, pero no había nadie.
No había señal, así que le envié un mensaje por WhatsApp a mi mamá explicándole la situación, le envié mi ubicación y le pedí que no se preocupara. Sabia que a esa hora no iba a leer mi mensaje, pero en cuanto se levantara, iba a intentar llamarme y encontraría el mensaje.
La cama era completamente deliciosa, no me costó quedarme dormida de un solo lado, soñé con carros y hombres apuestos cargándome, hasta que un trueno me despertó. La lluvia caía violentamente y me costó tranquilizarme, necesitaba tomar un poco de agua, pero estaba en una casa que no conocía así que dude casi 30 minutos en sí debía levantarme o no.
Salí del cuarto cojeando, mis tobillos habían logrado descansar, pero aun me dolía el tobillo que me doblé, llegué a la cocina y bebí un vaso de agua. Salté del susto cuando un vaso cayó al piso en la sala, me acerqué hasta le vaso y vi a Sebastián dormido en un sillón, completamente ebrio.
No podía dejarlo ahí, estaba helando y ni siquiera se había cambiado la ropa con la que lo había encontrado, estaba mojado, ebrio y helado. Se dejó llevar, pero pesaba mucho, él también debía medir entre 1,75 a 1,80, lo que con mi escaso 1,60 era sumamente pesado. Imaginé que la habitación continua a la mía debía ser la suya, así que lo guié por la puerta hasta que cayó de golpe sobre la cama.
Pensé en cobijarlo e irme a dormir, pero se iba a enfermar e iba a mojar la cama y si eso pasaba no me podría llevar mañana a mi casa, así que lo senté y le quité la corbata y la chaqueta. Parecía dormido, solo sentado por inercia y yo de verdad dudaba si debía desabrocharle los botones sin que él lo malinterpretara, cuando me acerqué al botón en su pecho, se levantó de golpe y me asustó de nuevo.
- Yo puedo, yo puedo- decía mientras se tambaleaba- no necesito de tu lástima – el tono de su voz era un poco agresiva y me sentí indefensa, se sacó la camisa y la arrojó a un lado de la habitación, se desabrochó el pantalón y se lo sacó de golpe. En cuestión de minutos estaba semidesnudo en frente de mí, si no estuviera tan aterrada podría notar lo tonificado que estaba su cuerpo, en otra situación no hubiera dudado en tocarlo, pero en esta situación me sentí indefensa- ¿Tan poca cosa soy? – dijo mientras se arrodillaba en frente de mi y lloraba- Sabes cuánto te amaba... - sollozaba- Yo te amaba... aún te amo
Entendí, que no hablaba conmigo, mejor dicho, me confundía con Samantha. Me partía el alma verlo así de destrozado, aun borracho se abrazó de mi cintura y lloró, amarga y desconsoladamente mientras repetía que me amaba.
- Sebastián- logré decir, obviamente estaba incomoda, tampoco era que nos conociéramos mucho como para tener estas declaraciones así que me retorcí tratando de que me soltara
- No te vayas, por favor...
- Mírame... Soy Ariana, la chica de Uber– seguía llorando, pero alzó la vista, tal vez si me reconocía me soltaría o tal vez se molestaría. No lo sé, pero cualquier cosa era mejor que esta, debo convencerlo de dormir.
- No quiero que te vayas.
- No me iré- me miró, y mientras creía que me reconocía se me acercó, su aliento olía claramente a alcohol – no me iré – repetí, como para tranquilizarlo y me encontré con su mirada, sus ojos eran hipnotizantes y sentía un cosquilleo por todo el cuerpo.
- No te vayas- no pude hacer otra cosa que tragar saliva, definitivamente él era muy guapo, pero estaba ebrio y claramente me estaba confundiendo con otra persona, pero por otro lado nadie se me había acercado tanto, en muchísimo tiempo que, cuando me besó, no pude evitar responderle.
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Aries
RomanceUn accidente de tránsito la obligó a madurar al hacerse cargo de sus cuatro sobrinos, con apenas 22 años Ariana Mendoza hace lo posible por mantener y criar a sus sobrinos, sin trabajo y con problemas legales, decide trabajar como conductora de Uber...