PRÓLOGO

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—A veces hacéis las cosas mal querido Rey —se sentó en uno de los gran sofás color blanco que adornaba la sala principal del palacio, con un rápido movimiento que hizo que sus cabellos plateados se muevan acorde del escaso viento que pasaba por el gran ventanal—Juráis amor eterno a una persona que para usted no es ni siquiera pasajera, prometéis su vida cuando no quiere regalar ni un solo minuto de esta.

Castiel solo oye atento a las palabras que salen de aquella boca llena de sabiduría y automáticamente siente un nudo llegar a su garganta, quemando, ardiendo—Dice que le gustan las benitoítas que su pareja posee por ojos ya que le parecen el cielo, el mar y los pequeños azulejos índigos que recorren el aire con sus majestuosas alas. Mas pensáis en otros ojos con diferente color, unos dorados, unos que reflejan los rayos del gran sol que nos cubre, dando vida a los bellos girasoles que son igual de amarillos, igual de bellos; lo que provoca que sienta sensaciones que nunca ha sentido, mas pensáis que está mal, pensáis que la vida es cruel por castigarle de esa forma, pero... —hizo una larga pausa al mirar la expresión del rey y continuó.

— ¿El amor es una condena? ¿Es un cruel precio a pagar por algún maleficio que ha hecho su generación pasada? o mejor sentís que es un milagro que han regalado los dioses a su vida, que al sentir aquella respiración combinada con la suya es como si miles de rosas amarillas y rojas florecieran, ya que si, aquellos colores son los que se tiñen los verdaderos y más bellos capullos de pétalos, y usted en aquel prado existen de esos matices que han sido como coloreados a mano por un excelente pintor. Así que, ¿realmente está mal amar? ¿Está mal sentir?

Diciendo aquellas palabras el consejero del reino y su amigo salió del aposento principal del alcázar del rey. Un silencio casi infernal y un chirrido parecido a las trompetas que anuncian las festividades aturdían sus oídos, desestabilizándolo por completo y haciendo que su cuerpo caiga en las sedas blancas que cubría aquel diván.

No es un pecado sentir, el pecado es romper la promesa que había jurado delante de los dos reinos que festejaban el compromiso para la gran esperada nupcias.

El amor es lo más sagrado y puro que pudiera haber en este siglo y en el venidero... y pocos son los que hallan el verdadero, y él lo había encontrado en la persona jamás imaginada.

Amante「casthaniel」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora