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Varios guardias que protegían la entrada al palacio, una alta puerta de metal cubría el castillo en el que debía morar por algún tiempo, era lo primero que observó al bajar del carruaje.

Su padre se despidió dándole un corto beso en su mejilla y se retiró tras decir unas cortas palabras; "Cuídate mucho"

Se acercó a ellos, hombres de casi dos metros forrados de metal, en sus manos de azófar que brillaban y se reflejaban como en espejo bajo el sol posaban arcos y flechas y algunos también espadas. Se inclinó en reverencia, ellos hicieron lo mismo y se apartaron para que Nathaniel pudiese entrar. Parece que han sido avisados de su llegada.

Un camino de piedras y jardines alrededor y al frente de el, unos escalones que lo llevaban al interior, era el destino que esperaban sus delicados pies. Varias personas se paseaban por los alrededores algunos con elegantes ropas, pomposas y refinadas y otras con su ropaje bastante desgastado.

Sus hombros ya se sentían resentidos por las maletas que cargaba y según miraba le quedaba bastante camino.

Tras varios minutos analizando cada detalle y guardándolo en su mente, cada color y textura para deliciosamente plasmarlos en aquel lienzo que lo estaba esperando con ansias. Por fin llegó, sus pies ya no se sentían suyos de lo hinchados que estaban dentro de sus zapatos.

La puerta medio abierta con dos de aquellos hombres, menos forrados pero con la misma imponencia y aquella formidable postura que trasmitían. Si no estuviera tan cansado hubiese temblado.

—Puede pasar, Sir Nathaniel—aquella voz le dio escalofríos pero disimulándolo muy bien sonrió y agradeció.

A penas entró sus ojos ámbar se iluminaron, su dolor se había aligerado, un palacio digno del nombre pero le entristeció mucho al no ver tantos cuadros como algunos de los que había visitado portaban.

Antes que diera un paso más una mujer traspasó una puerta al frente de él.

Con un vestido café bastante sencillo, sus largos y lisos cabellos en una cola que se movía acorde a sus movimientos, unos ojos que no podía bien describir aquel color desde que los vió aquel día de la fiesta, simplemente llegaba a la conclusión de que aquellos eran maravillosos, una princesa, y la futura reina estaba frente a él; Debrah.

—Oh, Nathaniel no sabe cuanto he esperado su llegada—aquel sonido pronunciado de sus cuerdas vocales digna de ser acompañada de flautas y arpas y formar una perfecta melodía, sí, a eso sonaba.

—Princesa—un saludo en reverencia fue lo que hizo al ver a la mujer acercarse—He contado los minutos para volver a palacio, desde que me ofreció el honor de pintar sus majestuosas figuras.

Debrah sonrió al verlo, tan formal y caballeroso—Bien, déjeme instalarlo en su aposento temporal, se le servirá la comida que guste y los baños reales están a su disposición. Quiero que se relaje antes de comenzar.

Hablaron un poco más, la personalidad de la princesa iba acorde con su belleza, yendo de par en par, riéndose con gracia y finura tapándose su boca con su delicada mano de vez en cuando.

Iba a ser un honor para Nathaniel retratarla.

Una gran puerta de madera que brillaba de lo pulcra que estaba, con manijas de plata fue la que le indicó Debrah que sería su habitación.

—Por favor, comenzaremos lo antes posible—le estiró su mano a la que Nath tomó mostrando una dulce sonrisa.

—Usted de la orden princesa y yo la cumpliré.

Después de las palabras Debrah en nuevamente agradecimiento se perdió por aquellos infinitos pasillos.

Suspiró antes de traspasar la puerta. Un gran ventanal cubierto por una sedosa tela, una cama que siquiera pudieran entrar en ella cinco personas, con una sábana blanca cubriéndola. Un gran armario reposaba al frente de esta, un gran espejo y una alfombra roja adornando el piso de baldosas blancas.

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⏰ Última actualización: Jun 04, 2020 ⏰

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Amante「casthaniel」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora