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Vivía en un pueblo tranquilo, cerca de las majestuosas montañas y un extenso bosque, el pueblo era pequeño por lo tanto todos sus habitantes se conocían, sus padres habían llegado a instalarse a ese lugar cuando supieron que mitsuki estaba embarazada.

Él tenía 5 años, bastante maduro para solo tener esa edad, su madre le había explicado desde el momento en el que tuvo más conciencia que él no era un niño normal como todos los demás, entendió rápido, no sabia porque era diferente pero prefirio alejarse de todos los demás niños y centrarse en la compañía de los libros, pasaba mucho tiempo con su padre y su gran biblioteca, al situarse su casa afuera del pueblo donde vivían podia suponer que aquel inmenso bosque era su gran patio, con su padre construyeron una casa del árbol  a medio kilómetro de su hogar, el pueblo era tan tranquilo que podían darse esos lujos, además nadie se atrevería a tocar a su hijo... Nadie podía si katsuki no se lo permitía.

Mitsuki no le dijo que era lo que lo hacía diferente, no se creyó la explicación de su padre cuando le dijo que al parecerse tanto a su mamá lo confundirían con una niña y podían ser crueles con él, tal vez tenía algo que ver pero estaba seguro que no solo era eso.
Lo descubrió una tarde cualquiera en la que como siempre camino hacia el pueblo a comprar un pedido para su mamá.
Paso por la plaza en la que habían niños jugando y una fuente, entonces no sabe en que momento un niño pelinegro se le acerco con una flor.

-E-eres, muy bonita- le dijo, su cara estaba roja y tenía extendida la flor hacia su dirección.

Seh sus padres habían olvidado llevarlo al peluquero la anterior semana, además llevaba puesto un jardinero ya que estaba arreglando el jardín con su mamá, si su mamá se enteraba iba a burlarse de él todo lo que restaba de mes, debía rechazarlo cruelmente, para que se avergonzara y no le contara a nadie, era la única opción, hasta sintió pena por el mocoso.

- Soy niño - le respondió aburrido ¿hay algo más vergonzoso que confundir a un chico con un chica y confesártele?

-S-sigues siendo he-hermoso! – seguía con la flor extendida y su cara aún más roja

No se esperaba eso pero no quería lidiar con el niño, así que le propuso lo que sabía no aria con ese clima tan fresco que se traía el otoño

-Si te tiras a la fuente aceptare tu flor- declaro y por un momento pudo ver como los ojos del niño se nublaron y corrió hacia la fuente.
Lo había sorprendido, ¡le había hecho caso!
Cuando el niño salió de la fuente se sacudio, parecía que acababa de despertar, se puso aún más rojo (si es que era físicamente posible) y se fue corriendo a quien sabe dónde.

Ah ¿entonces era eso lo que le hacía diferente?

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Lo primero que vio al despertar fue aquel cabello azabache tan largo como lo recordaba, inhalo aquel aroma y la tranquilidad que le produjo fue el motivo de que sonriera, una pequeña y débil sonrisa, elevo su mirada hacia los ojos que esperaba ver cerrados, aun dormidos pero, se topó con su mirada tan oscura e hipnotizante, tan seria y por el momento despreocupada, se quedaron observándose sin decir una palabra, en un silencio cómodo.

Después de unos instantes el pequeño niño hizo un gesto para hablar, inmediatamente el adulto lo abrazo y lo arropo en su pecho, aun no era momento de contar lo sucedido.

¿No podían quedarse así toda la vida? Se preguntó el infante, claramente él sabía que era imposible sobre todo después de lo que hizo.

Sonidos de fuera llegaron a ambos oídos, autos llegando por el camino de tierra, pisadas, puertas abriéndose, no eran bruscos y lo hacían sin prisa. Sin embargo ellos no se movieron ni un centímetro, bastantes cómodos en esa cama con el calor que emanaba de ambos cuerpos, fingiendo estar dormidos, cuando los pasos se detuvieron al frente de la puerta de ese cuarto se escuchó el suave golpe en la madera seguida de una orden.

ultimo OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora