Capítulo 3.

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Sangre en la puerta de mi hogar...

Al abrir la puerta y observar la escena ante mis ojos no sabía si Agnes tenía la misma expresión de horror que yo.

-Por favor, ayuda... Ayu... Necesito ayuda, ayudenme.- Pedía débilmente una chica nerviosa, delgada de ojos verdes que vestía un extravagante vestido amarillo claro el cual estaba lleno de manchas rojas, sus brazos estaban cortados y con largas lineas de sangre saliendo de los cortes, parecía una escena de terror de películas, solo que esto no era una película.- Ayudenme, se está acercando...

Yo seguía en estado de shock cuando la chica se desmayó y cayó en las escaleras de la puerta.

Espera...

Se está acercando... ¿A que se refería? O ¿a quien?

Mi mente me decía que debía moverme y hacer algo, sin embargo, mis pies no recibían el mensaje y me quede pasmada.

Agnes tomó cartas en el asunto, pasó por mi lado rápidamente y sostuvo a la chica casi sin poder.

-¡Adele muevete!- Me gritó.

Pestañe varías veces y salí de la casa para ayudarla a cargar a la chica adentro.

Se está acercando...

Miré hacia los lados para ver si había alguien cerca y solo alcancé a ver una silueta con jeans negros y un abrigo de capucha negro alejándose en dirección contraria a mi casa.

-¡Adele!- Volvió a gritar mi amiga que con mucho esfuerzo trataba de cargar a la chica desmayada en la puerta de mi casa.

Negué con la cabeza y la ayudé a entrar, ya dentro cerré la puerta con los pies, nos encaminamos a la sala y la dejamos en el sofá.

-¿Está bien?- Pregunté mirando el cuerpo inmóvil que reposaba en el sofá.

Agnes me miró con cara de obviedad.- Claro que no está bien tonta ¿Que no la ves? Parece salida de un matadero.

Suspire con pesar.- Quiero decir... ¿Sigue viva?

-No lo sé.- Se acercó a ella y revisó que estuviese respirando.- Sigue viva pero no necesito ser doctora para darme cuenta que está grave.

-Tenemos que llamar al hospital.- me dirigí al teléfono inalámbrico y comencé a marcar.

-¿Crees que eso sea buena idea? alguien le hizo esto y no creo que solo a mí me dio la impresión de que ese alguien la estaba siguiendo y ella huía de él o... Ella, no lo sé.- Se quedó pensando.

-No nos queda de otra, si la dejamos aquí va a morir.

-Y si la dejamos en un hospital sola la pueden matar.- Murmuró.

-Entonces nos quedaremos hasta que sepamos que está bien ¿que dices?

-Esta bien, llama ya, esa chica necesita ayuda rápidamente.

Media hora después ya estábamos en el hospital central que no quedaba tan lejos de mi casa, la chica se la habían llevado los doctores y Agnes y yo esperábamos alguna noticia de la desconocida.

Yo estaba sentada mientras Agnes estaba de un lado para otro impaciente y sabía por qué, no le gustaban los hospitales ni nada parecido.

Cuando era una niña de ocho años la habían ingresado por una anemia y la noche que le dieron de alta vio a doctores correr con varías camillas de personas ensangrentadas, por lo que alcanzó a escuchar de los doctores entre tantos murmullos es que era una familia muy conocida del pueblo, también que era adinerada y muy reservada.

Desde esa escena sangrienta donde presenció la muerte de esa familia no le gustan los lugares como estos, siempre los evita hasta cuando está enferma.

-¿Puedes hacer un esfuerzo y sentarte?- comenzaba a ponerme más nerviosa al verla dar tantas vueltas en la sala de espera, parecía un hombre esperando a su primer bebé.

-Tu más que nadie sabes cuanto odio estar aquí.- Se detuvo y me observó.

-Lo sé pero al menos puedes intentar sentarte y calmar tus nervios.

Ella tomó asiento y comenzó a cantar una canción que escuchaba cuando era niña, tenía mucho tiempo sin escucharla.

Pasada media hora más salió uno de los doctores que se llevó a la chica y nosotras corrimos a un extremo donde no podía vernos, preguntó por las chicas que la habíamos traído y dijo algo a la reseccionista que no alcancé a escuchar.

Esperamos a que se fuera, nos acercamos a la mujer con cara de tener ganas de morirse y preguntamos.

-¿Como se encuentra la joven que llegó hace poco más de media hora?

-¿Son familiares?- preguntó de vuelta con la cara metida a la computadora y sin siquiera mirarnos.

-Sí, somos sus primas.- Respondió Agnes y de inmediato la miré con expresión de "¿Que carajos?"

Se encogió de hombros y pasamos a esperar la respuesta.

-La paciente está delicada pero se va a recuperar, está fuera de peligro.

Al escuchar esto nos aliviamos y salimos del hospital más rápido que una bala.

-Menos mal que sí pudieron ayudarla.- Agnes volteó a verme cuando ya estábamos en la esquina.- Ahora siento decirte esto amiga pero voy a irme a casa, tengo los nervios de punta y necesito relajarme.- Me dio un corto abrazo, un beso en la mejilla y se despidió con las manos.

-Nos vemos luegooooo.-Gritó subiéndose a un taxi.

Me despedí de ella y me fui en dirección contraria a la biblioteca, yo también necesitaba relajarme, no todos los días vivías una experiencia así de... Sangrienta?

Lo cierto es que hasta yo estaba nerviosa y para calmarme nada mejor que un buen libro, así que me dirigí a la biblioteca a leer un poco.

Después de no se cuanto tiempo porque no vi la hora salí despidiendome del secretario Nik.

Cuando llegué a casa, limpié la cocina que se había quedado con toda la comida destapada en la mesa.

Terminé, miré él reloj de cocina que indicaba las nueve y subí a bañarme y a leer un poco.

Llevaba al menos unos quince minutos tratando pero...

No entiendo por qué no me estaba concentrando si el libro era uno de mis favoritos hasta el momento y estaba muy ansiosa por saber el desenlace.

Mi mente estaba lejos esta noche.

Tenía muchas preguntas, siempre las tenía pero esta vez no eran de cosas ilógicas como el por qué no han inventado una maquina que haga todo por ti, sino que mas bien mis preguntas estaban en el bosque, en la noche de ayer, en el chico.

O más bien en todo lo que sabía él de mí.

Volví a mirar el reloj.

Nueve y media de la noche.

Dentro de mí algo me decía que lo hiciera, tal vez la curiosidad, tal vez otra cosa.

Pero solo sé que dejé el libro de lado y comencé a caminar.

Bajé las escaleras, salí de casa y seguí mi instinto.

Sin detenerme, sin asustarme, sin retroceder.

¿Quien eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora