3.

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Como todas las noches, Canute debe de encontrarse con Askeladd en su club nocturno, “Lydia”, en honor a su madre.

Lydia es uno de los clubes nocturnos más reconocidos por esa zona, las personas constantemente van haya para pasar una noche alocada, con sus licores de fuerte sabor, con sus mujeres de buena calidad, también hombres, esta abierto para cualquier sexualidad. El dueño de ese lugar, es el astuto de Askeladd.

Askeladd es el dueño de ese club y él sólo lo ha llevado hasta ahí, con el tiempo recibió ayuda de sus subordinados y fue consiguiendo la diversidad de cosas que hoy en día le atraen a las personas que suelen visitar ese lugar y también las que lo visitarán.

Canute se acercaba cogiando por culpa de su tacon roto, pero no se quejaba para nada, él no puede esperar nada bueno de su vida.

Desde la distancia, Bjorn, el guardia de seguridad, estaba rodeado de la mayoría de las prostitutas y prostitutos de ese club, aquellos a los que Askeladd manda a las calles para dar de sus servicios a la gente. Canute paso a través de esta gente, el castaño le miró.

—Canute.

—Bjorn.—sonrió.—Aquí está el dinero.—se lo dio.

Bjorn examinó al rubio, observó el tacón roto y sus pupilas se dilataron, tomó de los hombros al contrario y le miró intenso a los ojos.

—¡¿Quien te hizo esto?!—casi vocifera. Los demás al oír esa voz tan aguda y ruda entonada de esa manera, se estremecieron.

—Tranquilo, tranquilo, nadie fue.—dijo.—Solo tuve un accidente, nada más.

Bjorn no confiaba para nada en las palabras de Canute, después de todo, este es alguien muy enigmático y misterioso aún, no saben de dónde vino, no saben qué oculta, y Askeladd por experiencia sabe que miente algunas veces. Suspiro, soltó al rubio y se calmó.

—Como digas.—pronunció.—Que no me enteré de quien tengo que matar.

—Solo es un tacon, por Dios.—rodó los ojos.—Ahí tienes el dinero, me marchó.

—Claro, se lo entregaré a Askeladd.

Canute le guiño un ojo, como agradecimiento, se encaminó a casa sin siquiera mirar atrás.

Mientras Canute se iba, Bjorn veía su figura alejarse y desaparecer en la noche.

Canute, ¿quién eres en verdad?—pensaba.

Después de casi una hora caminando descalzo hasta casa, el rubio agradeció estar por fin ahí. Miró la puerta, debajo de esta habían unos sobres, Canute ya sabía de qué se trataba. Los tomó y abrió, leyó su contenido, y efectivamente era lo que él pensaba, la renta. La casa es alquilada así que tiene que pagar mensualmente.

Chasqueo sus labios y lanzó a un lado las cartas. Abrió la puerta y entró a casa.

—Hogar, dulce hogar.

Sin perder nada de tiempo, entró al baño y se ducho, por unos momentos se quedó observando en el espejo, hizo una mueca al ver todas esas marcas en su piel. A veces ha pensado en volver con su padre aún que tenga que rogarle misericordia para que lo vuelva a aceptar, aunque eso es solo un pensamiento pasajero, al recordar sus vivencias en esa mansión se le van las ganas de volver.

Esta no es la mejor vida, tampoco se siente orgulloso de ser lo que es ahora, pero si esta es la manera en la que él tiene que vivir para sobrevivir, entonces debe de aceptar su realidad. No puede perder su tiempo llorando, sólo debe de aceptar las cosas como son y seguir adelante sin pensar en nada más.

Así es la vida.

Ver todas esas marcas en su piel, eso le recordó al pequeño chico enojon del baño público. Bufo por lo bajo.

—Ese idiota.—dijo.—¿Que estará haciendo ahora?

En el parque, aún ahí, estaba Thorfinn sentado, había dado una vuelta para ver si Canute se largaba del baño, al ver que se fue, volvió a este y se lavo la cara.

Thorfinn estaba ahora más calmado, sentado en uno de los banquillos, con su mano presionando contra su mejilla, su mirada entrecerrada aún mostraba irritación, pero él estaba en su suficiente cordura como para entablar una conversación.

Y eso fue lo que hizo.

Tomó su celular que lo mantuvo apagado todo el tiempo, lo encendió y espero unos minutos, los mensajes de llamadas perdidas de Einar llegaron de inmediato, llenando la pantalla principal.

Suspiro.

Marco el número de su amigo, y este lo tomó de inmediato.

—¡Thorfinn!—exclamó.—¿Donde diablos estas?, ¡me tienes preocupado!

—Tranquilo, estoy bien.—dijo.—Ven, estoy en el parque Artorius.

—Voy para haya de inmediato.—aviso.—¡Ah!, ¡y no vuelvas a hacerme eso maldito imbecil!

Colgó. Thorfinn soltó una pequeña sonrisa.

Aunque lo último dicho por su amigo le hizo recordar el conflicto sucedido anteriormente.

“—¡Maldito marica!—”.

Al recordar eso, se llevó cierta sensación amarga, pero más bien no podía dejar de pensar en aquel prostituto.

—Ese chico...

Crybaby {Thornute}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora