Wilfrido

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Wilfrido se ha levantado de la cama desde temprano para ir a recoger su Grand Cherokee en el auto lavado "El gato negro"

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Wilfrido se ha levantado de la cama desde temprano para ir a recoger su Grand Cherokee en el auto lavado "El gato negro".
Y posteriormente ir al trabajo, seguramente será un día muy cansado en la clínica. Y saldrá de madrugada, probablemente no haya algún taxi que pueda llevarlo de reentorno a su casa.

Tomo un autobús en la esquina, siempre tan arreglado y perfumado como de costumbre. Se ha sentado hasta el fondo al lado de una mujer embarazada, quizás de unos seis meses, ambos sonríen pero no dicen palabra alguna. El clima es perfecto, no se siente ni calor, ni frío después de media hora baja en la intersección derecha, después dobla a la izquierda

Al llegar al gato negro busco Juan Luis para que le regresará su Cherokee. Miró a su al rededor, el lugar está medio lleno. Llega a la recepción donde Camila está atendiendo.

—¿Disculpe señorita vengo a recoger mi camioneta?—pregunta.

La chica se ha quedado totalmente muda e hinoptizada por tanta belleza encegadora que causaba Wilfrido. Con esa mirada coqueta e intrigante, cautivante de esos hermosos ojos verdes, dejaban a cualquier chica e incluso chicos sin habla. Esos ojos esmeralda y esa mirada penetrante llena de esplendor que le daban porte y figura con esa actitud llena de ego.

Traga saliva para aclarar su garganta.
—Este... Camila trata de apurarse para dar su respuesta, pero se encontraba nerviosa y se preguntaba a si misma ¿Por qué le estaba pasando esto en esos momentos?.

Juan Luis lo reconoce a lo lejos.

—¡Joven Reynoso Briz—.le gritó.

Wilfrido le dedica una amplia sonrisa, avergonzado porque no le agrada que lo llamen por sus apellidos, prefiere pasar por desapercibido entre la multitud. Todo el mundo conoce a su familia y el amplio poderío económico que ejercen sobre el pueblo.

—¿Ha venido por su Cherokee verdad?.

—Así es. ¿Ya está lista?.

—Desde ayer jóven Reynoso ¡Sígame por favor!.

Caminaron hasta el fondo dónde se encuentran los automóviles lavados y encerados.
Juan Luis y Wilfrido abren los ojos como platos al contemplar la belleza y el brillo que deslumbra de manera encegadora como un espejo dónde podían ver sus reflejos.

—¡Mierda!. ¡Carajo!—. Dice Juan Luis apretando la mandíbula. —No tenía porqué encerar la Jeep.

—De hecho no—. Dice Wilfrido contemplando el buen trabajo que habían hecho.

—¡Voy a sancionarla!. No tenía por qué encerar su Jeep sin autorización suya.

Wilfrido ríe en tono de burla al contemplar la expresión de preocupación de Juan Luis
—¡Pero es un excelente servicio!—no tiene molestia alguna.

El Chico de la Grand CherokeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora