A través de la lluvia

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Danna Sophia, sentía que era observada por un automóvil, pero con la lluvia era difícil distinguir de quién se trataba, odia tanto la lluvia en estos momentos, no traía ni siquiera una sombrilla para cubrirse, llovía a cántaros el vapor que salía de su boca era evidente y titireteaba de frío, se frotaba los brazos constantemente para conservar el poco calor que su cuerpo posee. Otro poco eran las lágrimas que le brotaban y hacían juego con la lluvia, se trataba de limpiar constantemente, el maquillaje hecho una mierda, y los rulos aguados; sin embargo no perdían el encanto.

Era un poco tarde y su casa está algo lejos, ella sabe que tiene miedo y es obvio casi no acostumbra salir de noche.
Caminaba a ritmo más rápido, ese automóvil no dejaba de seguirla y ahora su corazón entra en pánico, casi quiere echar a correr pero resbalara y ya bastante húmeda está y el golpe sería doloroso si se cae. Su cabeza empieza a imaginar cosas relativamente aterradoras, ni siquiera sabe que es peor si una violación, o un secuestro o hasta un feminicidio pero sinceramente no quiere vivir ese tipo de experiencias, quizá hasta la muerte es menos dolorosa, no quiere perder la virginidad con un desconocido y pudiera vivir con semejante atrocidad para el resto de su miserable vida; tampoco quiere ser secuestrada porque obviamente sus padres no tienen recurso económico para el rescate y si ella muere sus padres jamás volverían a estar bien.

Entonces un sobresalto la hizo regresar a su realidad, el automóvil la había alcanzado, no era cualquier auto, se trata de la Grand Cherokee que tanto admira por la ventanilla de su habitación. Danna abre los ojos de par en par.

—¿Vas algún lado?—pregunta el chico, jamás habían estado tan cerca, jamás había escuchado su voz.

Danna Sophia se ha quedado totalmente muda, traga grueso para aclarar la garganta, y siente que el corazón se le ha ido hasta los pies.

Wilfrido espera una respuesta, la camioneta está muy de cerca de la banqueta.

—No, no es necesario, gracias por el ofrecimiento pero no puedo subir en automóviles que no conozco.

Wilfrido se burla.

—No seas infantil, no soy un hombre que quiera dañar a niñitas, soy un buen ciudadano que quiere ser cortés.

—Aún asi, es mejor que me vaya caminando gracias.—dice Danna Sophia, pero en su cabeza la maldice porque una oportunidad como esa no se da dos veces en la vida, su demonio interno la quiere tentar y su ángel interno le quiere decir que sea prudente.

—Este lugar es muy riesgoso—reitera Wilfrido—. Puedes correr realmente peligro, y la lluvia es demasiado fuerte podrías morir de hipormía.

—Puedo mojar su asiento.

—¿Y eso qué?. Se va a secar...

—Buen punto. Ella sonrie, después del mal rato que había pasado. —¡Quizás lleve prisa!.

—No, aún daré algunas vueltas por la calle...

Es música para los oídos de Danna Sophia, aún no quería subir pero ahora la lluvia parecía diluvio.
Abre la puerta de la Cherokee y entra.

—¡Gracias!—. Dice

—De nada, ensendere el aire acondicionado para que entres un poco en calor

Otra vez ella le da las gracias.

—No tienes por qué agradecerme de todo .

—Quizá tenga razón, pero mi familia me educó de esta manera joven.

Wilfrido rie. —No me hables de usted, me haces sentir un viejo, y creo que no lo estoy tanto, háblame de tú.

—Vale, está bien.

El Chico de la Grand CherokeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora