Prólogo:

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Siglo XIX, 1896 Nueva York. Impúdico.

Tony Stark un burócrata de buena posición y de apellido renombrado, tenía aficiones más allá del póker y tomar tragos con sus compañeros de la misma estirpe.

Se dio por vencido de acudir a las prostitutas de la más alta gama de todo Nueva York, por vigésima vez, ¿Su problema? No se presentaba su dureza con el cuerpo esbelto y hermoso de la dama, era una desgracia.

Abatido por su infortunio, comenzaba a creer que no disfrutaría los placeres de ser hombre jamás.

Y no era que las mujeres no fueran hermosas, al contrario, eran hermosas creaturas creadas por Dios mismo, las admiraba por el valor de poder darles placer a los hombres.

Pero por alguna extraña razón sus deseos carnales no iban por ese camino, ¿Estaría enfermo? ¿Sería impotente?

Había sentido antes el deseo revolotear en su estómago y la sangre fluyendo hacia su pene, cuando era más joven, principalmente cuando....

Si, era una locura, era un hombre y por lo tanto tenía que buscar una mujer para satisfacerse, pero en sus muy oscuros secretos, deseaba un joven de piel lechosa y húmeda debajo de él.

Hasta ese momento en el que se puso a pensarlo verdaderamente llego a aquella conclusión.

Deseaba a los hombres.

Su madre y padre no estarían felices, pero mientras lo hiciera feliz ellos lo aceptarían, pero el problema radicaba en el tiempo en el que vivían.

Tan cerrados de mente, que podían crucificar a alguien por el simple hecho de que pensaran que tenía un demonio dentro, te tachaban y discriminaban.

Todo estaría bien, mientras no se enamorará y le diera un heredero a su apellido, ahí radicaba el problema, ¿Cómo iba hacer tal cosa? Tendría que poner las cartas sobre la mesa ante la mujer con quien se casaría, mayormente con una mujer que buscara estatus y riqueza, un matrimonio por conveniencia.

Suspiro desganado, era la tercera prostituta que negaba en lo que llevaba de la noche, tomo un sorbo de su whiskey en las rocas permitiendo que el líquido quemara su garganta, estaba ahí por negocios, pronto llegaría una embarcación de vino importado de Francia y necesitaban negociar los puntos del contrato y que mejor lugar para los hombres que un burdel.

Una mujer morena, en ropas provocadoras y escote pronunciado, se sentó en sus piernas, Tony simplemente le sonrió.

— Tony, Tony mi buen amigo disfruta de esta jovencita, ¡Estamos celebrando! — el hombre bien vestido con una mujer rubia en sus piernas le exclamo entusiasta.

Tony lucho con las manos inquietas de la joven, que revoloteaban por su pecho y hombros.

— No gracias, solo vine a cerrar el trato, esta noche no estoy de humor — y sin más quito a la dulce joven de sus piernas.

— Tony, tu jamás estas de humor — le reprocho el castaño.

— No tengo las hormonas tan alocadas como tu mi querido amigo, Clint — Tony batió el vaso hacia su amigo.

Clint suspiro, propinándole una nalgada juguetona a la mujer en sus piernas para que se levantará, la mujer dio un salto sorprendida por la inoportuna acción.

— Solo hay que esperar a que llegue nuestro nuevo socio — puntualizo el castaño, tomando a otra de las prostitutas de la cintura para sentarla en sus piernas.

Gracias a Dios su nuevo socio no tardo más de dos tragos del líquido ardiente en las rocas, miro a través del nítido cristal al hombre alto, fornido y rubio, encantador en toda la extensión de la palabra, elegante con su traje hecho a medida, pero caminaba tan indiferente a las mujeres provocativas al igual que el,que se le hizo infinitamente natural.

Suite Française ⌠Starker⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora