Mira lo que hiciste

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Cador sentía la mirada acusatoria de su pequeña pareja, veía ansioso como los sirvientes terminaban de acomodar al inconsciente rey que respiraba apacible en la cama contigua a la de su prometido, mandada a traer por ordenes explicitas del airado doncel rubio.

El dragón había actuado bajo los más puros instintos animales en su ser, creyendo en riesgo a su cría, lanzando al otro lado del cuarto al padre de su futuro esposo, que ahora lo miraba enojado. Solo que ese ceño fruncido y esas mejillas abultadas en un puchero, junto con el cabello rubio suelto y enredado le hacían lucir más adorable que temible.

-lo siento tanto, Alexander- se disculpo por quinta vez ya Cador, su pareja pareció al fin rendirse ante la idea de seguir enojado, no después de la felicidad que le causo ver a su padre nuevamente.

-te vas a disculpar con mi padre cuando se despierte-tomado eso como bandera blanca Cador decidió que era buen momento para acercarse a su pareja, no podría borrar de su mente la imagen de su amado tirado en el suelo, con toda esa sangre...solo recordarlo le hacia erizar la piel. Tomando asiento con todo el cuidado que podía rodeo ese pequeño cuerpo en un abrazo, enterrando su rostro en ese cuello donde se concentraba ese delicioso olor que no se cansaba de inhalar como vicioso todas las noches que dormían juntos.

-si tu me lo pides le besaría los pies a tu padre- el rubio soltó una risita, para alejarse un poco queriendo ver ese apuesto rostro. Los ojos amarillos no guardaban mentiras.

-¿lo harías por mi Cador?- cuestiono el doncel en un susurro, sintiendo su cuerpo calentarse a la cercanía del otro, violeta y amarillo solo separados por unos molestos centímetros.

-por ti haría lo que sea Alexander, incluso saltar a un volcán- aseguro, por fin unió sus labios en un suave beso, cerrando los ojos, recordándose que el rubio no era André y que jamás dejaría que se apartara de su lado.

-eso es trampa tu eres un dragón, en todo caso salta a un mar congelado- el hombre soltó una carcajada abierta, dispuesto a profundizar el beso anterior. El hombre tomo la cara del doncel entre sus manos, a la vez que este hacia lo mismo.

El dragón frunció el ceño ante las vendas que cubrían las muñecas y la ligera fiebre que aun sentía en el cuerpo ajeno.

-¿Qué fue lo que paso Alexander?- el doncel se alejo de los labios que tanto deseaba para ver preocupado a Cador, no quería recordar esa horrible sensación de asfixia y angustia, pensar en su bebé estuvo en peligro le hacia querer llorar.

Aquel doncel con pelo blanco que conoció cuando abrió los ojos la primera vez le había preguntado los mismo, pero como ahora, todo parecía tornarse borroso, tal vez si se esforzaba un poco más sus recuerdos volverían, pero el agudo dolor de cabeza que iniciaba en su nuca le hacía dejar de intentarlo.

Alex movió la cabeza enérgicamente negando, haciendo que los rubios cabellos se despeinaran aun más, Cador estaba seguro de que si hubiera algún espejo en el cuarto su amante gritaría por lo desprolijo de aspecto.

-yo no puedo recordar, se que estaba desayunando y luego todo me empezó a parecer borroso y me costaba mucho respirar- a medida que hablaba el cuerpo de doncel temblaba cada vez más, el sonrojo de la fiebre parecía aumentar, por lo que con preocupación abrazo el pequeño cuerpo enterrando su mano en esa maraña de rizos rubios.

-tranquilo Alex, esta bien si no recuerdas, tenemos tiempo para averiguar qué paso- sintió al rubio asentir contra su cuello, fue el mismo doncel quien separo sus cuerpos, esta vez para iniciar un beso que rápidamente fue tornándose cada vez más profundo, sonrió al escuchar el gemido necesitado de Cador. Eso, hasta que un fuerte carraspeo los interrumpió.

Bajo tus alas...¿o garras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora