Una niña observaba con afán las altas paredes blancas que habían cruzando la calle, en secreto deseaba ver lo que había al otro lado, lo que estas ocultaban, pero esperaba que ese deseo no se cumpliera, pues temía averiguar lo que había dentro.
Presionó con fuerza la mano de su padre que sujetaba, tratando de que el miedo no incrementara. Algo en esas paredes le causaba terror y curiosidad a la vez, ambos intentaban ganarse su sitio en ella, pero el miedo era más fuerte.
La madre de la pequeña se arrodilló hasta quedar a su altura, sonreírle con cariño y entregarle un cono de helado. El pánico de la pequeña se evaporó, y ella sonrió mientras devoraba el sabroso manjar.
La niña levantó la vista hacia su padre y le entregó una adorable sonrisa decorada por restos del helado. Él le devolvió la sonrisa con la promesa de que siempre la cuidaría, que siempre estaría para ella.
La familia se alejó de aquella esquina, riendo mientras continuaban disfrutando de aquel día perfecto.
Khoni abrió los ojos y aspiró una gran bocanada de aire, como si hubiera estado aguantando la respiración por un largo rato.
El olor del jardithia rápidamente inundó sus fosas nasales, un aroma dulce que la impulsaba a inhalar por más. Respiró hondo y exhaló por la boca con tranquilidad.
Se incorporó con pereza y vio el desastre que había a su alrededor. Ramas dispersadas y hojas desperdigadas por todas partes. Observó todo esto sin ningún pensamiento, ajena a lo que sea que haya ocurrido.
Levantó la vista hacia el cielo oscuro sin reacción alguna y se quedó observándolo hasta que el timbre de su teléfono la interrumpió. Se irguió del campo con dificultad al sentir el cuerpo pesado y se acercó al celular para contestarlo.
—Khoni, cariño, finalmente contestas —dijo con apuro—, me han llamado de urgencia al hospital y he dejado a la vecina cuidando a tu hermano. Si pudieras ir rápido a casa para ver qué tal está sería grandioso.
—Claro —respondió de manera involuntaria—, ahora voy a casa. Adiós.
Guardó el teléfono y exhaló.
Le dio un último vistazo al jardithia antes de marcharse.
***
Traspasó el jardín de su casa, encadenó su bicicleta y se dirigió a la puerta.
—Hola, Aili —saludó a la mujer que leía de una revista en el sillón de la sala.
—Oh, hola Khoni. —Ella se incorporó de inmediato para recibirla con una amistosa sonrisa.
—¿Dónde está Dani?
—En su habitación, fue difícil pero pude hacerlo dormir al pequeño. —Dejó la revista en la mesita central y rodeó el sillón.
La muchacha sonrió.
—Gracias por cuidarlo.
—No es nada, es un ángel si lo comparamos con mi sobrina. Bueno, debo a irme. —Se despidió con un beso en la mejilla.
—Adiós. —La puerta se cerró.
Y el silencio gobernó la casa.
Empujó un poco la puerta entreabierta de la habitación de su hermano y se aseguró que dormía. Sonrió ante el rostro tranquilo del pequeño y suspiró.
Khoni se dejó caer en su cama, exhausta mentalmente por el confuso día que tuvo. Suspiró por enésima vez y giró la cabeza hacia la silla de su escritorio, allí descansaba la ropa que se puso esta mañana, o lo que quedaba de ella. Cuando fue a bañarse le sorprendió ver el agujero del tamaño de una moneda que había en la parte de la espalda de su camiseta. Y le extrañó no encontrar nada al verse en el espejo, ni siquiera un rasguño. Lo único que tenía era que estaba sucia, así que se bañó sin cuidado.
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Greener #1 (borrador)
FantasyHe vivido en un mundo limitado de plantas, repleto de una flora artificial creada por Laboratorios Thia. No recuerdo la última vez que vi un árbol real, no recuerdo si alguna vez llegué a ver uno. Desde que tuve un repentino accidente comencé a apre...