INTENTO NÚMERO DOS

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INTENTO NÚMERO DOS:

Sakura se despertó, no era de extrañar que estuviera sola en su habitación, su sensei debía haberse marchado cuando ella se quedó dormida. No tenía nada de malo, era ilógico forzarlo a quedarse, a que la quisiera de la noche a la mañana. Consideraba haber hecho un pequeño progreso, significaba algo que el día anterior la esperara y acompañara a casa, que se hubiera quedado con ella sin poner algún pretexto...

La médico podía sentir el desconcierto del ninja, su sorpresa ante la comodidad que experimentaba cuando estaba junto a ella. Una parte de él no podía negarse a la cercanía, pero no entendía por qué, por qué la joven se mostraba tan segura ante una situación que para el ex ANBU era completamente desconocida. Y aún a pesar de todo, de sus dudas y desconcierto, se negaba a preguntar. Le bastaba con observarla y asegurarse de que ella estuviera cómoda con la situación, como si su opinión no importara. Tendría que ser muy paciente para no confesarle todo, y, al mismo tiempo, buscar la forma de conquistarlo, de ganarse completamente su confianza, de poder superar la barrera sensei-alumna que lo podría llegar a separar. Su cabeza se dividía entre fortalecer la confianza, y conquistarlo, pero no tenía ni idea de cómo hacer alguna de las dos. Primero, su sensei era admirado por más de una, y ella no era precisamente la más bonita, apenas una jovencita suyo cuerpo estaba madurando, no sabía cómo comportarse, qué decir más allá de una simple conversación casual. Y segundo, ganarse la confianza de su sensei en un ámbito más íntimo... de sólo pensarlo, se sonrojaba.

Terminó de vestirse, no podía llegar tarde a su entrenamiento. Notó que el chaleco del ninja seguía perfectamente doblado entre su ropa, quizá lo dejó sin darse cuenta, quizá quería que ella lo tuviera. Ambas eran posibilidades muy factibles, pero ella prefería creer que era la segunda, que su sensei lo dejó a propósito para ella, para que tuviera algo suyo. Sonrió, no podía evitar tener una ligerísima esperanza de que podría terminar como terminaron en aquella otra dimensión, con esa mirada llena de amor y devoción. Se animó a ella misma, y tenía razones para hacerlo, la noche anterior era un buen ejemplo. Y con esa misma motivación, salió de su casa y se dirigió a la biblioteca.

Iba tan concentrada en sus pensamientos, repasaba mentalmente todo lo aprendido el día anterior, y al mismo tiempo, evitaba sonreír con mucha frecuencia para que la Hokage no sospechara nada, que no la distrajera para volver a obtener otro castigo. Pero sus pensamientos y pasos se detuvieron en seco.

-¿Sensei? – susurró para ella misma porque estaba segura de que el ninja no podría escucharla. No cuando los separaban varios metros, y cuando él hablaba animadamente con una mujer que vendía pan recién hecho. Él sonreía bajo la máscara, como le sonreía a las otras, a las que estuvieron antes de ella. Sakura ansiaba pensar que a ella le ofrecía una sonrisa diferente, una que reservaba para momentos y personas especiales. Pero se equivocaba, seguramente así se vio ella la noche anterior, cuando él le sonreía y ella embobada le devolvía el gesto. Qué ridícula debió verse, justo como esa mujer se veía ahora mismo, creyendo que era especial, que podría ser la única.

Quería rodear, irse por otro camino, pero podría llegar tarde, y prefería soportar la escena frente a ella, que sufrir otro castigo de la Hokage. No, no lo haría, enfrentaría la situación. Tomó aire y siguió caminando, claro que sus pasos fueron a mayor velocidad, y se aceleraban mientras más se acercaba a la pareja, cuando pasó junto a ellos corría. Fue como una sombra, una brisa fresca que esperaba ser suficientemente suave para no ser notada.

Cuando llegó a la biblioteca sólo tuvo un par de minutos para recuperarse antes que la Hokage se presentara. Sakura disimuló a la perfección, o por lo menos la Sanin no notó nada, no hizo ninguna clase de comentario y simplemente comenzó el entrenamiento. A la médico le costó, pero logró sacar por completo al ninja de su cabeza, si él podía olvidarla con tanta facilidad, pues ella también lo haría.

DOS VIDAS CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora