❤🃏cartas🃏❤ {emiliaco} Editando

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"El dolor que sentí cuando me heriste ha sido insoportable. Ya no puedo soportarlo más. Siento que mi vida se ha convertido en un caos, y todo es a causa de ti y de esa persona, aunque principalmente por tu culpa. Ya no quiero seguir sintiendo esto. Por favor, Dios, te pido que tengas misericordia de mí."

Atte: Joaquín

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Joaquín cerró la libreta y se encerró en su cuarto, sin querer recordar lo que había sucedido aquella noche. Era un día en el que todo el cariño se había esfumado. El menor trataba de distraerse, de pensar en otras cosas, o al menos de olvidar lo que pasó.

—Joaco, hermanito, adivina quiénes vinieron a verte —dijo su hermana al entrar en su cuarto.

—Renata, no quiero ver a nadie —respondió, escondiendo la cabeza entre sus piernas.

—Te lo digo, Joaco. Mira quiénes vinieron a verte. Si no te alegras de verlos, se irán. Pero, por favor, intenta salir un momento —le rogó su hermana mayor, tratando de animarlo.

Los dos hermanos salieron. Renata fue a la cocina por algo de beber, mientras Joaquín se dirigió a la sala para ver quiénes estaban allí. La sorpresa fue inmensa.

Allí estaban Nikolas, Text0s, Diego y Andrés. Joaquín corrió a abrazar a los chicos, uno por uno, sintiendo el calor de su apoyo. Sabían lo que había sucedido y querían estar a su lado.

—Hola, Joaco. Espero que no te moleste que hayamos venido —dijo Diego mientras Joaquín lo miraba.

—Para nada —respondió, con los ojos aún hinchados.

—Bueno, Joaco, ¿ya te sientes mejor? —preguntó Andrés, con la mirada comprensiva.

—Algo así —suspiró el menor—. ¿A dónde van a ir?

—Más bien, ¿a dónde vamos a ir? —interrumpió su hermana, que ya había regresado a donde estaban los demás.

—Vamos a salir, y tú, Joaco, vas a venir con nosotros —declaró Text0s en tono autoritario.

—Pero es que yo no p—

—Nada de eso, Joaco. Vamos a salir y vas a venir. Tienes que ser el mismo Joaquín Bondoni de antes —lo animó Nikolas.

—¿Para qué? ¿Para que suceda lo mismo que aquel día? No, gracias —respondió, con la cabeza gacha.

—Joaquín, por favor, sal. Queremos verte feliz —imploró su hermana, con la voz temblorosa—. No queremos ver cómo sufres por esto. Si tan solo hubiéramos sabido que pasarías por esto, no te habríamos dejado solo.

Él suspiró, sintiendo el peso de sus palabras.

—Está bien, iré, pero no creo que olvide esto de la noche a la mañana. Aún… no puedo superarlo. Déjenme cambiarme y nos vamos —dijo, subiendo las escaleras hacia su cuarto.