7

107 6 21
                                    

Narra Joaquín:

Estaba en una habitación oscura. Mi cuerpo parecía flotar entre la realidad y el sueño, con la mente atrapada en una nube de confusión. El último recuerdo que tengo es haberle enviado un mensaje a los chicos, diciéndoles que me iba a mi casa. A partir de ahí, todo se volvió borroso... sombrío. No sé dónde estoy, qué hora es o qué día es. Me duele todo y un mareo constante me invade, como si mi propio cuerpo sin llegar a existir. ¿Estoy muerto? ¿O solo es un mal sueño?

—Por fin despiertas, Joaquín

Gira hacia la voz pero no pude ver quién era. La oscuridad lo cubría todo.

—¿Quien eres? —mi voz salió débil, casi temblorosa. No sabía si hablar era lo correcto, pero no podía quedarme en silencio.

—No te preocupes, no voy a hacerte daño. Bueno, al menos yo no.

La fibras se desvaneció tan rápido como apareció, dejándome solo con una sensación extraña. ¿Qué quiso decir? Me levanté tambaleante, buscando la puerta. Mis manos recorrieron las paredes, pero era como si no existiera salida. De repente, sentí un agarre fuerte en mi cintura. Mi corazón se detuvo cuando quiere la cabeza y lo vi: Emilio, sonriendo. Traté de zafarme, pero no tenía fuerzas.

—Te he extrañado tanto —susurró, lamiendo mi cuello

—E-Emilio, para... No quiero esto —dije, luchando por mantener mi voz firme. No quería volver a sufrir.

—Pero si apenas estoy empezando, Joaco —respondio, empujándome hacia la cama con facilidad, su peso abrumándome

Lo que pasó después es una repetición de un dolor que creí haber enterrado. Emilio comenzó a despojar mi ropa, desgarrando las prendas con brusquedad. Cada movimiento suyo me llenaba de terror. Sabía lo que iba a suceder, y la impotencia me consumía

—Por favor, Emilio... Para, no quiero esto. Te lo suplico —mis ojos se llenaron de lágrimas, mi voz rota.

—me gusta verte así, intentando escapar cuando sabes que no puedes —su tono era frío, calculador, mientras desabrochaba su pantalón.

Mi cuerpo temblaba. Cada fibra de mi ser suplicaba por una salida, pero no había escape. Lo sentí, mi entrada forzada, el dolor desgarrandome por dentro, como la primera vez. El miedo me paralizaba, mis gritos resonaban en la habitación, pero no había nadie que pudiera salvarme.

—¡NO, EMILIO! ¡DETENTE! —gritè con todas mis fuerzas, pero ya no había vuelta atrás.

Sus movimientos eran rápidos, brutales. Mi cuerpo temblaba con cada embestida, el dolor era insoportable. Sentía como si mi interior se desgarrara, la sangre manchando las sábanas.

—Ah... Sigues siendo tan estrecho, como aquella vez —dijo el rizado entre jadeos, levantando las piernas del castaño hasta sus hombros, mientras continuaba embistiendo.

—¡Para! ¡Por favor, Emilio! —mis súplicas eran inútiles. Cada palabra parecía excitarlo más.

Después de lo que parecieron horas, Emilio terminó por última vez dentro de mí. Yo estaba destrozado, en cuerpo y alma. Sentía como salgo dentro de mí hubiera muerto.

Narrador:

Después de esa horrible experiencia, Joaquín fue devuelto en su cuarto, su refugio, pero también su prisión. No deseaba la vida que le había tocado vivir. Quería ser otra persona, estar en otro lugar, lejos de todo. Pero no había escape, no había salida.

Con manos temblorosas, sacó una pequeña libreta de su cajón, donde guardaba todas sus cartas. Comenzó a escribir una última carta, una despedida.

Al terminar, se levantó y sacó una pequeña navaja que había guardado en una caja. Miró sus brazos, ya marcados por el dolor del pasado, y trazó tres cortes profundos en cada uno. La sangre comenzó a fluir, lenta pero constante, como si la vida se escapara de él. Guardó la navaja de nuevo, esperando que el sufrimiento acabará de una vez por todas.

"¿Para qué vivir si por más que intento ser fuerte, no puedo? YA NO AGUANTO ESTO. EMILIO OSORIO MARCOS, ERES EL PEOR ERROR QUE ME MANDÓ LA VIDA OJALÁ TE MUERAS."

Atte: Joaquín

 ❤🃏cartas🃏❤ {emiliaco} Editando Donde viven las historias. Descúbrelo ahora