CAPÍTULO 1: EL DESPUÉS

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Entré por la puerta principal del instituto, con paso apresurado pero sin llegar a correr. Hacía bastante frío, al igual que hacía un par de días antes, justo cuando empezó diciembre; llovía ligeramente, y el fuerte viento estampaba bruscamente las gotas de lluvia contra mi cara, mientras despeinaba mi corta y  ondulada melena de color marrón rojizo.
La verdad, en ese momento no pensaba en el frío ni en mi aspecto de recién levantada, ya que era una de las pocas veces que llegaba tarde a clase, y en la primera hora me tocaba tutoría, lo que significaba una especie de hora libre para mí y para mi descabalada clase, y la cual yo quería aprovechar para repasar un poco el temario de un examen que tendría a la hora siguiente.
Por fin pude llegar al pasillo principal del centro, y comencé a buscar el aula en el que estarían mis compañeros, fijándome en los números señalados en cada puerta, entre los que esperaba encontrar desesperadamente un pequeño cartel con las palabras "Aula de economía 3"

- "Economía 3, economía 3..."- murmuraba agitadamente entre los gritos y el sonido de los pasos de la gente que dejaba el pasillo sin ningún hueco para pasar.

Mientras me abría paso a base de leves codazos, me estaba dando cuenta de que tenía el móvil en el bolsillo de mi mojado chubasquero, y que podría enviar un rápido y corto mensaje a mi mejor amiga Trish, la cual se dedicaba todas las clases a toquetear su móvil y a escribir a su novio, por lo que tendría la certeza de que rápidamente leería mi mensaje y me diría donde estaban el resto de mis compañeros.
Metí mi mano, casi inmóvil por el frío, en mi bolsillo, y justo antes de deslizar el teléfono hacia fuera, sonó el segundo y último timbre de aviso, el cual servía como último llamamiento a las aulas a los estudiantes que llegaban tarde. Dicho sonido hizo su efecto, ya que el pasillo se despejó de forma increíble en cuestión de un minuto y medio, y me quedé únicamente acompañada por otras cinco personas, cuyas caras reconocía pero no eran lo suficientemente cercanos a mí como para buscar el entablar una conversación. Además, no era un momento en el que pudiera regalar mi tiempo precisamente.
Me detuve y saqué por fin mi teléfono móvil, entrando en el chat de Trish:

<<- Hey señora, me he perdido otra vez jajajaja
¿Dónde está economía 3?>>

Como suponía, tardó milésimas de segundo en responderme.

<<- Parece mentira que después de cuatro años aquí te sigas perdiendo jajajja. De todos modos nos han trasladado porque en economía 3 tienen que hacer un examen los de bachillerato. Estamos en Mates 1. Vente yaaa me siento muy sola>>

Y tenía toda la razón, después de llevar tanto tiempo en nuestro instituto, seguía sin diferenciar un aula de otra, ya que para la misma asignatura habían cientos de clases numeradas.
Trish y yo estábamos en 4° grado, en una clase que los profesores consideraban "la más problemática de nuestra promoción", pero yo siempre lograba excluirme de esa etiqueta, ya que mis pensamientos no eran muy comunes para una chica de 16 años; yo trabajaba y estudiaba, porque el futuro era algo que realmente me causaba estrés, y tenía que estar siendo de provecho constantemente para no verme mal en unos años.

Llegué con la respiración agitada a la parte de arriba del centro, donde supuestamente se encontraba el aula de Matemáticas 1.
Mientras buscaba sin hallar el cartel que indicase el lugar que yo buscaba, recordé que estaba en el sitio adecuado pero que dicha clase se encontraba al final del pasillo.

Andé rápidamente hacia la puerta de color azul de la que me encontraba aún un poco lejos, cuando doblando la esquina que daba al extremo opuesto del pasillo, apareció él, que siempre llegaba más tarde que yo.
Podía notar su mirada mientras iba andando en su dirección, la cual también era la dirección en la que se encontraba mi clase; los metros que nos separaban se acortaban según íbamos andando el uno hacia el otro. Él me miraba hasta que estuvo lo suficientemente cerca de mí como para clavarme la mirada estando cara a cara, cosa que a él le aterrorizaba.
Cuando pasé por su lado, los amigos que siempre le acompañaban cesaron sus murmuros creando un incómodo silencio, y él se dedicó a echarme encima una miradita de reojo, mientras yo intentaba mirar al frente.

Inside his mindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora