Capítulo 23

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Mientras alguien intentaba abrir la puerta con la ayuda de un cerrajero, yo aún no había llegado a ese orgasmo prometido. Para mi novio, el placer estaba por delante de cualquier suspensión o expulsión. Al menos nadie de afuera escuchaba nada, porque las puertas eran herméticas.

-Despacio, ¿oíste? -susurré mientras miraba su miembro erecto en la entrada de mi parte íntima.

-No te preocupes, Eiza. Solo quiero que gimas mucho para excitarme.

Dicho eso, Joshua fue en busca de mi orgasmo y, a los pocos minutos, mis jadeos fueron aumentando su volumen. Lo abracé y empecé a gemir de manera intermitente, presintiendo un final vergonzoso para mí. Cada vez se hacía más intenso el placer y sentía que mi cuerpo no estaba preparado para tanto.

Metía y sacaba su pene con gran ímpetu y yo con cara de angustia, miraba lo que hacía abajo. Joshua jugaba con su pene a encajar en el orificio. Llegó el momento en el que ya no pude aguantar más, y mis gritos fueron un espectáculo para las paredes y para Joshua.

-¡Alto! -dije mientras los jadeos me dominaban.

Él no paraba, aunque lo pellizcara.

-Vamos, Eiza, ya estás cerca.

-¡Ay! ¡Me voy a orinar, Joshua! En serio.

-Quiero que acabes, Eiza.

-¡Joshua, por favor, no! ¡Nos pueden oír!

-Ya terminas, Eiza...

-En serio, Joshua. No puedo... ¡Ay, ay, ay, ay, ay!

-Vamos, Eiza.

-¡¡¡Ay!!! ¡¡¡Ay...!!!

Joshua aumentó la fuerza de sus movimientos al igual que mis sonoros gemidos que lo iban a dejar sordo.

-¡Joshua, pendejo! Tengo miedo -Mi voz se agudizó y me sostuve de sus hombros para no descontrolarme.

-No te preocupes, Eiza. Yo estoy aquí.

En ese preciso instante no aguanté más y comencé a soltar un suspiro seco cada segundo. No podía hablar y mis piernas temblaban como nunca antes. Me dejé llevar ante el placer insoportable. Con mis manos rendidas, el tan ansiado orgasmo entró sin avisar luego de tocar mucho. Mis fuertes gemidos asustaron a Joshua y sentí que mi vientre iba a estallar.

Joshua se detuvo y me abrazó fuerte para que me calmara. Él era consciente de lo que pasaría después. Ambos escuchamos el ruido estridente de la puerta, que estaba a nada de abrirse.

-Eiza, tenemos que irnos... -susurró él.

-¿Por dónde saldremos? -pregunté.

-Por la ventana del rincón.

Cogimos nuestra ropa para vestirnos, pero yo apenas llegué a ponerme la falda cuando me cogió de la mano para escapar por la ventana pivotante. Estábamos en un segundo piso, pero había una angosta cornisa para poder bajar.

-Eiza, apúrate...

Yo bajé primero y luego él. Caminamos por la cornisa y bajamos sosteniéndonos por una pilastra cuadrada y larga. Abajo había arbustos y hierbas.

En ese instante, la puerta del baño se abrió y entró el conserje, el director y una alumna. Por un pelo no nos encontraron y nadie en el colegio supo de nuestro encuentro, por mucho tiempo. Bueno, eso creo.

Fin

Mi Crush Pervertido ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora