Introducción.

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Sale el alba, cursando su camino primero por la copa de los árboles. El cielo es oscuro, yendo para violeta, sin embargo, al mirar al horizonte se atenúa un amarillo opaco que va creciendo más y más. El sonido vulgar de una hiena apelmaza el lugar, haciendo el típico eco de alarma para todo aquel que este sobre el suelo. Un leopardo joven descansa en la rama gruesa de un árbol viejo, y tiene los ojos rondando por todo el lugar. Es su sitio, es su hogar, es capaz de visualizar todo ámbito a esa altura, ya sea en el cielo como en la tierra.

El campo es plano, y se avecina una tormenta de lluvia. Sale un relámpago que ilumina todo el pastizal verde. Ahora salen tres, y viene lo que se espera en momentos de escasez. Dos cachorros de leopardo se esconden bajo un perfecta zanja dentro de una roca, son peludos y esponjosos parecidos a los que nacen después de dos meses. Los dos juntos se acurrucan, poniendo una garra sobre la otra, como si se tomasen de la mano. Están pegados el uno al otro, de oído a oído, y no se quieren separar. Madre les ordenó que no lo hicieran, y ellos obedecen. Uno es macho, y el otro es hembra.

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Un leopardo avanza sigilosamente a un grupo de aves carroñeras, todas muy distraídas con la carne seca de un enorme animal. El leopardo alcanza un punto clave y se lanza a ellas. Sólo logra cazar a una en el aire. Felizmente, el ave era lento para volar.

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Un cachorro de leopardo, que cumple tres meses de nacido, arranca el cuello de un gato salvaje muerto y lo tritura como puede con sus pequeños colmillos. Muerde el lomo cubierto de pelos también.

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Un leopardo de manchas coloridas de tono fuerte, en su juventud divina, con las garras tan afiladas como los dientes de un tiburón, se aferra fuertemente a un árbol de tronco grueso y seco, trepa hasta un cóncavo en la punta, casi al final del este, y saca de ahí un búho de su madriguera. Un pobre sobreviviente que sólo tenía consigo a su único hogar, su único refugio, rodeado de una época de miseria, donde solamente esperaba la llegada del arco iris de Noé.

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Un grupo de hienas intenta convencer a un leopardo a que baje de su único amparo, un tronco viejo y maltrecho sin hojas. Por suerte, no pueden trepar como el félido, ya que no tienen garras curvadas para sostenerse por el áspero madero. Una de ellas salta e intenta morder la pata del felino, cuando solo este puede articular un bufido y escupir toda la saliva llena de furia que puede. No va ir contra ellos, o ellas, son demasiados. Las hienas se reproducen muy bien, y para empeorar las cosas, crecen más rápido y se expanden en territorio peor que un virus.

En un diminuto momento, donde ve que ellas ya se estaban yendo, baja de su tronco de amparo y corre al tiempo que toca el suelo árido lleno de pasto seco, porque las hienas lo han visto desde lo lejos, e intentan alcanzarlo, pero no logran hacerlo.

Aunque sean un grupo organizado llenos de experiencia por generaciones, no podrán contra la agilidad y la velocidad de una leopardo, que sin duda, no se dejaría comer hasta la muerte cuando tiene el corazón latente por dos seres. Lucharía por mantenerse viva como fuera posible, sólo por ellos. Porque los ama.


Soy vida. Soy muerte. Lo doy todo... pero lo tomo todo... Soy el Imperio Salvaje.

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⏰ Última actualización: Dec 11, 2019 ⏰

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