Parte sin título 1

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01.

Él estaba en el café esperando su orden, ella acababa de entrar para resguardarse de la lluvia y tal vez beber algo tranquilamente. La campanita de la puerta alardeó su entrada y él inevitablemente tuvo que mirarla, otra vez. Ya no le bastaba al Dios que se burlaba de él con ponérsela en el pupitre de enfrente en la escuela, ahora ese Dios mezquino se la enviaba a su cafetería favorita. Carlos sonrió fugazmente en señal de rendición y en su mente le dijo a ese Dios, donde quiera que se encontrara que, estaba bien, si era su destino salir humillado y rechazado otra vez, él ya no opondría mayor resistencia.

La cafetería estaba llena a esa hora, algo poco usual según la experiencia de Carlos y, para colmo, las únicas sillas vacías eran las que estaban al lado de la suya, en su mesa. La mente astuta de Carlos previó lo que sucedería, Ana tendría intenciones de ir a sentarse con él si quería estar cómoda bebiendo su latte y así sucedió.

Ana miró a Carlos desde la caja registradora de la cafetería, lo vio después de haber recorrido con los ojos cada una de las mesas deseando hallar a alguien conocido para variar. Un gesto se le formó en el rostro cuando vio a Carlos sentado sin compañía. Cuando sus miradas se cruzaron Carlos interpretó el gesto de Ana como una mueca de desagrado y una oleada de tristeza le removió el corazón.

Sin embargo, la mueca de Ana era otra cosa que Carlos no sabía, Ana estaba tratando de respirar porque el aire se le había escapado de los pulmones en cuanto vio al chico de su salón, el callado, el que tanto le gusta que se llama Carlos, solo en una cafetería y con los únicos dos lugares vacíos a su lado.

Carpe Diem se dijo Ana, cogió todo el valor que le cabía en el puño derecho, tomó las monedas que eran el vuelto de su compra y con su latte se dirigió a la mesa de Carlos. El cuerpo entero le temblaba y ella se esforzaba tanto porque no se le notara que casi tropieza con un leve desnivel del suelo.

Carlos veía la escena como si fuera un mero espectador en la vida de Ana, vio su paso cadencioso en cámara lenta, vio el tropezón de ella y a él le dolió. Vio que Ana recobró el equilibrio sin que el suceso llegase a más, y como por milagro, a esa distancia, vio como las mejillas de Ana se sonrojaron levemente, una de las cosas más bellas que a él le gustaba admirar cuando veía a Ana.

Después del tropezón Ana lo pensó mejor... no era buena idea, si esa vergüenza le había pasado con tan solo intentar acercarse a la mesa de Carlos, no quería imaginar qué otras vergüenzas podrían pasarle cuando hablara con él. El instinto de supervivencia de Ana dio la orden a su cerebro: "larguémonos" y su cuerpo entero procedió a dar la media vuelta obedeciendo esa orden.

Una desesperación le entró a Carlos cuando vio que Ana no iba a llegar a su mesa, sin duda eso rompería el pacto que había hecho con el Dios que se burlaba de él... si Ana se iba, Carlos no tendría el chiste completo para congraciar al creador del universo que se ensañaba con su vida amorosa.

- Aquí hay lugar.

Carlos no fue capaz de reconocer la voz que salió de su garganta, incluso dudó de que hubiera sido la suya y disimuladamente intentó aclararse la voz, en caso de necesitar volver a decirlo si Ana no lo hubiese escuchado.

Pero Ana lo escuchó... fuerte y claro, dulce y claro, cierto y claro... Ana lo escuchó. Ana giró sobre sus pies quedando frente a Carlos, otra vez.

Esa fue la decisión más difícil que hubieran tomado ese par, al menos ese día... al menos en ese instante y, con que un solo detalle hubiera cambiado la historia hubiese sido otra.

Ana caminó y eligió la silla al lado izquierdo de Carlos, Carlos se levantó y la ayudó a sentarse en ella. Carlos vio sonrojarse a Ana varias veces mientras charlaban y le pareció mil tantos más adorable de cerca, que todas las veces que la había visto hacerlo de lejos.

Ana entendió que Carlos no era tan tímido después de todo, que era la clase de chico que se ríe de él mismo y esa fue otra razón para que le gustara todavía más.

A esa tarde le siguieron otras, hasta la fecha ninguno se ha arrepentido de haber sido valiente y, por si tenían la duda, Carlos ha hecho las paces con Dios.

San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora