Parte sin título 6

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A diferencia de muchos de Ustedes yo siempre supe que si el COVID19 tocaba mi puerta, lo haría en la forma de la persona que más amo en el mundo. Él trabaja en un Hospital, es un gran hombre, pero por demás un hermoso ser humano. Así que cuando ese día me llamó al celular y me dijo que estaba por recibir al primer paciente confirmado con ese virus que está en todas las noticias, mi mundo sólo se derrumbó un poco al principio.

Déjenme explicarme, yo sé que él es un hombre maravilloso, lo he sabido por más o menos cuatro años, dos de los cuales los hemos vivido bajo el mismo techo, y sé que no habría nada en este mundo que lo alejara de hacer lo que le gusta, ni siquiera la presencia de un virus que podría ser letal. Yo ya lo sabía y aún con ello, mi corazón se encogió un poco ante sus palabras. Él, al otro lado de la línea me decía que tomaría todas las medidas necesarias para protegerse, y yo no pude evitar sonreír un poco porque, justamente eso yo también ya lo sabía. Me contó que tenía un plan fijo desde que se desató la crisis para no volver a casa, al menos por los 14 días en que una persona es agente contagioso, me dijo que sin que yo lo supiera había rentado un diminuto apartamento en el centro de la ciudad para pasar el encierro él solo y que por favor, no me preocupara.

Se quedó callado por un momento y supe que era mi turno para hablar, así que lo hice:

- Vamos Alexander que me estás tomando el pelo ¿a qué hora termina tu turno?

A mi pregunta le siguió su silencio, no le parecía apropiado mi tono desenfadado, no me hacía falta tenerlo enfrente para estar segura de que mi comentario lo había molestado, pero mira que a estas alturas ya no me interesaba, yo sólo quería que él viniera a casa y abrazarlo, qué importaba una sepa de un virus mortal para variar, yo ya había comprado todo lo necesario para la cena de todas maneras; iba a ser una pena desperdiciar el enorme trozo de salmón que había escogido para ese empleado de hospital que me resultaba tan placentero en más de una forma. Antes de poderle explicar lo del salmón volvió a hablar él:

- Paulette, no estoy de broma, te estoy avisando que no iré a casa.

Su tono serio encendió las alarmas en mi cabeza, de verdad esta podría ser la despedida del amor de mi vida, porque yo, tal vez no haya estudiado medicina, pero había leído mucho y lo digo en serio, mucho sobre lo que este nuevo virus implicaba, siendo el caso que sólo una persona con un buen estado de salud físico podría salir vivo, el caso es que yo sabía que Alexander no lo tenía porque entre las desveladas y las malcomidas que hacía para estar cumpliendo sus guardias en el Hospital, era sumamente difícil que su sistema inmune estuviera al cien.

- Mira Alex, no voy a quitarte más el tiempo porque sé que el paciente debe estar por llegar - traté de contener el nudo en la garganta que se me iba formando poco a poco, amenazante, sin embargo, cogí valor Dios sabe de dónde y continué - cuando te desocupes te vienes a casa y punto, que si de algo nos hemos de morir no va a ser de un "puto" virus importado...

- Paulette...

-Paulette nada, te espero en casa, cuídate lo más que puedas, aunque para eso de las previsiones no necesito pedírtelo, tú solo ya eres bastante hipocondríaco - solté una ligera risa recordando que él es quien siempre prepara el botiquín cuando viajamos previniendo desde una sutura hasta una diarrea intempestiva - tendré lista la cena, te amo.

No le di tiempo de refutar nada, no quería que lo hiciera de hecho, di por terminada la llamada siendo plenamente consciente de que eso era un rasgo de dominación hacia mi pareja y que para nada era mi estilo de llevar mi relación amorosa. Esperé por quince largos minutos su llamada de vuelta intentando hacerme entrar en razón, pero gracias a algo más grande que yo esa llamada nunca se dio.

Me dispuse a preparar todo lo de la cena, monté la mesa incluso y dejé que el reloj corriera libremente, sin embargo, algo en mi vientre no me dejaba estar tranquila, tenía la zozobra de que mi héroe sin capa me dejase plantada, y era una situación muy confusa porque yo sabía que de hacerlo no podría odiarle, yo sabía que si no se presentaba sólo lo haría por mi bien, y ese pequeño gran detalle era como una piedra de tres toneladas metida en mi zapato de tacón preferido.

San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora