Parte sin título 4

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04.

"Querida Luciana la vida es una mierda, pero eso es algo que tú ya deberías saber".

Así empezaba la nota de disculpa que recibió de su marido luego de haberlo sorprendido en su aventura sexual con otra mujer. Habían pasado ya dos años de eso y la conservaba intacta en el bolsillo pequeño de su cartera, creía ella que le servía para recordar todo lo que no es bueno confiar de un nombre, aunque, conforme iba pasando el tiempo se daba cuenta de que en realidad, sólo amotinaba el odio que sentía por aquella situación. Ni siquiera odiaba ya a su todavía marido, quien a pulso había conseguido poco a poco irla conquistando de nuevo.

Ella se había quedado con él, como muchas otras mujeres, por los hijos, pero no quería vivir amargada toda la vida, así que buscó ayuda para ella y para él, hoy cumplían un año de terapia de pareja e iban a celebrarlo como cuando eran novios. Irían a ese centro comercial donde él le había declarado su amor y donde la besó por primera vez. Tomarían un café y después tal vez una o dos copas, por último rendirían tributo a Eros, eso no puede faltar en un aniversario ¿verdad?.

Ella se preparaba para salir, se ponía el vestido negro que había tardado en volver a quedarle, y los zapatos de tacón de aguja color plata que eran la perdición de él. Conforme se alisaba el cabello caía en la cuenta de que había podido superar esa tragedia y ahora ya cada vez le dolía menos recordarla, se sintió orgullosa y feliz.

Ya no se culpaba a sí misma por la infidelidad de su marido, tampoco pretendía restarle importancia, era sólo haberse aprendido a amar de nuevo a sí misma, para recordar que a él también lo amaba y que, no quería dejarle. Una vez su madre le había dicho que en la vida de pareja puede uno perdonarlo todo menos los cuernos, y ella lo había creído, tal vez por eso su primera reacción fue correrlo de su casa, evidentemente lo que más se atrofia ante una realidad tan abrumadora como la infidelidad es el orgullo, pero dejado eso de lado, qué más daba intentarlo.

La cura no habría sido posible de no haber sido porque él también se había comprometido a la causa, juntos dejaron atrás viejos hábitos y la poca comunicación de antaño, habían aumentado el nivel de su relación exponencialmente. Sólo había algo que él no sabía... para que ella pudiera tener el equilibrio necesario hubo la necesidad de que se entregara a otros brazos y a otros besos, fue de otro con tal de restablecer la balanza, pero qué más daba ¿no?, sólo había sido cosa de una vez y nadie tenía por qué saberlo.

Esa noche cuando caminaban de la mano por la plaza, su marido le dijo lo agradecido que estaba con la vida por la suerte de tenerla, ella sonrió y le dio un casto beso en los labios con la plena conciencia de que, en la vida nada tiene qué ver con la suerte.

San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora