02.
Carolina dio su primer beso más a fuerza que de ganas. Lo dio impulsada por el vitoreo de sus cuatro amigas parlanchinas, a un muchacho mayor del que no sabía ni el nombre y al que después de eso ya no volvió a ver porque la llamó loca. Esa fue la razón por la que no reconoció el deseo que se le formó en los labios cuando vio a David.
David era todo menos el personaje que cumpliera con los estándares de novio impuestos por su grupo de amigas, si bien no era mal parecido tampoco era el adonis soñado en el clan del que ella formaba parte. David era cigarro y libros, color negro en toda la ropa, piercing en un oído, cabello revuelto y delgado como somalí. Carolina era lo que se podría haber llamado popular en la preparatoria, tampoco era la más bella, pero siendo parte del grupo de las cinco podría decirse que tenía suficientes prospectos como para entretenerse un rato y ninguno que le interesara.
Al principio creyó Carolina que veía a David por mera curiosidad, como una mancha negra en el cuadro pintoresco conformado por el jardín de la escuela y las canchas de baloncesto donde David fumaba y leía en los descansos. David por su parte, sin un pelo de idiota, se dio cuenta de las insistentes miradas de Carolina y supuso que era probable que se convirtiera en el nuevo blanco de las bromas de esas cinco chicas pesadas, por lo que sólo se propuso esperar los chistes que nunca llegaron.
Las amigas nunca sospecharon que el nuevo lugar de reunión elegido para pasar los descansos hubiera tenido que ver con la curiosidad de Carolina por ese ser de negro, si bien pudieran haber advertido una mirada insistente hacia el otro lado del patio supusieron que se debía a los guapos chicos atléticos que jugaban en las canchas, y cuando inquirían sobre a quién veía ella lanzaba un nombre al azar de los que ahí estaban, ellas se conformaban con eso y estaba bien.
David leía a Jaime Sabines, primero obligado por la clase de literatura que había decidido tomar, luego, maravillado por la precisión del lenguaje de ese autor para referirse a la mierda que debía ser el amor. Eran las diez de la mañana pero David no lo sabía, él sólo leyó para sí mismo:
Te quiero a las diez de la mañana
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mi, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
JAIME SABINES
Estaba absorto en la lectura cuando una parte de su mente se distrajo debido a una insistente mirada, al levantar la vista no le sorprendió ver a las cinco chicas de siempre riéndose sonoramente, bueno, todas menos Carolina, quien lo miraba fijo a él...
Se cruzaron las miradas, dos, cuatro, ocho segundos... y por un momento todos a su alrededor dejaron de existir, el efecto fue tan palpable para Carolina que le dio miedo y retiró la mirada confundida por lo que acaba de pasar, para David fue diferente... el hecho lo dejó maravillado. En realidad a él le seducía la idea de que la gente desapareciera de su vista, entre más tiempo mejor.
Las últimas clases del ciclo escolar anunciaban el inicio de los exámenes, menos tiempo para descansar y tontear, el grupo de cinco amigas fue pillado con tareas atrasadas y puntos extras qué conseguir para salvar el semestre, Carolina ya estaba más que satisfecha con haber aprobado todas las materias así fuera con las más bajas notas de aprovechamiento, por lo que fue sola al lugar de las reuniones.
Ese día a David se le hizo tarde para llegar a su lugar favorito y ponerse a estudiar. Cuando cruzó el pasillo que llevaba a las canchas de baloncesto por primera vez tuvo una visión distinta de las cosas, vio sentada a Carolina de espaldas a él y no de frente, se deleitó con su lustrosa melena que caía sobre sus hombros delgados, percibió las formas delicadas de su cuerpo y fue consciente de los motivos por los que tantos muchachos la consideraban bonita. La gravedad cambió de dirección en el planeta, dejó de sujetar sus pies al suelo y en su lugar hizo que sus pasos se dirigieran magnéticamente hasta la banca donde ella estaba para quedar apenas a unos pasos de distancia.
Carolina miraba el lugar vacío donde debería estar sentado David y lo extrañó, como si lo conociera, como si fuera ese milagro que le infundía paz y que ahora ya no estaba para hacerlo, comenzó a cuestionarse en su cabeza si se habría enfermado, si estaba en clase o tal vez haciendo algún examen, quizás había cambiado su lugar para fumar... las preguntas todas juntas en su mente rompieron un dique en su boca y se le escapó un:
- ¿Dónde estás?
A continuación una voz desconocida a su espalda le contestó.
- Aquí.
Carolina volteó sorprendida, no tanto por la voz sino por la respuesta directa y clara que recibió. Una tranquilidad incomprensible le llenó el alma en un segundo y al siguiente la hizo sonrojarse como una tonta cuando vio a David firme detrás de ella, Carolina se sentía como el niño que había sido pillado robándose el tarro de galletas antes de la cena, debía decir algo urgente y no se le ocurrió otra cosa:
- Se te hizo tarde.
- Lo sé – contestó el muchacho contrariado y divertido al mismo tiempo ante la reacción de Carolina por su presencia. Carolina se dio cuenta de que David trataba de ocultar una sonrisa y se sintió ofendida por la fugaz idea que tuvo de que él se burlara de ella, por lo que sin mucho razonarlo le soltó.
- ¿Y qué haces ahí parado? – trató de sonar ruda pero no lo consiguió, David se dio cuenta y se divirtió un poco más.
- Pensé que si me tenías cerca podrías verme mejor – contestó él con suficiencia.
Carolina pasó del colorete coqueto al carmesí intenso y agachó la mirada, pero no se daría por vencida, ella no sería la tímida de la situación así que en un intento por recobrar la compostura dijo:
- Genial, siéntate entonces – lo dijo con cierto aire de grandeza y creyendo que David se negaría y seguiría su camino, pero para su sorpresa no fue así, David se sentó a su lado con cuidado de no invadir el espacio personal de la muchacha. Sacó el libro de Jaime Sabines que ya había terminado, en lugar de los apuntes de filosofía para el examen del medio día y cayó al azar en el que más le gustaba, por lo que se dispuso a leer sin una razón justificada y en voz alta Te quiero a las diez de la mañana...
Carolina aspiró el aroma de David y cerró los ojos por un momento agradeciendo tenerlo cerca, no sabía bien por qué, tardó semanas en darse cuenta del por qué. David fue más receptivo, se enteró de sus sentimientos desde ese día en la banca porque no necesitó fumar nunca más cuando estaba cerca de ella, además se volvió adicto a ver desaparecer al mundo cada vez que cruzaba su mirada con la suya. Carolina ya no sólo es parte de un grupo de cinco chicas, Carolina ahora es parte de una pareja que la mitad de la escuela considera adorable y la otra mitad considera incompatible, pero que Carolina y David consideran que es lo mejor que les pudo pasar en la "prepa".
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San Valentín
RomanceEl amor no es estático ni en cuanto a su forma ni en cuanto a su intensidad, mucho menos en cuanto a su significado, uno puede hallarlo en cualquier lugar y en cualquier momento, aquí hay un montón de historias cortas que te hablarán de él, ojalá en...