05.
- ¡Te dije que te quiero y tú no has dicho nada!
La frase tenía el mismo tono que el de un insulto y ante ello Ramsés no pudo hacer otra cosa que abrir los ojos como platos. Era difícil saber en qué momento de la conversación todo se había vuelto tan tenso entre ellos, así que Ramsés intentó en su cabeza revivir la conversación.
Raquel: llegaremos tarde a la cena.
Ramsés no dijo nada, siguió vistiéndose.
Raquel: ¿cómo quieres que te presente ante mi familia? les digo que eres mi ¿novio?... – titubeó Raquel y Ramsés se puso a pensar si lo correcto era llamarlo novio, él traía la sortija en la bolsa del saco y no se había decidido a entregársela esa tarde o a esperar a la cena frente a su familia.
Él recordaba con exactitud todas las veces en que, haciendo el amor, ella le había dicho que lo amaba y le había propuesto matrimonio ahí, con él dentro de ella... al principio él creyó que era todo parte de las bobadas que uno dice cuando está excitado, no se lo tomó en serio evidentemente y por ello, cuando Ramsés la escuchaba, se limitaba a sonreír y la atizaba con más ganas, en recompensa ella perdía la cordura y se corría maravillosamente. La idea del matrimonio poco a poco fue germinando en el corazón del artista plástico entre más orgasmos le propiciaba a la que, de todos modos él ya consideraba su mujer.
Ramsés la amaba, la amó desde el primer día pero su personalidad parca no le había dado ni la mínima oportunidad de expresar sus sentimientos, al menos no con palabras. En lugar de eso Ramsés hacía ciertas cosas por ella: se aseguraba de llevar siempre un suéter extra en el auto por si ella se negaba a llevar uno propio y luego (como casi siempre pasaba) tuviera frío; además Ramsés tenía siempre una dotación de las galletas favoritas de Raquel en la gaveta de la cocina y en la del escritorio del ordenador donde ella se sentaba a escribir; cuando se quedaba dormida con los lentes puestos se los guardaba en su estuche para que no se le estropearan, no le molestaba ir a comprar las toallas femeninas cuando venían en falta y en general, estaba pendiente de ella en lo que podía porque daba la casualidad que Raquel se llamaba a sí misma feminista y procuraba que Ramsés no se inmiscuyera demás en su rutina diaria.
Como Ramsés seguía en silencio Raquel se desesperó y volvió a increparlo:
- Ves, no dices nada Ramsés, si quieres mejor no ir a la cena y ya, por qué te cuesta tanto trabajo ser claro... yo soy clara Ramsés te quiero, yo te quiero –
Ella hizo énfasis en su dicho y a él se le llenó de calidez el corazón, intentó aclararse la garganta para dar el discurso que había preparado para ella, creyó que lo mejor era que portara el anillo de una vez y que fuera lo que Dios quisiera en la cena con sus padres, lo cierto es que lo que iba a decir era lo más difícil que fuera a decir en su vida... por lo menos hasta ese momento de su vida y se puso a reparar en el traje gris que él rara vez usaba y que llevaba ese día, en el saco que ya tenía puesto y en que le faltaba la corbata, lamentó no haber estado peinado pero bueno... era el momento.
Pero fue ahí cuando Raquel explotó:
- ¡Te dije que te quiero y tú no has dicho nada!
Fue el silencio... el duro silencio de Ramsés lo que la sacó de quicio, al menos eso creyó él, completamente ajeno al estrés de Raquel por tener que presentarle a sus padres al amor de su vida y que ella tuviera que llamarlo "amigo" porque él nunca le había propuesto otra cosa, al menos no directamente. Vivían juntos, dormían juntos, se eran fieles el uno al otro, pero que él la presentara como novia eso no... a lo mucho la llamaba "mi Raquel" frente a los amigos y conocidos en general, la trataba con respeto y nunca soltaba su mano en tanto no fuera absolutamente necesario.
Vueltos a ese momento siguieron las lágrimas de Raquel y darle la espalda a Ramsés para salir de la habitación... era el silencio lo que pasaba creyó Ramsés, entonces sería el silencio lo que tendría que repararlo, por eso él la siguió hasta la sala, la sujetó por el antebrazo y la giró hacia él, la besó con violencia y ella apenas hizo fuerza por resistirse porque él no se lo permitió, Ramsés le invadió la boca con la lengua húmeda y ella no tuvo más remedio que entregarse a lo que ya sabía, ella le pertenecía aunque él nunca se lo hubiera pedido y por eso ella lloró con un poco de más de ahínco pero sin el valor de separarse de él.
Ramsés tenía bien sujeta a Raquel con una mano en la cintura y con la otra se las apañó para sacar la pequeña cajita que dormía en su saco, tan pronto lo hizo se separó de ella y sin preguntar nada la abrió frente a sus ojos, tomó la sortija y la puso donde pertenecía, en el dedo anular de la mano izquierda de Raquel.
Raquel no dijo nada sólo se le quedó viendo, lo que era un milagro, y por fin él pudo hablar:
- Iba a preguntártelo pero sería arriesgarme a que me dijeras que no, y eso es algo que no pienso padecer... preséntame a tus padres bajo el título que te plazca, total, yo soy tu futuro esposo y eso nadie lo puede cambiar... a menos, claro, que huyas de la casa - terminó diciendo y se encogió de hombros.
Raquel seguía atónita pero eso no fue motivo para no echársele encima a Ramsés y soltar el grito de una loca, él sonrió satisfecho. No es que fuera la propuesta más romántica, ni en el momento perfecto, tampoco era la sortija más costosa y mucho menos el discurso que él había ensayado, pero sí eran las dos personas que se amaban más la una a la otra en ese precioso momento y con eso bastaba y sobraba.
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San Valentín
RomanceEl amor no es estático ni en cuanto a su forma ni en cuanto a su intensidad, mucho menos en cuanto a su significado, uno puede hallarlo en cualquier lugar y en cualquier momento, aquí hay un montón de historias cortas que te hablarán de él, ojalá en...