Boda

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— ¡Por Dios, Will! ¡Te ves horrible! —. A pesar del comentario Will le sonrió a Beverly mientras esta revoloteaba a su alrededor, Alana le lanzó una mirada envenenada antes de ponerle a Will un bonito pañuelo bordado en su elegante traje de boda.

—No le hagas caso, Will. Te ves un poco cansado, pero estoy segura que a Hannibal no le importará, yo tampoco habría podido dormir la noche antes de mi boda -. La voz de Alana sonaba comprensiva y maternal, Beverly asintió dándole la razón pero Will apenas las escuchaba. Ojalá pudiera atribuirle su cansancio a los nervios. Los invitados podrían creerse que el delicado y enamorado Will Graham perdiera el sueño, nervioso por el día en que uniera su vida con el afamado y carismático miembro de la alta sociedad de Baltimore Dr. Hannibal Lecter. Pero Hannibal no. Cuando despertaron esa mañana se levantó de la cama, le besó la frente y le preparó café bien cargado.

—Aun no entiendo porque no quieren irse de Luna de Miel, la gente no se casa todos los días Will. ¿No quieren estar solos?

— ¿Lo dices por Abigail? No, Alana. Abigail es hija nuestra ahora. Cuando termine los exámenes y obtenga su certificado de preparatoria nos iremos todos juntos de viaje antes de que nos deje por la Universidad.

—Will, Abigail perdió casi un año de clases. ¿Piensan esperar ese año?

—Nuestra familia es pequeña y reciente. La disfrutaremos todo lo posible, Hannibal está de acuerdo y Abigail a necesitará ayuda cuando llegué el aniversario de sus padres.

Ese sería el momento más difícil. Abigail saldría adelante, claro. Tenía una nueva familia que no le haría daño. Familia que caza junta y canibaliza el cadáver se queda junta. O eso le gustaba decir, Hannibal a menudo la reprendía por lo sarcástico de sus comentarios, pero mentiría si negaba lo mucho que le divertía su perspicacia. Cuando Abigail perdió a sus familiares, uno en manos de Will, Harry deseó por primera vez volver a su mundo, visitar el valle de Godric y a sus padres. Pedirles disculpas. Pero no lo hizo y ese impulso desapareció rápidamente.

Sin embargo su nerviosismo no desaparecía. Su boda era más que nada una excusa para que Hannibal diera la más grande cena de su vida. Entre los invitados estaban los pocos amigos de Will, sus compañeros de trabajo y Jack. Su esposa había declinado amablemente la invitación. Will se sintió mal por ella, debía sufrir mucho su enfermedad y también lo degenerativa que se había tornado en los últimos meses. Sin embargo, Bella y su sufrimiento lejos de humanizar a Jack lo habían convertido en un hombre herido e insensible, buscaba venganza en su trabajo y perdía la perspectiva. Ella moriría pronto.

Nadie caminaría hasta el altar. Había muchas sillas, flores fragantes, una orquesta de 20 personas y un juez listo para unirlos a los ojos de la ley. Hannibal había comprado un par de hermosos anillos de platino, alianzas. Abigail había insistido en guardarlas hasta el momento en que las pusieran en sus dedos cómo sello de su amor. Will no escuchaba los murmullos alegres o las risitas de la gente que tomaba fotografías o estiraba el cuello para ver mejor. 

Hannibal lucía radiante en su traje negro y una hermosa corbata rojo sangre bordada a mano. Por supuesto era bordada a mano. 

Su cabello perfectamente peinado y sus labios suavemente curvados en una sonrisa dedicada solamente a él amenazaron con sumirlo en la locura.

Se habría lanzado sobre él, para sentirse suyo durante horas. Había hecho lo posible por defenderse ese día. Se había cepillado cuidadosamente el cabello, largo como estaba sus rizos eran tan descontrolados como cuando el cabello estaba corto, pero a Hannibal no parecía importarle tampoco ese detalle. Will se paraba frente a él, con una sonrisa nerviosa pero sincera, que subía hasta sus ojos, Hannibal nunca sabría que tenía los ojos de su madre.

Suficient (2nda edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora