Milán esperó pacientemente frente a la puerta durante lo que pareció una eternidad, hasta que finalmente se abrió, revelando a la Señora Hannah con un rostro marcado por la tristeza, el dolor y la ira. Sin necesidad de palabras, Milán comprendió lo que había ocurrido, reconociendo en la expresión de su amiga el reflejo de un profundo sufrimiento.
La figura de la Señora Hannah era impactante: con su larga cabellera y unos labios exuberantes que evocaban la envidia de muchas mujeres, recuerda a las estrellas de cine que anhelan esa perfección artificial. Su nariz respingada evoca la belleza de las mujeres de la India, y sus ojos, grandes y expresivos, completaban un rostro que denotaba una belleza atemporal, a pesar del dolor que ahora lo empañaba.
Una vez dentro, Milán subió las escaleras y abrió la puerta del dormitorio de su amiga, encontrándola recostada en la cama, sumida en su habitual melancolía. Sophie alzó la mirada, apenas interesada por la presencia de Milán.
— ¿Por qué no simplemente saltaste del balcón? — preguntó ella, con un atisbo de confusión en su voz.
Las casas de Milán y Sophie están contiguas, con balcones tan cercanos que a menudo saltan de uno a otro, pero ese día Milán decidió no hacerlo, sabiendo que Sophie no estaba en condiciones de recibirlo.
— He perdido la llave y no puedo abrirlo — explicó él.
— Siempre lo mismo contigo — le reprochó ella, entre risas.
— Además, tu balcón estaba cerrado y la música estaba demasiado alta hace un rato... así que supuse que si saltaba no me escucharías.
— Buena observación — concedió ella. Milán observó las manchas de pintura en la habitación y sacudió la cabeza. Por más que intentara ayudar a su amiga a ver la realidad, parecía una tarea imposible. Pero esa es la esencia de la amistad, ¿no? Seguir intentando, incluso cuando parece inútil.
Al sentarse junto a Sophie, Milán notó que ella no tenía reparos en estar solo con una camisa frente a él. Pero para Milán, que ha visto a su amiga en bikini, esto no era nada. Se quedó a su lado por un tiempo, hasta que un bostezo escapó de sus labios.
— ¿Irás al colegio mañana? — preguntó Milán. Sophie se volvió para mirarlo.
— No tengo ganas — admitió.
— Yo tampoco — coincidió él.
— Escapemos — sugirió ella, con un destello travieso en los ojos, esperando la aprobación de Milán. Pero sabía cuál sería la respuesta.
— Tenemos clases — respondió él. Milán podía ser tan predecible como un reloj suizo, a veces se preguntaba cómo se habían convertido en amigos. Pero luego recordaba la soledad que compartían y todo tenía sentido.
Milán, un hijo adoptado, tenía una relación excelente con sus padres adoptivos, pero su origen siempre fue motivo de burla por parte de otros. Se preguntaba cómo serían sus padres biológicos y, a menudo, se sentía como un extraño en su propia piel.
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"ROMPIENDO CADENAS" [Editando]
Teen FictionPrólogo Quién iba a pensar que lo que comenzó con intercambios de miradas furtivas y sonrisas cómplices terminaría en un amor prohibido para Sophie. Se vio atrapada en un torbellino de emociones que le susurraban lo errado de su elección, pero dicen...