— ¿La has convencido? — pregunta Natalie levantando una ceja, sin estar segura si creerle a su dulce novio.
— Pero quiere un helado de tres sabores. — asiente Matthew. Ella frunce el ceño, sorprendida de que Sophie haya accedido a la sugerencia de Matthew. Está segura de que si ella hubiera insistido, Sophie habría rechazado la idea de plano. Es desconcertante ver cómo Matthew tiene más influencia sobre su hermana que ella misma.
Quizás Sophie esté tramando algo. Sabe que no se rendirá fácilmente; hará todo lo posible por echarlos de casa.
Ve a su hermana bajar las escaleras, luciendo unos jeans rotos por todas partes y una camiseta rosa que nunca imaginó que usaría. Su cabello está recogido en una coleta y Matthew la mira con una gran sonrisa; Natalie frunce el ceño. No le gusta la idea de que estos dos estén desarrollando una amistad. Preferiría que se detestaran, sinceramente.
Ella toma la mano de Matthew de inmediato, lo que provoca un ceño fruncido en la otra chica mientras salen por la puerta, seguidos por ella. Una vez en el auto, escuchan cómo Sophie aclara su garganta y ambos se voltean para mirarla.
— ¿A dónde vamos? Por cierto, me duele el estómago. — comienza a decir mientras se agarra el vientre con ambas manos.
— Tonterías. — responde Natalie. — Sube al auto, vamos a comprar un regalo para mamá, ya sabes, por dejarnos quedarnos aquí todo el mes.
— ¿El mes? — pregunta ella, abriendo los ojos sorprendida. ¿Un mes aguantando a esa pareja que parece sacada de Los Locos Addams? Siente como si pudiera escuchar esa música espeluznante con el chasquido de dedos cada vez que los ve juntos.
— Sí, el mes.
— Me duele el estómago. — responde ella bruscamente mientras se da la vuelta y camina hacia la casa. Escucha los gritos de su hermana detrás de ella, pero se niega a voltearse.
Natalie está discutiendo con Matthew, como si todo fuera culpa de él.
— ¡Dile algo, ya que son tan amigos!
— Vamos, Natalie, le duele el estómago. ¿No puedes comportarte como una adulta solo por un día para cuidar a tu hermana?
— Tú ve a cuidarla si te preocupa tanto que tenga un maldito dolor de estómago. — responde ella mientras se sube al auto y se va, dejando a Matthew atrás. Este lanza un par de maldiciones al cielo y se tapa los ojos con las manos, deseando estar en Italia en ese momento; cuando Sophie se comporta así, es divertido, pero cuando lo hace su novia, es realmente frustrante.
Camina hacia la casa y después de varios timbrazos logra que su cuñada abra la puerta con una expresión de desagrado. Tiene una bolsa de papas fritas en la mano, lo que sugiere que quizás no está tan enferma del estómago después de todo.
— Eso no es medicina. — le advierte él. Ella ríe.
— El día en que me preocupe por eso, me avisas. Por ahora, siéntate y espera pacientemente a que me importen tus palabras. Si quieres, toma un número, pero te advierto que la fila es larga. — le guiña un ojo. Él resopla y cierra la puerta. Se sienta en el sofá y toma el control remoto. Ella abre los ojos como si fuera la locura más grande del mundo.
— Estoy viendo la televisión. — murmura mientras le quita el control de las manos y vuelve a poner un canal de dibujos animados.
— Perdón, no me di cuenta. — dice él. Ella lo mira. Hace mucho tiempo que en su casa nadie pedía perdón por nada. En su casa, el orgullo es lo más importante.
— Se nota. — resopla ella.
— Viziati. — murmura Matthew.
— Deja de decir palabras en italiano antes de que te calle de un golpe en la boca. — le dice ella frunciendo el ceño. — ¿Por qué no fuiste con Natalie? Vamos, sabía que mi felicidad no podía durar tanto. Solo unos pocos segundos antes de que comenzaras a llamar a la puerta.
— ¿Por qué me odias? Estoy intentando caerte bien. Pensé que éramos amigos ahora. Te iba a comprar un helado de tres sabores, ¿recuerdas?
— No, tengo memoria de corto plazo, como el pez de Buscando a Nemo.
— Esa película es buena.
— No te pregunté. — responde ella finalmente. Ve a Matthew levantarse y piensa que se va, así que se recuesta en el sofá y estira las piernas a los lados, pero él simplemente toma una taza y le sirve café; luego vuelve al sofá. No puede invadir la propiedad de la chica, después de todo, él es el extraño que invade y ella es la invadida.
— Albert Einstein decía que las visitas son como los pescados, después de tres días comienzan a dar problemas.
— Ustedes no llevan aquí ni tres días y ya me llenan de problemas.
— Natalie está afectada.
— Natalie, hablemos de ella. — propone ella mientras se sienta en el sofá. — ¿Realmente te gusta? Porque pelean todo el tiempo. ¿Realmente crees que son el uno para el otro? Lo único que hacen es gritarse, y mamá se ha dado cuenta tanto como yo. Apuesto a que ni siquiera pueden tener una conversación sin que uno ofenda al otro, ¿me equivoco?
— Probablemente. — se encoge de hombros. — Pero... Bueno, quiero que nos llevemos bien. Olvida a Natalie, en serio, me agradas.
— ¿Te aplaudo?
— ¿Qué tengo que hacer para que seamos amigos?
— Desaparecer... O comprarme un helado de tres sabores.
— Entonces, vámonos.
— ¿A dónde?
— A por tu helado, vamos a comprarlo.
— ¿De verdad?
— De verdad, principessa. — responde él. Ella frunce el ceño; hace mucho que no llama así a alguien. Solía llamar así a Natalie cuando la conoció. Pero Sophie no conoce las palabras en italiano como las españolas.
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"ROMPIENDO CADENAS" [Editando]
Teen FictionPrólogo Quién iba a pensar que lo que comenzó con intercambios de miradas furtivas y sonrisas cómplices terminaría en un amor prohibido para Sophie. Se vio atrapada en un torbellino de emociones que le susurraban lo errado de su elección, pero dicen...