1. Hamlet

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El campus principal era enorme y como siempre, llegaba tarde a su primera clase. Tenía que cruzar a toda velocidad los edificios de Ciencias Sociales para luego pasar una parte de Artes, entrar a su edificio y finalmente llegar a su salón.

¿Por qué no simplemente le daban a Humanidades su propio edificio justo como a Ciencias de la Salud o a los de Físico-Matemáticos? ¿Por qué siempre los de medicina y los ingenieros se llevaban lo mejor? No era justo. Su carrera no merecía ser desvalorizada ni mucho menos catalogada como un "pasatiempo".

Iba demasiado apurado y su mala vista no ayudaba mucho. Los lentes se le resbalaron por el puente de la nariz y terminaron en el piso a lo igual que sus libros y dignidad.

¿En serio tenía que tropezarse con sus propios pies gracias a su miopía? Sus rodillas sintieron todo su peso caer en ellas causándole dolor, obviamente. De ahora en adelante debía procurar levantarse temprano para ponerse las lentillas y no aquellos viejos lentes que le lastimaban y le hacían parecer un gran nerd.

Poco le importaron las risas disimuladas de algunos alumnos que estaban a su alrededor. Se levantó con rapidez y con la cabeza bien en alto retomó su camino doblando en la esquina hacia la derecha. Cruzó unos cuantos pasillos más sintiendo el frío aire mañanero colarse por su bufanda y decidió caminar un poco más lento cuando vio la hora en su celular. Genial, trece minutos tarde, ya no podía entrar a su primera clase. En la universidad no existían los retrasos cuando tenías profesores seniles; aquellos vejestorios eran estrictos y duros como rocas.

Suspiró un tanto amodorrado desviándose hasta uno de los jardines traseros que los edificios de Sociales y Humanidades compartían. Se sentó en una banca cómodamente y se dedicó a ordenar su mochila; era un completo desastre porque antes de salir de casa apenas pudo meter sus libros. Se había quedado dormido por estudiar hasta la madrugada para una exposición que tenía hoy y por la mañana al levantarse, notó que iba tarde, muy tarde. Apenas se lavó el rostro y la boca, agarró sus cosas y salió de su departamento a toda velocidad.

Cansado de la vida, rascó con rudeza su cuello sintiendo su piel escocer al instante. Respiró profundo para calmarse. No quería enojarse por algo tan pequeño como eso, podía pedir los apuntes después y las faltas no eran demasiado problema para un alumno tan responsable como él o eso quería pensar. Sacó su celular y revisó algunos textos, terminó aburriéndose al instante.

Entonces una risa que parecía alegrarle el día a cualquiera llamó su atención. Y ahí estaba el dueño de ella, justo frente a él a unos metros de distancia. Lo miró por primera vez y se tomó su tiempo para apreciar a detalle al desconocido. Un rostro que nunca había visto antes, pero que estaba seguro que no podría olvidar fácilmente.

De aspecto frágil como las flores que estaban en la jardinera detrás de él, sentado en la banca frente suyo con las rodillas pegadas a su pecho viéndose muy pequeño y tierno, se mordía el belfo con suavidad y miraba fijamente la pantalla de su celular mientras movía la cabeza, tal vez, al ritmo de alguna canción que escuchaba a través de sus audífonos.

Con el pasar de los días, el final del invierno se acercaba y la primavera se abría paso, la estación más corta del año y una de las más hermosas para el moreno, donde las flores comenzaban a brotar adornando los paisajes antes blancos y opacos debido al clima invernal, de diversos colores; los días eran más largos y el sol brillaba fuertemente sin llegar a ser sofocante. Simplemente perfecto.

Había descubierto por medio de algunos conocidos que su nombre era Wooyeop, Jo Wooyeop. Tenía 21 años como él y estudiaba Antropología. Al parecer era un chico un tanto reservado que, por lo general, podías encontrar en la biblioteca o en los jardines en sus ratos libres. No tenía muchos amigos, pero sabía que muchas personas le tenían aprecio. Parecía ser alguien agradable.

No iba a mentir, se estaba cansando de espiarlo por los pasillos, en los jardines, la biblioteca, incluso en el camino a casa. No era así de acosador, solo que una vez saliendo tarde de clases se dio cuenta de que compartían los primeros 10 minutos de camino del campus a sus hogares antes de separarse en una bifurcación; Wooyeop yendo por la izquierda y él por la derecha.

Finalmente se cansó, su paciencia terminó por agotarse y cabe destacar que realmente no era alguien paciente, en absoluto. El chico que le robaba el aliento parecía no darse cuenta de su existencia, incluso si cruzaban miradas y hasta sonrisas (por amabilidad e incómodas de vez en cuando) en algún momento, Wooyeop parecía ignorar todo lo que se relacionara con su persona. ¡Hasta el edificio de Humanidades! El moreno comenzaba a pensar que ese jovencito no quería tener nada que ver con él.

Ese día había decidido saltarse la última clase y quedarse comiendo un sándwich en el jardín donde solía ir para buscar un poco de soledad. El mismo jardín donde le vio por primera vez. Muy pocos alumnos iban ahí debido a que estaba un tanto abandonado y el internet de la universidad no funcionaba por esos rumbos.

A veces lo miraba por ahí, a veces no, muy pocas veces iba solo, generalmente un moreno de cabello color rojo muy oscuro y ojos de cachorro, un pelinegro de facciones bien definidas y afiladas y un delgado chico risueño de hebras castañas que siempre reía, le acompañaban.

Hoy estaba solo, como los últimos días que le había visto por allí. Lo vio caminar despacio a lo que parecía ser su banca favorita y sentarse, cruzó con delicadeza sus piernas y rebuscó algo en su mochila. Sacó un libro, lo hojeó y terminó por dejarlo sobre sus piernas metiéndose de lleno a su lectura sin prestarle demasiada atención a lo que ocurría a su alrededor.

Hayoung pensaba en qué podía hacer para llamar su atención, en qué debería hacer... Y tal vez estaba pensando demasiado.

Era ahora o nunca, era ya o ya, era el momento o no habría otro, era su oportunidad o su pérdida, era...

«¡A mí también me gusta Hamlet!».

Era su impulsividad y Shakespeare, por supuesto.

Los ojos gatunos le dedicaron una mirada confundida para luego formar unas hermosas medias lunas permitiéndole ver su sonrisa de una forma tan clara y directa que pudo haberlo matado de un ataque al corazón en cualquier momento. Su sonrisa era tan brillante y hermosa que le removió todo el ser de la emoción al haber visto tal gesto digno de un ángel.

El joven de cabello castaño oscuro se acomodó en una de las esquinas de la pequeña banca y palmeó con suavidad la madera vacía a su lado invitándolo a sentarse. Hayoung no tardó más de dos segundos en reaccionar cuando ya estaba sentándose al lado de su crush universitario.

—Mi nombre es Wooyeop, un gusto.

—El gusto es todo mío. Me llamo Hayoung.

Definitivamente escucharlo hablar fue una completa sorpresa. Su voz era suave y baja, muy tranquila; le transmitía una paz increíble. Era un sentimiento completamente nuevo para él.

—Así que... ¿Hamlet?

Sacó su espada y entonces... murió. Luego ella murió y también él murió... y murió.

Hayoung imitó una voz de narrador de muy mala calidad, pero escuchar la risa de Wooyeop le derritió los oídos. Quería escucharlo reír todos los días de ahora en adelante.

—Hamlet es ingenioso con las muertes.

—Definitivamente.

—¿Estudias en el edificio de Sociales? Te he visto un par de veces rondando por allí.

—No, para nada. Yo estoy en el edificio de Humanidades, el departamento de Filosofía y Letras.

—¿En serio? ¿Carrera?

—Lengua y Literatura. ¿Y tú?

—Antropología.

—¿Tratando de sobrevivir en pleno siglo XXI?

Wooyeop le miró, sonrió de lado cerrando su libro y lo dejó a un lado para concentrarse completamente en Hayoung, específicamente en sus ojos.

—Y de romper el estereotipo de estudiar pasatiempos.

Hayoung terminó por reírse al escuchar sus pensamientos plasmados en las palabras de Wooyeop. La conversación fluía tan natural que por un momento olvidó por completo que por fin se había hecho notar en la vida de aquel joven que le robó el corazón sin previo aviso.

A veces ser impulsivo no era tan malo, ¿verdad?

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