Capitulo 14. Pistas del pasado.

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—Signora, hay alguien que la está buscando.

Dejé la brocha con rubor sobre el tocador para encontrarle rostro a esa nueva voz, pero la chica con uniforme negro que había entrado a mi habitación ni siquiera me miraba. Tal vez lo tenía prohibido.

— ¿Dijo cuál es su nombre? —continué maquillándome.

—No-no —la voz le tembló—. Dijo que lo reconocería en cuanto lo viera.

¿Quien podría estar buscando a la persona más solitaria de toda Italia? Para ser honesta: el único que vino a mi mente (por obvias razones) fue Vittorio. Nadie en ese país era lo suficientemente cercano a mi como para visitarme en casa de los Salvatore.

Me pareció muy extraño que quisiera verme. Después de nuestra cena de media noche: él había desaparecido.

Al parecer había tenido que hacer un viaje de emergencia por cuestiones de negocios. Sí, me envió un mensaje de video diciendo "Nos vemos el viernes por la noche, amore mío". Y luego me mostró la ventanilla de un avión.

Me pareció muy extraño que no dijera que era él quien quería verme; pero asumí que podría ser una de esas pruebas sorpresas a las que había dicho que me sometería, aunque también podría ser una simple broma.

Le pedí a la chica de uniforme negro que llevara al hombre misterioso al salón para visitas, y le ofreciera algo para beber mientras me esperaba. Esa era una de las lecciones que había aprendido en mis clases de: "Etiqueta y buenas costumbres".

Otra de las lecciones del manual decía que no podías hacer esperar a las visitas por mucho tiempo. El tiempo recomendado era de tres a cinco minutos.

Con eso en mente: salí tan pronto me eché una última mirada al espejo. Con esa ropa que Vittorio había comprado para mi: siempre lucia como si hubiese salido del clóset de una chica de los 60's.

Ese día no fue la excepción. Llevaba puesto un vestido azul cielo, con un estampado de flores naranjas, rosas y blancas. Lo único que no iba a juego era el collar que Vittorio me había regalado el día de nuestro compromiso.

Si bien, yo prefería vestirme como Regina George,
verme con esos vestidos tan lindos y diminutos le ayudaban a mi cerebro a entender que todo era una farsa, y que esa que se reflejaba por los espejos y ventanas de la casa: no era Valeria Klein; si no la esposa falsa de Vittorio Salvatore.

Me dejé de tonterías y caminé con prisa hasta el salón donde el hombre misterioso (Vittorio Salvatore) me esperaba. 

Admito que al abrir la puerta, mis ojos buscaron inquietos su silueta, mientras mi olfato comenzó a recordar el aroma de su perfume. Una parte de mi en verdad deseaba verlo. ¡Y como no! Cenar con él me había dejado un buen sabor de boca.

— ¡Ciao, Valeria!

De pronto, y sin que pudiera evitarlo: Sebastián Guerra se acercó para besarme las mejillas. Sí, escucharon bien: Sebastián Guerra; ese mismo hombre que había apagado su cigarrillo sobre el dorso de la mano de Vittorio, estaba frente a mi con una sonrisa cordial.

¿Qué diablos estaba haciendo en mi casa sin una invitación previa? Verle la cara me resultaba molesto, aunque no pude demostrarlo pues esas no eran las cosas que una mujer de sociedad pudiera hacer.

—Ciao, Sebastián —escondí mis sentimientos negativos tras una falsa sonrisa—. Que agradable sorpresa —mentí con descaro—, aunque debo admitir que no esperaba verte.

—Lo siento, es solo que estaba cerca, y creí que sería buena idea pasar para saludar —de buenas a primeras me entregó un ramo de gardenias—. Disculpa mi atrevimiento, pero no podía llegar con las manos vacías.

El Dueño De La Mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora