Capítulo XIV: Melocotón con miel.

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El aroma ahumado de la carne, el vapor de la sopa y la frescura de los vegetales había tomado de improvisto al joven, el cual se mantenía firme a beber nada más que te, pese a estar muy delgado el joven cazador se negaba a probar bocado alguno, a no ser que su pareja le invitara uno de su plano.

— ¡Prueba esto! — Comentó Kanroji acercándole un bocado de arroz frito con setas—. Está delicioso.

Iguro miro a los costados cerciorándose de que no lo vieran y se bajó un poco las vendas, haciendo una apertura por la cual la boca recibiría el bocado que su amada le entregaba.

— Esta...— Comentó el joven mascando y una vez tragado prosiguió—. Rico.

— Verdad que sí. — Dijo ella llena de energía y vitalidad mientras daba otro bocado saboreando la comida—. Últimamente me ha estado gustando comer arroz con daikon.

Mitsuri llevaba comiendo cuatro platos de arroz, cuatro ohagi, una sopa y un plato con daikon con lechuga y coliflor, parecía no poder saciar su apetito. Algunos comensales la miraban extrañados, "¿Cómo una joven tan delgada y esbelta puede comer tanto?" se preguntaban en voz baja, y era verdad, la joven Kanroji podía comer todo lo que quisiera y no engordaría, todo gracias a su contextura única.

— Kanroji. — Comentó Iguro señalando la bolsa de papel que tenía la joven a su lado—. ¿Qué compraste?

Kanroji junto los dedos pensativa y luego se acercó al oído del joven para susurrarle.

— Hay que ir a mi casa, te quiero mostrar lo que compré.

Obanai miro fijamente a la joven. Él trataba de descifrar el mensaje oculto que había en esa oración, dentro de su cabeza trataba de ordenar las piezas como si fuera un rompecabezas tratando de hallar la respuesta concreta.

— Claro. — Dijo él, tranquilo—. Yo pagare la cuenta.

— Yo pago lo mío. — Propuso la joven—. Aún faltan cosas que quieres arreglar en la cabaña de tus padres. ¿Cierto?

— ¿Mitad y mitad? — Preguntó él sacando su monedero de tela.

— Vale. — Sonrió de forma picara.

Después de pagar la gran suma que salía todo, ambos cazadores se dirigieron a una zona casi alejada del pueblo. La residencia de Kanroji se encontraba en una pequeña colina rodeada por árboles y grandes rosales.

Entraron a la gran residencia con el dojo al costado y el colorido jardín, dejaron sus zapatos en la entrada de la casa y continuaron por los pasillos, había varios adornos, floreros, pinturas y retratos que adornaban la casa.

Iguro seguía de cerca a la joven Kanroji quien le había tomado la mano, caminaron por algunos pasillos más hasta llegar al otro extremo de la casona entrando en la habitación de la muchacha.

La habitación de Kanroji era casi tan grande como su dojo, con un futón plegado en el suelo, varios closet y un armario, una gran ventana que daba hacia el jardín, y en un rincón había una pequeña mesita con fichas de dominó y unos dados.

— Espérame aquí. — Comentó ella deslizando su mano de la de él y saliendo de la habitación.

Iguro se mantenía pensativo viendo a los lados. La habitación era inmensa, con varias pinturas de paisajes primaverales y de gatos esponjosos, también sobre un pequeño mueble de madera con un espejo estaba un cuadro en el cual estaba dibujado la familia de Kanroji, ella junto con sus cinco hermanos y padres, con la leyenda que decía "Lazos tan fuertes que el amor y la familia, no lo olvides."

Mientras Obanai miraba las pinturas, Kanroji daba una última repasada al libro que Kocho le había prestado, se trataba de una recopilación de 69 poses sexuales ilustradas con una pequeña descripción de cómo llevarlas a cabo, más un agregado, una página dedicada Shibari y hablando de los Nawashis, maestros en el arte del shibari.

El latido de la serpienteWhere stories live. Discover now