Capítulo XI: Desahogo

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La noche fue larga y apasionada para ambos jóvenes, se mantenían entrelazados y cubiertos por las sabanas mientras continuaban con el acto.

Ligeros mordiscos en el cuello por parte de su compañero la hacían sentirse acalorada, sintiendo el fuego dentro de ella mientras era penetrada por su pareja haciéndola soltar pequeños y cortos gemidos que era la motivación del joven para moverse despacio pero continuo, ambos manteniendo sus manos entrelazadas.

— Te amo. — Susurraba el joven al oído de la muchacha.

La joven jadeaba de manera repetitiva y las pequeñas pausas que tenía era solo para retomar el aliento.

— Yo también te amo. — Respondió con la voz entrecortada.

De forma perversa, Iguro descendió su mano izquierda rozando los pechos y el vientre de Mitsuri hasta llegar a su sexo en donde palpo con delicadeza el clítoris de la joven. Al mínimo roce de su sexo, Kanroji se arqueo soltando un gemido a la par que clavaba sus uñas sobre el dorso de la mano de su amor.

Iguro apretó los dientes, el ligero dolor de las uñas clavándose sobre su piel lo hizo detenerse por unos segundos para luego continuar con mayor fuerza y dedicación hasta que juntos llegaron al clímax sintiendo como cada musculo se tensaba para después relajarse.

Iguro se apartó de la joven para recostarse a su lado, ambos jadeaban y estaban cubiertos de sudor.

Recostados de lado se contemplaban en la seguridad de las sombras, él acerco su mano a la mejilla de ella acariciándola con ternura y deseando que esto no se acabara, por su parte ella deslizo su mano por el cuello del joven hasta la nuca sintiendo el cabello entre sus dedos.

— Iguro...— Dijo ella con timidez.

— ¿Sí?

— ¿Cómo pasó? — Mitsuri fue ambigua en su pregunta, pero Iguro sabía muy bien a lo que se refería.

Iguro apartó su mano del rostro de Mitsuri tomó su mano y la alejo de su cabello.

— Lo siento. — Dijo ella agachando la mirada—. Hay que descansar...

— Mañana. — Iguro rodeó con sus brazos el esbelto cuerpo de Kanroji—. Mañana te lo diré.

— Vale.

Se acostaron a la media noche, después de haber repetido el acto por tercera vez, ya por la mañana el sol daba directo en el rostro del joven haciéndolo despertarse y girar la cabeza hacia un lado. Su serpiente, y no la que tenía entre las piernas, seguía enrollada en el perchero de la esquina.

Obanai se levantó destapando a la joven hasta la cintura dejando al descubierto sus pechos, el muchacho se quedó hipnotizado viendo los pequeños lunares que tenía la joven debajo de cada pezón. Acerco su mano hacia el busto de la joven y con el dedo índice palpo dichos adornos naturales, luego rodeó el borde de la aureola rosada con la yema de su dedo, agacho la cabeza hacia el pecho de la joven, pero deteniéndose a mitad de camino el joven giro su cabeza hacia la ventana.

El muchacho se levantó con una erección dirigiéndose a la ventana para abrirla un poco, luego se acercó a su pálida serpiente la cual seguía enrollada en el perchero, tomándola entre sus manos la dejo deslizarse por la ventana.

— Vigila que ningún cuervo se acerque, cuento contigo Kaburamaru. — Exclamó el joven a su escamoso amigo.

Iguro se dio la vuelta dándose con la sorpresa de que Mitsuri se había sentado en el futón soltando unos bostezos.

— Buenos días. — Exclamó ella con una sonrisa—. ¿Quieres ir a desayunar?

Iguro agacho las cejas y estando completamente resignado asintió en silencio.

El latido de la serpienteWhere stories live. Discover now