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Para Steve, ya no había mañana que sea diferente. Se hallaba solo en su casa, como últimamente solía estarlo, y mientras estaba acostado en su cama sintió cómo silenciosas lágrimas se deslizaban desde los extremos de sus ojos, pasando por sus mejillas, hasta aterrizar en la superficie blanda de su colchón.

Esta horrible sensación le obligó a levantarse, ya que estaba despierto desde hacía media hora. Todo estaba oscuro, dedujo que era de noche. Miró su reloj sobre su buró; marcaba las 3:54 de la madrugada exactamente. Se secó las lágrimas bruscamente, sollozando apenas, y se levantó haciéndose paso hasta su cocina.

Buscó en alguno de sus cajones de por ahí el frasco de antidepresivos. Apenas lo encontró sacó tantas pastillas como pudo, y para tragarlas lo hizo con lo primero que vieron sus ojos sobre la mesa de la cocina.

Una botella de vodka a la mitad. Se tiró quien sabe cuántas pastillas dentro de su boca y las tragó con ayuda de ese líquido. Tragó tanto de éste como pudo para que todas las pastillas pasen. Hizo una mueca, pero se tragó todas.

Los días anteriores había seguido las reglas que se hallaban detrás en la etiqueta del frasco. "En el desayuno... Una pastilla diaria... No tomar con alcohol." Pero al cabo de unos días ya no le importaba. Ya nada importaba.

Si mi vida fuera importante,

Continuó bebiendo de la botella de vodka, cuando sacudió el frasco de las pastillas notó que ahora éste estaba vacío. Se había gastado aproximadamente veinte pastillas en menos de una semana. Steve tenía más problemas de los que él mismo creía tener.

Quería más. Necesitaba tragarse más pastillas. Entonces buscó en otro de sus cajones los somníferos que había comprado junto con los antidepresivos. Pensó que para conciliar el sueño debía tomarse al menos unas diez. Definitivamente no era la dosis correcta.

Asentó la botella de alcohol vacía junto a ambos frasquitos, los dos igual de vacíos, sobre la meseta de mármol en su cocina. Con su torso desnudo y tan solo vistiendo unos pants holgados, regresó caminando hasta su cuarto.

Preguntaría si viviré o moriré,

En su trayecto, sin querer eructó y se sintió provocado, como si fuera a vomitar. Se tocó el abdomen y se detuvo en frente de su armario, en el cuarto de al lado de su habitación. Se restregó sus manos en su cara, cuando vio su reflejo en el espejo cerca de su armario.

Todas las luces estaban apagadas, pero podía verse a él mismo, o bueno, podía ver su propio reflejo, gracias a la tenue luz de la luna que entraba por las ventanas. Bajó sus manos a los respectivos lados de su torso. Se miró por unos segundos.

Mierda, parecía un anoréxico, si no es que en realidad era uno y simplemente Steve no quería aceptarlo. Últimamente no comía para nada bien. Observó su pecho y abdomen, notando que sus costillas estaban a punto de salirse de su piel. Vio sus brazos igualmente delgados, luego a sus huesudas manos.

Pero sé que las respuestas,

Se acercó al espejo lentamente, ahora fijándose en el reflejo de su rostro. Con sus dedos estiró debajo de sus ojos rasgados, notando las enormes ojeras y bolsas que tenía alrededor de éstos. Sus pómulos resaltados y sus labios agrietados acompletaban el horror que veía en el espejo, aparte de su melena rubia desarreglada.

Asqueado de sí mismo, frunció su rostro y en un acto imprudente de ira lanzó un puñetazo al espejo. A pesar de que Steve se hallaba en un estado débil, el espejo no era muy resistente de por sí. Enseguida se quebró desde un mismo punto a sus alrededores, como si una gota de agua cayera en un charco.

Con el espejo quebrado, el guitarrista miró su reflejo una vez más. Su imagen se veía distorsionada en los trozos rotos del espejo, como si hubieran varios de él, aunque todos partían desde uno mismo. Así se encontraba Steve por dentro. Roto en varias partes.

Se hallan lejos de este mundo.

Se retiró de enfrente del espejo. Giró sobre su propio eje para dirigirse a su habitación de una vez por todas. Ya ahí, se acostó en su cama con las sábanas revueltas, se hizo bolita y cerró sus ojos lentamente. Sintió una ola de cansancio de la nada. Enseguida se durmió.

Y lo que Steve no sabía, es que esa sería la última vez que tendría la fuerza para abrir sus ojos, al menos en este mundo, ya que se acostó a dormir y jamás volvió a despertar. Los seis meses que la banda se estaba tomando de descanso nunca se completaron.

Él no lo sabía, ni nunca lo sabría. Ya no sentía nada, no sabía si estaba vivo o muerto, o si estaba soñando. Dejó de respirar en pocos minutos, y su alma dejó su cuerpo finalmente. Al menos ahora estaría en paz. Dejó de sufrir, y las voces de su cabeza se callaron de una vez por todas.

Ciérrenme todas las puertas,
Mantengan a aquellos que amo lejos de mí.

Close Every Door To Me [Steve Clark; DL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora