Capítulo III.

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No me atreví a contestarle. Dudaba sobre qué ponerle, dudaba sobre si de verdad sería ella o no. Lo que más me confundía era el hecho de porqué estaba así. Porqué narices cada vez que me nombraban a Julia me daba un vuelco el corazón. En aquel momento, me planteé seriamente el hecho de estar o no enamorado de ella.

-Imposible. -me decía una y otra vez-. Es completamente imposible estar enamorado de una persona que hace apenas un par de días que la conozco. Marcos Jacobsen no cree en el amor a primera vista, ¿por qué diantres lo iba hacer ahora? -me repetía lo mismo mirándome al espejo algo molesto.

Quizá Julia era esa excepción del esquema. Quizá Julia era la que se encargaría de ir rompiendo uno por uno cada esquema.

Al final, me atreví a responderle. Y no, no le envié un mensaje. La llamé, sí, lo hice, aun sabiendo que no tenía porqué ser ella pero a mí me apetecía que lo fuera. Hizo tres llamadas hasta que por fin una agradable voz contestó.

-¿Marcos, eres tú? -dijo ella al otro lado del teléfono.

-Marcos Jacobsen, en efecto. -bromeé un poco. No sé por qué pero resoplé aliviado.

-No esperaba tu llamada, si te soy sincera. Con un simple mensaje respondiéndome hubiese sido suficiente.

-No me gustan las conversaciones escritas. Si de verdad quieres hablar con alguien has de hacerlo con palabras que salgan de tu boca y no con mensajes, que la mayoría de las veces, son fríos y secos.

Prácticamente estuvimos hablando una hora larga. Hablamos de todo un poco. De su llegada a la ciudad de Madrid, de cómo se veía en el instituto, de qué le parecía su nueva vida y de cómo había conseguido mi número de teléfono. Al final nos despedimos con un "hasta mañana". Nada más colgar, esbocé una gran sonrisa mirando al techo. Cerré los ojos y me quedé dormido.

Un nuevo día amaneció. Como siempre, yo andaba medio dormido preparándome para ir al instituto. Hoy me apetecía ir, la verdad. Me apetecía ir y ver a Julia después de haber estado hablando una hora entera con ella anoche. Me apetecía ver nuestra reacción al vernos. Salí de mi casa y subí al BMV de mi padre. Esta vez me puso un tema de los años ochenta y como no me gustaba, me puse los auriculares. Iba escuchando Gime Me Love, del gran Ed Sheeran. Mi padre esta vez me dejó justo en la puerta del instituto. Bajé del coche después de haberme despedido de él. Me quité los auriculares y caminé algo cabizbajo hasta clase. Y allí estaba ella. Nada más entrar por la puerta se giró, me miró y me sonrió. Otra vez me había regalado una de sus sonrisas. 

La mañana transcurrió normal. Bueno, me molestó bastante el hecho de que solo nos hubiésemos saludado a primera hora y que el resto de los intercambios de clase no nos hubiésemos dirigido la palabra. Cansado de eso, a la hora del recreo, me ofrecí a pasar con ella mi media hora libre y sí, aceptó de buena gana. Tanto ella como yo no queríamos que nos viesen juntos para evitar rumores, así que, como yo me sabía el instituto de arriba abajo, es lo que tiene estudiar allí desde que era un mocoso, decidí llevarla a un pequeño refugio al que me gustaba ir cada vez que quería estar solo. La llevé a un pequeño hueco que había al lado de las escaleras, junto a unos arbustos. Allí nadie podía vernos pero nosotros sí que podíamos ver a la gente que pasaba por aquella zona. Al principio se formó un incómodo silencio pero luego nos pusimos a hablar. Estuvimos hablando de la conversación de ayer y empezamos a conocernos. Nos contamos absolutamente todo sobre nosotros. Nuestros gustos, nuestras aficiones, nuestras curiosidades. A ella le gustaba Green Day también, algo que me sorprendió bastante. También juega al tenis y toca el piano. Le encanta leer, su saga favorita es Los Juegos del Hambre.

El timbre sonó, marcando las doce en punto del mediodía. Antes de irnos acordamos que este fin de semana quedaríamos para dar una vuelta por Madrid. Al volver a clase, más de uno me preguntó en qué andaba metido en el recreo, a lo que yo me dediqué a contestar que necesitaba estar solo. Mis amigos sabían que a veces me gustaba estar solo y eso es algo que respetaban. Pero el caso no era ese. El caso era que mañana iba a pasar una tarde entera con Julia por el centro de Madrid. Perdiéndonos en cada una de sus calles. Solamente ella y yo.

Siento haberme enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora