CUATRO

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Las noticias de asesinatos a causa de ataques de animales extraños ocupaban varias páginas en el periódico de las ciudades cercanas. Kassia se encargó de vigilar a los tres vampiros por unos días. No fue nada fácil ahuyentar sus presas. Los humanos eran mucho más difíciles de conducir que los animales. 

Edward ya estaba necesitando cazar, pero esta vez decidió ir solo sin pedírselo a alguno de sus hermanos. Estaba bastante intrigado con el ente femenino que rondaba el territorio lleno de naturaleza algo salvaje. Si la encontraba, prefería intentar hablar con ella a solas.

-Lo estás haciendo de nuevo, ¿verdad? -habló el vampiro cuando el puma que pensaba cazar salió corriendo antes de que hiciera algún movimiento que lo alertara. Por supuesto que él podía correr y atraparlo, pero así no era divertido. 

-Quizá debas ir un poco más lejos -recomendó la voz femenina. 

Edward miró en dirección a las copas de los árboles, buscando a alguien. 

-Aun te cuesta creer que no tengo forma física, ¿verdad? -su risa hizo que el inmortal sonriera. Realmente ella tenía una voz muy melódica para sus oídos. 

-Sabes la respuesta sin que tenga que decirla en voz alta. 

Otra carcajada resonó haciendo que algunos pájaros volaran de sus puestos. 

-Tú lees mentes y te sientes incómodo porque yo puedo hacer lo mismo contigo. Eso es fascinante. 

Entonces, él decidió dejar la hora de la comida para más tarde. Se sentó sobre la raíz sobresaliente de un antiguo árbol. Las hojas de los árboles eran tantas que casi no dejaban que la luz de la luna se colara entre ellas. Esa noche quería hablar todo lo que podía con el ente femenino. 

-¿Crees que yo pueda leerte la mente cuando tengas forma física? -inquirió sin estar seguro de dónde mirar. 

-Es poco probable. 

Kassia llamó a un ave amigo. Notaba la incomodidad del vampiro, así que quería hacerle un poco más fácil esa charla. Había esperado mucho tiempo para entablar una conversación con él. Su forma de comportarse la seguía confundiendo. El pájaro carpintero que fue despertado siguió las indicaciones del ente femenino. El castaño observó como se tallaba en la madera del tronco del árbol que tenía enfrente la silueta de un rostro de mujer. No fue nada elaborado más que la forma algo redonda de la cabeza, dos ojos, una nariz, una boca y algo de cabello rodeando todo. 

-Eso es mejor que nada -agradeció el vampiro. De esa forma ya no sentiría que estaba hablando solo en voz alta. 

-¿Por qué estás aquí? -fue el turno de ella de preguntar. 

-Quiero saber más de ti. 

Había algo inexplicable que lo incitaba a querer saber más. Apenas esa noche había cedido al impulso de buscarla.

-No quiero aburrirte -jugó con él.

-No creo que sea posible -declaró muy decidido.

-¿Acaso no tienes algo que hacer? Quizá terminar el libro que comenzaste hace dos días.

El castaño elevó una ceja. El ente femenino lo había estado observando. Aquello le produjo una extraña sensación.

-No te sentí cerca...

-Lo sé, he estado ocupada. He pasado por tu casa un par de veces, pero por poco tiempo.

-Tengo muchas preguntas que hacer, imagino que lo sabes ¿no?

-Bien. Hablaré unos minutos contigo si haces algo por mí. 

Edward dudó pero al final aceptó el trato. Kassia le indicó el lugar donde descansaba la familia asesinada por los tres nómadas. El vampiro se encargó de que los humanos notaran la ausencia de los integrantes después de varios días de que nadie lo hubiera hecho. Con eso estuvieron a mano. 

Amantes Trágicos |Edward Cullen |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora