Cap.29 Un pequeño rincón del mundo para mí: Raimon.

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Agitado entre las sabanas luchaba contra un fantasma en sueños, batía los brazos y aunque movía las piernas no avanzaba a ningún lugar. Pese a que su garganta parecía desgarrarse a gritos no emitía sonido alguno, acorralado ahora intentaba escalar sobre la superficie oscura, no sabía a donde iba ni donde estaba, tan solo reconocía el agobiante sentimiento que le carcomía las entrañas y estaba a punto de estallarle el corazón, de repente un destello le cegó la vista y le dejó inmóvil mientras caía en lo profundo.

Con brusquedad se levantó asustado de la cama, el reloj marcaba la una de la madrugada y sería otra noche más sin poder dormir a causa de las pesadillas que le atormentaban, con esta ya cumplía cinco días seguidos. El amanecer le sorprendió sentado en un sofá abrazado a su guitarra, la gran ventana de vidrio permitió entrar la luz del sol que iluminó todo la sala. Era momento de arreglarse para ir a la escuela. Así comenzaba otro día normal en la vida de Meiji.

Para ir al Instituto Imperial siempre usaba el tren por ser la única ruta segura que conocía, antes había probado otros medios y terminó perdiéndose. No se acostumbraba a los carteles ni las señales en japonés, por eso prefería ir a la estación donde las indicaciones y rutas se encontraban en cuatro distintos idiomas además del original nippon, entre ellos su alemán. Ya tenía dos meses de vivir en el nuevo país y se resistía a la cultura, no porque le importara aferrarse a sus raíces europeas, sino por el hecho de seguir anclado en su vida anterior, aquella que desapareció por completo cuando abordó un avión sin imaginarse su destino, cualquier lugar le habría sido igual de extraño e indiferente, pero Japón sin duda alguna fue el menos deseado.

Cargando la guitarra al hombro asistía puntual a la escuela, se sentaba en el último pupitre junto a la ventana donde cumplía su jornada de clases sin mayores cambios; no conversaba con sus compañeros y evitaba el mayor contacto posible. Aunque sus cualidades le habilitaban para ingresar a un grado superior, por ser tan joven fue ubicado en el primer año de secundaria, siendo todavía muy avanzado para otros niños de su misma edad. Los demás lo veían con extrañeza, quizás por su aspecto tan naturalmente atractivo y magnético, su imagen fuerte y mística al principio atrajo la atención, pero su acento comenzó a ser objeto de risas y problemas. Las personas no suelen soportar algo demasiado diferente por mucho tiempo, sin adaptarse pronto y mimetizarse en el grupo fue apartado, excluido. Esto no molestaba a Meiji, por el contrario, prefería las cosas de esta manera puesto que estaba acostumbrado, en Alemania nunca fue visto menos raro de como ahora le ocurría en Japón, en ambos lugares siempre había sido un extranjero; en resumen, un alemán con nombre japonés, pero jamás ninguno de los dos.

La jornada rutinaria y aburrida de clases llegaba hasta las dos de la tarde cuando iniciaban las actividades de los clubes estudiantiles, pese a recibir la invitación de varios de estos, como el de música y teatro, no le causaron intereses, su único propósito era cumplir con sus estudios, cualquier otra cosa sería innecesaria. Por tratarse del sábado, su horario de salida se adelantaba una hora a la habitual, completamente libre y sin actividades programadas se disponía a vagar por las calles. Tanta libertad también era nueva para él, incluso le incomodaba el hecho de no tener programado paso a paso el qué hacer diario, su vida nunca antes le perteneció y ahora que podía disponer un poco sobre ella se sentía aún más perdido y desorientado.

Sin consciencia de los pasos que daba, se aventuró a recorrer las calles sin pensar en nada y a medida que avanzaba, su trayecto fue definiendo su destino: Raimon. Seguía siendo incomprensible en su cabeza la manera en cómo se vinculó en tan poco tiempo al club de fútbol, desde la remota tarde en que por coincidencia cruzó por una cancha, vio como unos sujetos aprovechaban sus habilidades para lastimar usando el fútbol y decidió intervenir impulsado por el sentimiento de justicia, después de ese evento parecía inevitable no encontrárselos por su camino, como si fuera un plan de la misma vida conocerlos y tal cual como la primera vez que llegó a la secundaria de la insignia del relámpago, fueron sus pasos o quizás su corazón, lo que le guío al club.

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