Decisiones

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Desperté como cada mañana con cierta incomodidad, mi padre estaba limpiando mis tubos por lo que suponía ya era algo tarde

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Desperté como cada mañana con cierta incomodidad, mi padre estaba limpiando mis tubos por lo que suponía ya era algo tarde.

—Es un milagro que despiertes antes de las doce —se burló mi padre.

—Ni siquiera recuerdo cómo llegué a mi cama —contesté confundido.

—De la misma manera que has pasado del sillón a tu cama desde que tenías tres —sonrió.

—Eso lo explica todo —concluí.

Cuando mi padre terminó era de pasar a la peor parte de mi día, levantarme.

Mis huesos eran propensos a salirse de lugar, pasaba todo el día y aunque podía acomodarlos con facilidad siempre era molesto.

Al despertar tenía que quitarme los arneses los cuales "ayudaban" a que mis hueso no se salieran, casi nunca lo hacían por lo que cada mañana tenía que revisar y acomodar.

—¡Mierda! —exclamé.

—Sam —regañó.

—Lo siento —contesté poniendo los ojos en blanco— es el hombro.

Mi papá me ayudo acomodarlo y coloco el cabestrillo que usaría por un rato, mi hombro se había salido tantas veces que empezaban a considerar ponerme tornillos.

Hoy no vería a Amber por lo que la presión de aparentar me permitía descansar.

Me quedé un rato en cama viendo televisión cuando mi padre llegó con los parches.

Yo solo suspire, odiaba mi vida.

La ducha era un asco, ni siquiera podía tomar una ducha como el resto de las personas pues tenía hoyos en mi cuerpo que no podían ser mojados.

La rutina se demoraba demasiado, primero tenía que secar mis tubos y taparlos, después era colocar un parche anti agua, ese lo ponía para cubrir mi tubo de alimentación y mi línea que iba conectada directamente a mi torrente sanguíneo por el que recibía mi medicina.

Las duchas se tenían que hacer en una tina y siempre con supervisión pues por una extraña razón sufría de anafilaxis, básicamente mi garganta se cerraba y podía morir.

Me metí a la tina mientras mi padre se sentaba a leer algo, era todo un nerd.

—Te compre algo —dijo emocionado.

Él sacó de su bolsillo un patito de hule y lo lanzó a la bañera.

—Ja... Ja —gruñi no tan divertido.

—Si no lo quieres devuélvemelo —atacó no tan animado.

—Me quedaré con él —acepté viéndole.

—¿Cómo vas con Amber? —preguntó interesado.

—Bien, ella cree que soy un niño —contesté abrumado.

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