5: FRÍO Y PODEROSO

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El portal la había conducido por el bosque. No había las señales de humo, había olvidado que el escudo estaba puesto, pero, ¿eso cómo era posible?
Zae… Luego Agatha y finalmente Kalie. Ahora se han ido.
Las flores del bosque crecían y daban frutos secos pero deliciosos, recordaba la vez en la que Zae le enseñó qué plantas y árboles daban cosas comestibles y cuáles eran curativos.
«Voltea.» dijo una voz desconocida que aún así hizo caso.
Al hacerlo, Kaline lentamente desenvainó su espada, lo que vio eran unas criaturas que ella conocía: Anyas.
Eran únicamente cinco de ellas pero exactamente iguales, el aspecto femenino y el cabello largo que le cubrían los ojos, revelando boca fría y blanca como toda su piel y cuerpo: totalmente de un color blanco como el papel, mientras sus manos mostraban unas largas garras filosas.
Todos sabían qué eran: seres del sonido, no podías tocarlos o morías, algunos decían que al hacerlo sentías como si todo el sonido existente se estuviera introduciendo dentro de ti, y a los pocos minutos morías cuando tu cabeza se cansaba y explotaba —aunque no literalmente—.
Este era su momento.
Sentía una pequeña conexión hacia su espada, como si fuera una vieja amiga.
Lentamente daba un paso —uno por uno— hacia atrás para poder alejarse, pero sabía que era inevitable cuando una de ellas saltó hacia Kaline.
Ella elevó su espada con total precisión hacia la boca de la anya, se escuchaba un eco de voces que le atormentaba la cabeza —uno de los ataques de las anyas era eso, pero peor cuando una de ellas abría la boca— con el simple hecho de su presencia.
Varias gotas sangre del color del ónix salieron disparados hacia una roca en forma de una línea cuando la espada le cortó la cabeza a la anya.
Después las demás comenzaron a correr hacia ella.
Sus garras eran suficientes ya que eran tan largas y resistentes que funcionaban como pequeñas dagas contra la espada.
Un golpe tras otro.
Tenía suerte de que su espada no podía traspasar el sonido.
Una anya le golpeó el rostro y fue lo peor del mundo: era como si miles de tambores y voces gritaran sin parar haciendo que su cabeza la ardiera con ferocidad.
Empezaba a marearse, pero eso no le impedía pelear, un tajo tras otro: comenzaba a dar pequeñas volteretas para evadir otro toque de las anyas. Tenía la intención de que lo que había pasado solamente era un descuido corto y no volvería a pasar. La anya más alta de todas que tenía la estatura de dos metros aproximadamente comenzaba a abrir su boca: era hora de correr.
Kaline corrió hacia un árbol antes de que la anya abriera la boca, y de un salto, ella comenzó a trepar el árbol, tenía suerte de que el bosque fuera de los árboles más altos, después de unos segundos hubo una explosión de astillas, viento y sonido.
El coro de miles de voces que se escuchaba por abajo, mientras Kaline observaba cómo la anya destruía todo: era como una pistola de aire que borraba todo a su paso. Kaline tuvo que dar varios saltos hacia otros árboles para que ella no cayera y el sonido no le afectara tanto como ya lo hacía.
Sentía sueño ya que el dolor de cabeza que tenía comenzaba a ser insoportable.
Sus párpados se volvían más pesados.
Tenía que escapar de ahí, ¿por qué de pronto todos comenzaban a atacarla perdiéndolo todo?
Sus tías, sus hogar…
Ahora lo único que quedaría eran las cenizas.
Había logrado matar a tres de las cinco que había, pero si aumentaba estaba completamente segura que ella iba a morir y que lo sus tías le habían hecho sería totalmente en vano.
«Al menos moriremos juntas.» pensó ella para sí.
Kaline creía que no estaba fuera de peligro y no podía permitirse dormir, después de unos momentos de gran meditación tomó su espada y la dirigió hacia su brazo.
«Un dolor más fuerte me distraerá del de cabeza y me despertará del dolor.» Decía ella como mantra mientras comenzaba a cortar parte de su piel dejando caer sangre rápidamente.
No era demasiada, quería gritar de dolor pero al parecer no era tan doloroso como el de la daga de Araziel que ese era mucho peor, aunque le habría sido muy útil para despertarla.
—Solo es un corte —dijo ella repetidas veces para poder quitarse todo el miedo acumulado que tenía.
La sangre derramó parte del tronco del árbol y tomando su espada comenzó a cortar parte de su vestido para poder vendar el corte que se había provocado ella misma.
Ya no había señales de las anyas.
Ya no escuchaba el eco de las voces que ellas provocaban y la ráfaga de sonido había parado.
Ella comenzó a bajar del árbol y ahora dudaba de lo que se había hecho, le ejercía dolor y más fuerza de la necesaria poder bajar sin caerse. El árbol en el que estaba tenía demasiadas ramas haciendo que ella se tropezara cada segundo con uno. Ahora mismo odiaba la idea de caerse y golpearse con cada rama y lastimarse más: ya tenía más marcas de las necesarias.
La luz azul del amanecer comenzaba a ejercerse lentamente, el cielo se tenía de un azul claro y celeste mientras rayos de luz salían proyectos del mismo. Ahí no existía el sol, la luz salía de la nada e iluminaba a todos.
No había mucha lógica ante ello.
Al bajar, había golpeado suavemente el suelo, realmente no sabía si las anyas continuaban ahí rondando, no se escuchaba aquel zumbido característico de ellas cuando estabas cerca de esas criaturas. Solo se escuchaban los susurros del viento.
Kaline tomó su silbato y empezó a tocarlo lo más suave posible.
Tenía que hacer que no la escucharan.
Desde lejos se escuchó otra explosión desde la dirección donde estaba su casa.
Evitó cualquier pensamiento, tenía que concentrarse, unos segundos después un puente hecho de rosales y cortezas de árboles estaba enfrente de ella para que ella pudiera cruzar. Sin dudar comenzó a correr para poder llegar al otro extremo y llegar más rápido a la entrada de la ciudad.
Sintió una punzada por todo el cuerpo, y una extraña vibra.
Se escuchaba un débil zumbido.
Aceleró el paso lo más que ella podía, su respiración se aceleraba y tenía que tomar varias bocanadas de aire, su garganta le ardía de la resequedad, la adrenalina la ayudaba a impulsarse para que continuara corriendo, estaba corriendo por su vida.
Su mano estaba aferrada hacia su espada.
Lo más seguro es que no llegaría a tiempo a la entrada, no había nadie alrededor de ella que la pudiera ayudar.
Imaginaba la entrada, lo que tenía enfrente era la vista de la ciudad a una gran distancia desde muy lejos.
No lo lograría.
Justo por debajo de ella había un haz de luz que centelleaba, pero Agatha no estaba ahí, ¿cómo pudo aparecer un portal así de la nada? No había tiempo para responder preguntas al mirar atrás notó que las anyas estaban ya subiendo el puente que ella había invocado con el silbato, ya no faltaría mucha para que la atrapen. Ahora ya no eran tres o cinco, sino decenas de anyas que estaban corriendo hacia ella.
Sin dudarlo, Kaline dio un salto hacia ese portal, no sabía a donde llevaba pero tenía que correr el riesgo.
Con toda precaución saltó y miró hacia su alrededor, el bosque estaba lejos, había caído sobre un montón de césped y flores de diversos colores.
Estaba cerca de la ciudad.
¿Acaso Agatha pudo enviarle algún portal? ¿Quería decir que ella estaba viva?
Se aferró a esa idea: estaban vivas. Lo estaban.
Ya solo faltaba algunos metros para estar dentro de la ciudad, ya no faltaba mucho.
Con más ganas siguió corriendo, y nuevamente el zumbido de las anyas se escuchaba.
Kaline dio una mirada rápida hacia atrás y vio que las anyas estaban lloviendo sin parar: Su tía no cerró el portal.
Estaba cerca: solo seis metros más.
Las anyas estaban a punto de alcanzarla.
Cinco metros.
Su respiración se agitaba.
Tres metros.
Estaban a punto de tocarla.
Un metro.
Dio un salto con todo el impulso que había obtenido después de correr, sintió que estaba perdida, que las anyas la alcanzaron y que ella moriría.
Unas chispas azules y blancas surgieron y después se apagaron.
Sintió el duro y frío suelo chocando contra ella mientras dejaba escapar un suspiro de alivio.
Lentamente, se levantó, y vio la puerta: las anyas la estaban viendo y por el suelo había un cuerpo de una de ellas sin el torso para arriba marcando el territorio de la ciudad: esta tenía un escudo que la protegía de amenazas silvestres.

Dios de Estrellas OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora