O N E

695 53 22
                                    

Enciende la radio del coche, para luego llevar el ritmo con sus manos, golpeándolas contra sus piernas y moviendo la cabeza levemente.

La castaña sonríe con las manos en el volante, dándole una mirada rápida a la joven compenetrada en la música que suena del reproductor. El sol brilla encima del coche, pero no sienten nada por el aire acodicionado, la mayor mira la mano de su esposa, encontrándose con la sortija de bodas. El sol que entra por el vidrio frontal del coche, brilla en la pequeña piedra de cuarzo rosa de la sortija.

La conductora sonríe, recordando como al ver aquella piedra lo primero que cruzó en su mente fue el rostro de su prometida, aunque, lo que siempre estaba en su mente era el rostro de Jiwoo.

Con una mano en el volante, entrelaza su mano con la de su esposa, quien le sonríe cálidamente al percatarse del tacto.

—¿Interrumpí tu presentación? -Bromea, Jiwoo baja el volumen de la música y acomoda su cabello con la mano libre, que se amontonó en su rostro por la agitación.

—Algo así, son las desventajas de tener una esposa como yo. -Bromea Jiwoo, Díngēn sonríe levemente, mirando con ojos brillosos a los de su esposa.

—Solo veo ventajas de tenerte a ti a mi lado. -Responde, las mejillas de Jiwoo adoptan un bello color carmesí mientras agacha la mirada, avergonzada. Díngēn sonríe, atrayendo las manos entrelazadas a sus labios y besando la mano de su esposa.

Ambas eran realmente jóvenes para casarse. A penas tenían veintidós años y estaban en su primer año de universidad pero los cuentos de hadas y románticos, a veces se encarnaban en la vida real.

Se habían conocido en su penúltimo año de preparatoria, Jiwoo era parte del club de teatro y protagonizaba el musical de fin de año, mientras que Dìngēn era parte del club de artes quien había ayudado con la escenografía. Habían hecho click al instante, ambas hablaban como si se conocieran de toda la vida y sus gustos encajaban aunque no fueran los mismos, se siguieron durante un año hasta que Díngēn, en la obra de fin de año, le propuso ser su novia, cantando 'Can't help falling in love' de Elvis Presley y con los chicos del coro, ayudándola en su presentanción. Podría haber sido el rechazo más icónico y vergonzoso considerando que lo hizo delante de doscientas personas, entre alumnos, padres y representantes de las universidades más importantes del país pero riesgos eran riesgos y cuando Díngēn tuvo a la pelicaramelo besando sus labios, salados por el llanto, en el medio del auditorio, supo que había valido la pena.

El resto fue historia. Díngēn era la chica de ensueño para Jiwoo, era amable, atenta, se preocupaba hasta por lo más mínimo, la protegía y la había hecho experimentar cosas que jamás se había imaginado.

Un año después de su noviazgo, Jiwoo había viajado a ocho países de Europa y cuatro de Asia, había practicado parapente, rápel, rafting y puenting. Todo porque había conocido a Díngēn y ella le daba toda la seguridad que pudiera necesitar.

El mayor riesgo que había tomado, ocurrió en su viaje a París, donde Jiwoo le había pedido matrimonio a Díngēn, en la forma más cliché del mundo, en la punta de la torre Eiffel.

De allí, las cosas fueron rápidas, estuvieron llenas de dudas, acrecentadas por las personas que desconfiaban de un matrimonio tan joven y entre dos chicas, quienes apostaron en cuanto tiempo se divorciarían o cual de las dos engañaría primero a la otra. Todo eso giró entorno a las prometidas, quienes solo veían un nubarrón negro en todo lo referente a su matrimonio, hasta que Díngēn vió a Jiwoo, en un precioso vestido blanco caminar hacia ella con una sonrisa en los labios y bastó, para apartar todos los nubarrones de ahora en adelante.

Luego del sí, vino su primer departamento, sus trabajos de medio tiempo, la universidad, los dolores de cabeza, las cuentas, los exámenes, las preguntas reiteradas de '¿Estás casada? ¡Pero eres tan joven!', las risas, los almuerzos familiares, el pequeño felino de cuatro meses que se había hecho parte de su familia. Los altibajos, las cosas buenas y malas que el matrimonio Kim había aprendido a aceptar y trabajar con el paso del tiempo.

Lights up » chuulipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora