N I N E

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Jungeun empujó la puerta siendo recibida por el familiar sonido de la campanilla. Su mirada cayó en la cantidad de gente que inundaba el local, las mesas estaban cubiertas casi por completo y su corazón se encogió levemente al ver a tantas personas reír con dulces y tazas de por medio. Apretó los labios en una sonrisa mientras acomodaba la correa de su bolso, antes de dar un par de pasos más hasta el recibidor para pedir su órden.

Se inclinó sobre la punta de sus zapatillas mientras esperaba en la fila, siendo la última. Uno de los dos aires acondicionados dispuestos en el espacio estaba encendido y supuso que era por el radical cambio de clima en la ciudad, de hecho, había tenido que dejar a un lado sus largos abrigos hasta la rodillas para cambiarlos por una camiseta que dejaba sus hombros desnudos y jeans rasgados, justo los que su madre solía mirar con malos ojos, ya que no lo veía como atuendo apropiado para una futura Licenciada en Letras, pero Jungeun se sentía bastante confirme, así que los siguió usando, al menos cuando no iba de visita a su antiguo hogar.

Al llegar su turno, la recibió una chica rubia que le sonrió amablemente. Jungeun se extrañó de que no estuviera Jiwoo y tal vez, su sonrisa decayó levemente por la ausencia. Desde el día del café, sus pensamientos se vieron tontamente nublados por la presencia de aquella chica, al menos cada vez que cerraba los ojos. Había pensado como volver a hablar con ella para sacar todas esas preguntas que galopaban en su pecho y la dejaban herida y agotada en plena madrugada.

La respuesta había llegado luego de ver a unos niños comer un helado de frutilla cuando ella hacia las compras de la semana. Tal vez era una respuesta infantil pero podría funcionar al menos para ella, así que ese día, cuando había despertado con una leve capa de sudor cubriendo su rostro, pensó que la mejor solución sería el azúcar del pastel de Jiwoo en su paladar, solo para poder estar levemente más feliz en un día tan brillante.

Pero claro, no contó en la posible ausencia de Jiwoo. Oyó unas palabras, así que pestañeó, regresando al aquí y ahora, donde aún tenía a esa jovencita rubia delante, sonriéndole. Esbozó una sonrisa con culpa, mientras apretaba la correa de su bolso, avergonzada.

—Bienvenida. -Repitió la rubia luego de percatarse de que la castaña no había oído absolutamente nada de sus palabras. —¿Qué va a pedir? -Jungeun ni siquiera necesitó mirar demasiado la pizarra llena de dibujos con tiza color durazno.

—Un frappe. -Ordenó, la rubia asintió, anotándolo en su libreta y a Jungeun le maravilló que todo se sintiera levemente alejado de la tecnología, aunque estuviera oyendo música por los altoparlantes y su rostro no estuviera rojo por el calor gracias al aire acondicionado.  —Hey, por las dudas. -Habló, tomando por sorpresa a la rubia quien levantó la vista, sobresaltada. —Probé un pastel de fresas y era fantástico, ¿Estará disponible hoy? -Preguntó, sintiendo que sus palabras era bastante estúpida, sin embargo la chica dió un vistazo rápido a uno de los pequeños mostradores de cristal sobre el recibidor y asintió levemente en dirección a Jungeun, aquello la hizo sonreír plenamente.—Okay, ¿Puede ser una porción?

—Claro. -Habló la rubia y la castaña notó que su voz se oía levemente quebrada e  infantil, acompasando al vestido amarillo que llevaba puesto. —Okay, si eso es todo, te llevaremos tu órden en un momento, ¡Gracias! -Exclamó, dándole un pequeño ticket amarillo que la castaña recibió con un pequeño asentimiento en forma de agradecimiento. Se alejó unos pasos hasta la caja registradora donde entregó el ticket sin mirarlo mucho y finalmente pagó con dos billetes y un par de monedas.

Cuando acabó, se giró hacia las mesas y notó una pequeña con tres sillas al fondo del local.

En cualquier otro lugar, sentarse solo en un local como ese sería ridículo y avergonzante pero Jungeun había leído un término japonés mientras navegaba por internet que hablaba sobre las personas que valoraban la soledad y hacían cosas que en teoría estaban reservadas para un par, solo para uno y quedó encantada. Jungeun valoraba su soledad tanto como valoraba reír junto a Hyunjin y Tzuyu cada vez que llegaba temprano al club de escritura.

Lights up » chuulipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora