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Seis años después.

—Aqui tiene su cambio, gracias por la compra, ¡Que tenga buen día! -La cliente agradece con una sonrisa antes de salir del local con una bolsa de papel entre sus manos

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—Aqui tiene su cambio, gracias por la compra, ¡Que tenga buen día! -La cliente agradece con una sonrisa antes de salir del local con una bolsa de papel entre sus manos. La pelicaramelo cierra la caja registradora con un tintineo, mientras lleva su mirada por todo el local, algunos adolescentes hablando sobreexaltados mirando la pantalla del teléfono, un par de universitarios estudiando con los audífonos puestos, algunas abuelas hablando con sus nietos y limpiando los bigotes de leche con chocolate de los menores.

Sonríe nostálgica, mientras un tintineo a su derecha logra llamar su atención. Una joven de cabello rosa deja unos billetes junto con unas monedas en el frasco de propinas, Jiwoo agradece con una sonrisa al rostro conocido del lugar.

—Gracias, Kahei, ¡Que tengas buen día! -Habla animadamente, la pelirosa hace una reverencia sonriendo con sus ojos rasgados.

—Tu también, Jiwoo, ten buen día. -Su voz calma transmite cierta paz a la dueña quien le sonríe despidiéndola con la mano mientras la pelirosa sale de la cafetería.

El pequeño lugar dependía de las jóvenes manos de Jiwoo, y bueno, la de todos los baristas y panaderos y el personal del recinto.

Un año después del accidente, y animada por su mejor amiga, Jiwoo quería construir un lugar seguro para cualquier persona, así como Díngēn lo había sido para ella, así que se dirigió al primer banco que podía darle un préstamo y compró ese pequeño lugar que lucía como un basurero en sus inicios. Jiwoo puso todo de si misma en el proyecto, pasó días sin dormir, limpiando y poniendo en sintonía al lugar, regateando máquinas de café, recogiendo libros para la librería del café y repartiendo cientos de volantes a todos los que vivían en la zona para que invitaran a sus amigos, familiares y compañeros.

El día de la inauguración solo hubieron diez personas, dos abuelas y un puñado de universitarios, ansiosos por encontrar un mejor café que el popular y abarrotado de estudiantes, del campus. Jiwoo no se rindió en todos esos años, trabajó duro y pronto su carisma, amabilidad y dulzura, más los creativos inventos de cafeína de Hyejoo, su barista más joven, el lugar adoptó una gran popularidad, sin dejar de lado la seguridad que brindaba el espacio a cualquier persona que entrara allí.

Todo era elección de los clientes, desde la música que se ponía por los altoparlantes del local, hasta el color de la ropa con la que los empleados tendrían que venir a trabajar durante toda la semana. Podría sonar tonto, pero era divertido ver a Jaehyun vestir como una caricatura infantil, completamente de amarillo, junto con una diadema de abejas, regalo (o sabotaje) de Haechan.

Jiwoo se divertía en el lugar, los chicos que atendían eran bromistas y extravagantes, la hacían estallar a carcajadas en cualquier momento del día y eran ocurrentes todo el tiempo. La mayoría de las refacciones del lugar eran ideas suyas, como aquel reloj con forma de gato que movía sus ojos de una manera espeluznante para algunos adultos pero interesante para imitar para los niños o aquel perchero fuera del local donde las personas necesitadas pudieran tomar un abrigo que eran entregados por donación de quienes iban a la cafetería. Jiwoo mentiría si dijera que no adoraba a aquellos chicos y no los veía como si fueran su propia familia.

Lights up » chuulipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora