T H R E E

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Los días de Jiwoo no empezaban hasta que tomaba una larga ducha tibia, una taza de café humeante y dulce con croissants, vestirse con jeans holgados y un amplio sweater y guardar las cosas que necesitaría durante el ajetreado día que tendría.

Aunque era Sábado y eso únicamente significaba encargarse de la cafetería hasta la tarde, dejar todo en manos de Haseul, una especie de "gerente" del local, cumplir con sus mejores amigos y la promesa que había hecho la noche anterior. No es que le desagradara reunirse con ellos, además, las reuniones en la casa de Namjoon siempre eran calmas y divertidas, perfectas para ellos, pero hacía tanto tiempo que pasaba sus días sola, escribiendo, pintando, o descansando lo que sus extenuantes clases en la universidad y la administración de la cafetería le exigían.

Para tener veintiocho años, Jiwoo estaba experimentando un cansancio inimaginable. Al menos el movimiento la ayudaba a mantener su cabeza ocupada y no fija en algún pensamiento que hilara a otro y despertara tristeza en su corazón al ver el rostro de Díngēn. En días como esos, extrañaba a su esposa, más que nunca.

Colocó su bolso en su hombro junto con las llaves del departamento, su mirada cayó en la sortija de bodas, elegida por Díngēn, suspiró profundo y se la colocó en el dedo anular, antes de salir del departamento y cerrarlo con llaves.

Bajó las escaleras, viendo lo abadonado y pacífico que se encontraba el edificio en ese momento. Salió del lugar, caminando calle arriba hacia la cafetería. Las calles estaban repletas de sonidos dulces y  calmos, miradas, tintineos de bicicletas, pájaros y música saliendo de uno que otro local.

Caminó, tarareando Blueming y jurando ponerla por los autoparlantes cuando llegara a la cafetería. Había olvidado sus audífonos en la mesa de luz de su habitación, pero por lo menos, su cabeza era como un reproductor de música y estaba repleta de melodías que podía interpretar a la perfección.

Al llegar, abrió la puerta del local, siendo recibida por algunas partículas de polvo y las mesas notablemente arregladas por Hoseok y Heejin. Sonrió, cerrando la puerta tras de si, dejó su bolso en el perchero de los empleados, mientras iba a las máquinas para calentarlas. Levantó la mirada hacia el reloj, 8:21, en menos de lo que pudiera, Hyejoo y Jaehyun llegarían, con una lista de canciones que quisieran reproducir en el equipo.

Limpió, el recibidor, bajó las sillas de las mesas, ordenó las servilletas, los pequeños menús, limpió la pizarra, buscando las tizas para dibujar algo nuevo, revisó la pared, encontrándose con miles de post-it de colores que debía juntar después, para que hubiera lugar para más, finalmente tomó una franela y limpió con cuidado el retrato de Díngēn, sonriendo nostálgica.

—Te amo. -Susurró, tocando el cuadro, sus yemas rozando el vidrio frío que protegía el retrato. Limpió una lágrima furtiva y encendió una vela, que seguramente Haechan había encendido hace un par de días.

Siguió con su trabajo, hasta oír la campanilla de la puerta. Se giró, viendo como Hyejoo entraba por la puerta con sus enormes audífonos puestos.

—¡Buenos días! -Gritó, seguramente por el volumen de la música, Jiwoo saludó riendo por el tono de voz, la pelinegra se quitó los audífonos, abriendo los ojos. —Estaba gritando, ¿Verdad? -Jiwoo asintió, Hyejoo rió levemente, mientras dejaba su bolso al lado de la pelicaramelo, se puso el delantal, haciéndole un pequeño nudo y comenzando a revisar las máquinas.

—Hoy era amarillo, jefe Jiwoo. -Habló, señalando la pizarra de noticias para los empleados, Jiwoo miró su sweater marrón y esbozó una sonrisa tonta. Hyejoo negó, arrojándole un beannie amarillo que la pelicaramelo atrapó en el aire. —¡A la próxima serán cinco dólares al frasco de prenda! -Habló mientras caminaba detrás de la tienda.

Lights up » chuulipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora