Capitulo 8: Elecciones.

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Su casa de nuevo era invadida por su propio clan, angustiada la mujer hizo lo que siempre hacía.

Alzo su cabeza y no miro a nadie en específico, ser la esposa del líder del clan le dejaba en claro sus cartas con las cuales jugar.

La tetera atrajo su atención, con el monótono sonido del aire golpeando a la misma, Fugaku, su esposo, parecía estar al tanto de todo lo que decían los invitados e inclusive juzgar cada una de las palabras con severidad, pero en realidad estaba perdido en sus pensamientos y no era para menos, un hijo perdido y el otro en la boca del lobo.

La azabache lo conocía mejor que nadie en esa casa, a través del rostro de facciones duras, se ocultaba el hombre del que ella se había enamorado, aquel que como en esos momentos arrugaba su entrecejo por la preocupación que trataba de ocultar.

Los invitados seguían en su ruidosa plática, hablando de sus hijos, tal como si de un par de trofeos de tratará, ella atino rodar los ojos fastidiada.

Mikoto odiaba rotundamente el juego de las apariencias, internamente ya había imaginado mil y una formas de cómo sacar a esa gentuza de su sala, pero no, todo debía quedarse en su imaginación.

Con la elegancia propia, vertió el cálido liquido en las respectivas tazas y las ofreció, recibiendo como siempre los falsos halagos y la respectiva frase de siempre.

"—Deberías ir a hacer otra cosa, Mikoto."

La frase que podía interpretar como, lo que hablaremos no es asunto tuyo.

Esta ocasión no fulmino a su marido por la repetida frase, al contrario, salió lo más rápido posible y recorrido en segundos la extensa área de su hogar hasta llegar al jardín trasero, donde desde temprano había ocultado entre los matorrales rebeldes una canasta llena de diversos alimentos.

Desesperada tomo la canasta y se adentró al bosque del clan, no sabía cuánto más aguantaría la situación.

Sus niños, Fugaku y ella, esa nunca había sido la vida que ella había esperado.

Entre la maleza su par de ojos color carbón rápidamente dieron con el rostro que desesperadamente esperaba ver desde hacía tantos días.

De igual manera los ojos de un negro noche, tan idénticos a los de su padre, también se iluminaron al verla.

Mikoto llevo su mano izquierda a su boca sofocando un sollozo, nada la podía hacer sentir la peor madre del mundo que mirar el par de ojos de su primogénito tan cansados, ojerosos y melancólicos y a pesar de todo ver en ellos una pizca de comprensión y amor; de entre todas las mentiras que tenía que decir, ser una buena madre, no era una de ellas

La mujer de cabellos oscuros reconocía ser la peor madre y frente de ella la prueba viviente estaba, Itachi, su niño de ojos amables y uno de sus mayores pecados, tan joven e ingenua había sido cuando lo tuvo por primera vez en sus brazos, tanto así para no darse cuenta de lo que los ancianos planeaban, nunca lo había protegido del clan, ni del mundo exterior ajeno al clan, ni de las tediosas obligaciones de ser heredero del clan, al contrario por su culpa su niño había asechado a la muerte a tan temprana edad.

"—¿Con que cara veía a su hijo?" —Se cuestiono mentalmente.

—Madre, ¿Éstas bien?

El joven se acercó a la mujer y la abrazo con tanta amabilidad que a la dama le dolía.

Mikoto lentamente asintió y dejo escapar la mayoría de sus penas.

—Mi niño, perdóname por no haber estado cuando tu padre trato de forzarte a ese absurdo compromiso y perdóname por no haber estado cuando Shisui... —La mujer de tez pálida dejo escapar un sinfín de sollozos y lágrimas que durante tantos días se había tragado. —Por mi culpa, por no cuidar de el como debía, el ahora esta...

//Cancelada// EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora