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Existen diversas maneras en las que uno puede exigir honor y orgullo, para la familia Uchiha esto se limitaba sobreponía a la obtención y el uso adecuado del sharingan.

Pero, antes que nada, ¿Qué es el sharingan? Técnicamente se trataba de una línea sanguínea que le permite a su usuario poder observar el flujo de chakra de su contrincante, y, en casos donde el nivel de experiencia del usuario es mayor, poder copiar los jutsus del adversario.

Pero no todo en esta vida puede ser tan fácil como nacer en la familia correcta, cualquier persona ajena al cerrado círculo familiar y ninja lo tomaría como un don y una virtud, pero existía un precio a pagar para poder acceder a este.

La corrupción de las más puras e inocentes emociones.

Bien era sabido que nadie podía amar más que un Uchiha y por lo consiguiente nadie podría odiar más que un Uchiha.

Para el cerrado círculo familiar del clan de abanicos de fuego la visión de desbloquear tal habilidad implicaba ser reconocido como un adulto más dentro del clan, indiferentemente del rango ninja o demás aspectos mundanos; por lo que cualquier miembro del clan que jamás lograra explotar sus emociones para acceder a tal don, era despreciado y en muchas ocasiones dejado de lado por no ser lo suficientemente digno ni fuerte.

Con nerviosismo entre sus pequeñas manos el menor de la familia principal del clan, giraba delicadamente la rosa blanca que estaba ligeramente bañada con el roció de la madrugada, no quería ni pensar que pasaría cuando su madre se diera cuenta que había cortado una de sus amadas rosas.

Aun indeciso con entregar o devolver la flor al jardín, con lentitud comenzó a acercarse a su compañera de clase, que dormitaba a unas mesas de distancia, él sabía que Sakura solía llegar temprano, demasiado temprano a cualquier clase o lugar, ya fuera para leer, repasar los textos de los libros de la academia, entrenar o lo que fuera que surcara por su astuta mente, por lo que decidido a hacerse notar ante aquel par de ojos color tsavorita, esa ocasión había madrugado.

Con delicadeza retiro algunas espinas de la flor, recordando una conversación que alguna vez había escuchado de su madre con la señora Yamanaka.

"—Llevará rosas blancas, Mikoto, buena elección."

Mikoto apenada solo rascaba su mejilla derecha con nerviosismo, sin esperar más la rubia continua.

"—Ya sabe lo que dicen de la gente que regala rosas blancas: es una de las demostraciones más puras de un amor que va más allá de lo físico o material."

La señora Yamanaka se había embelesado mirando el sencillo ramo de rosas blancas, mientras continuaba alabando la elección de su madre.

"— Sentimientos sinceros, que romántica Mikoto, nunca lo hubiera imaginado de ti, Miko y más aun teniendo en cuenta lo poco que se llegaron a tratar ambos, prácticamente le está diciendo a su marido "Soy más que digna de estar a tu lado."

El pequeño azabache escondió detrás de su espalda la flor y con lentitud se acercó a su compañera que permanecía dormida entre la pila de libros, manuales y cuadernos.

Con nerviosismo aclaro su voz y se animó a hablar.

— ¿ Saku... Haruno? —Su voz tembló inevitablemente.

La chica no respondió, por lo que, armado de valor, se colocó a cuclillas frente de ella, su tembloroso dedo lentamente se acercó a la amplia frente de la chica y con sumo cuidado acerco su dedo índice a la misma, repitiendo el gesto que su hermano siempre le hacía para disculparse de sus ausencias o llamarle la atención, con suavidad golpeo la frente de la niña.

//Cancelada// EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora