Sakura lentamente camino entre la sombra de los arboles del bosque, pensativa por lo ocurrido hace tan solo unas horas atrás.
Confundida, pateo con frustración una roca del camino, lamentablemente, no había descubierto nada con respecto a ese par de ojos carmín, comenzaba a entender que no sería nada fácil encontrar a su atacante, no solo había un hombre con esas características, había más de ellos.
Un clan, eso era lo más lógico o quizás... rápidamente ignoro esa idea, nadie podía ser tan sádico.
Los ojos del enmascarado a pesar de ser del mismo color, a ella le resultaba fácil decir que la complexión física de ambos era diferente.
Mientras que su atacante era de una estatura promedio y sus movimientos eran un tanto rudos y sin un gramo de elegancia, el Akatsuki era considerablemente alto, y sus cabellos eran tan largos, del tamaño conveniente para tener que atarlo en una coleta baja y que, aun así, algunos mechones de cabello cayeran con sutileza y cierta elegancia a los costados de su rostro y sus movimientos eran tan sutiles y elegantes como los de un gato.
Quizás eso fue lo que la convenció aun más de que no eran la misma persona, el hombre que la perseguía en aquella ocasión, tenía corto su cabello, casi siendo una sombra sobre su cráneo, el cabello no puede crecer así de fácil.
Por otro lado, el otro hombre enmascarado que acompañaba al joven mercenario, también mantenía una estatura por encima de la media y su cabello era lo suficientemente largo para que los risos, que nacían de su cuero cabelludo, cayeran con delicadeza y no colgaran por su cuello por exceso de peso, de igual manera su forma de andar era elegante y silenciosa.
A pesar de su decepción, sí que había descubierto muchas cosas con respecto a ese par de hombres, los que se hacían nombrar Akatsuki y su compañero de clase Menma Uzumaki.
Era una combinación un tanto curiosa y hasta cierto modo forzada, por no decir otra palabra, los tres tenían ideas muy rebuscadas, ideales diferentes y métodos poco ortodoxos, pero un mismo fin, por ello, a pesar de la obvia oposición a los objetivos que cada uno tenía, parecían tan unidos, buscaban a como diera lugar a la justicia, su justicia.
¿Qué era esto? Acaso una interpretación más de la frase dicha por un antiguo monje, Maquiavelo: "El fin justifica los medios."
Claro que ella comprendía el origen o al menos parte del origen de esa frase, ese hombre había escrito un libro donde se hacía referencia al poder en la época de crisis, donde el aclaraba su postura: A favor de mantener el poder en un solo hombre, un príncipe, palabra con la que el nombraba a la máxima autoridad; pero no hablaba de cualquier hijo consentido de los señores feudales, ni de cualquier heredero de un clan o cualquier hombre levantado de la nada; al contrario, hablaba de un hombre determinado, nacido con la bondad pura y convertido en uno cruel, despiadado, traicionero y con oídos sordos a los hombres aduladores.
Sakura suspiro sin poder dejar de recordar las palabras exactas, que había leído en un libro, si esa era realmente la mentalidad de los Akatsuki y Menma, la gente como ella, de orígenes sin honor ni gloria estarían en grandes problemas.
De ser así; la muerte de los ancianos del consejo era la crisis, para que dentro de poco el príncipe se alzara al poder, pero en ese caso ¿Quién era el príncipe?, ¿Quién había nacido con la pureza de corazón a pesar de tenerlo todo o al contrario no tener nada?, ¿Quién podía ser lo suficientemente fuerte y autoritario para controlar la aldea?
Ningún nombre vino a su mente, razón suficiente por la que no pudo evitar sonreír de soslayo ante el creciente dolor de cabeza que tenía, por mas que analizaba las palabras de los tres, no encontraba fallas a sus respectivas lógicas, de hecho se sintió tentada a aceptar la propuesta que le habían hecho, pero su instinto le gritaba que dudara, era claro para ella, por sus palabras, sus formas de actuar tan sutiles y su exigencia de no matar civiles, que no dudarían en usar el miedo como su principal arma.
