Fase Uno

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Aria

La posada en la que finalmente nos alojamos no era la mejor, pero sin duda tampoco la peor en la que había estado, sin embargo eso no ayudaba en nada a mejorar mi estado de ánimo.

—Vamos —les dije a mis compañeros despues de salir de darme un ligero baño, donde deje parte de mi frustración—. Quiero comer algo.

—¿Aún estas molesta por lo de ese tipo? —me preguntó Minerva, mientras mordía una de las frutas que tomó de la mesita.

—Si, pero no quiero pensar en eso ahora...

—Oigan —llamó Cere, quien miraba por la ventana hacia el exterior—. ¿A dónde fue nuestro amigo?

Casí desde el momento en el que bajamos del barco Fey había desaparecido, aunque no me molestaba demasiado, le detestaba.

—No lo sé, no vino con nosotros —dije, encogiendo mis hombros.

—¿Qué tramara? —se preguntó Cere, pensativo.

—Mejor no pensar en eso —les respondí dirigiéndome hacía la puerta—. Vamonos, tengo mucha hambre.

Las calles de Virelia eran casi exactamente como me las imaginaba. La urbe estaba llena de vida, si bien no existían puestos ambulantes, los restaurantes y las tiendas de recuerdos con escaparates excéntricos se extendían por todas las das partes, dandoles un aire divertido propio de un festival.

—¿Y bien, que...? —comencé a preguntar, pero casi en seguida me callé al divisar enfrente de una de aquellas tiendas a Clarisse, quien parecía estar examinando un vestido muy elegante.

Caminando lo más rápido que podía, me acerque a ella y le hable, tal vez en un tono de voz demasiado alto, pero es que el recuerdo de verla junto al tipo que le había robado el nombre a Hill me provocaba náuseas.

—¿Que haces?

—Oh, señorita Aria —me dijo ella, sonriendo e inclinándose con gracia, casi igual a los viejos tiempos—. Es una sorpresa verla aqui. Según sabía usted no iba a venir.

—¿Me investigaron? —pregunté, entre sorprendida y furiosa, alzando tanto la voz que quienes estaban a nuestro alrededor comenzaron a mirarnos.

—Por supuesto —respondió ella, con calma—. Su grupo ataco el castillo de la reina. Si bien pudimos hacer de eso un incidente internacional, decidimos hacer la vista gorda. Por usted, claro esta.

—¿Sabían que Aria estaba en ese grupo? —preguntó Minerva, entre sorprendida y aterrada.

—Deberían cuidar mejor su información.

Y como si fuera todo lo que iba a decirnos, se dio media vuelta y se dispuso a irse. No sé si fue el enojo o la sorpresa por lo que sabia, pero la tomé del hombro y la obligué a voltearse.

—Antes de que te vayas, sólo dime, ¿como pudiste traicionarlo? Ese tipo le arrebato su nombre a Hill y ahora lo usa como el suyo propio...

—Mi maestro heredo su nombre —me respondió ella, sin perder la calma—, le fue impuesto. Le asegure servirle siempre y eso es lo que hago.

Theria Volumen 7: El torneo de VireliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora