La niña que odiaba el mundo.

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Xartos

—Aunque me cueste admitirlo, esa niña es increíble —susurró Doinlem al voltear y ver la enorme esfera negra que apareció en el coliseo y que se podía observar incluso a la distancia dónde nos encontrábamos.

No era la única, muchos de aquellos con quienes nos cruzábamos en la abarrotada calle la señalaban y sonreían.

—Algo hecho por la bruja, sin duda —agregó Zonya—. Pero no entiendo por qué hizo eso.

—Yo sí, pero ni así lograrán parar a la marionetista —le conteste, mientras otra persona pasaba a mi lado, golpeándome el hombro en su carrera. Al voltear a ver a quien estuvo a punto de derribar gritó y corrió aún más rápido.

Seguramente era de los pocos que se dirigían al puerto para buscar un barco y salir de la isla. Uno de los pocos que estuvieron en el coliseo o que escucharon lo que pasó ahí por sus amigos. El resto seguía su vida con calma, tomando algo en una terraza o paseando con sus familias, sin saber o sin creer que sus vidas estaban a punto de terminarse.

—Seguro piensan que esa cosa, e incluso las explosiones del puerto, son parte del espectáculo que era este torneo —opinó Doinlem, mirándolos con lastima—. Pobres, aunque seguramente es mejor así. Pero, Xartos, ¿por qué harían eso para parar a Ameis? He escuchado de ella, pero, ¿de verdad es tan poderosa como para que alguien use un ataque tan masivo?

Miré a la torre y suspiré, ellos definitivamente no sabían nada. Para que la niña de la oscuridad tuviese que armar ese domo seguramente Gravel ya habría caído, ya sea derrotado por Hill o siendo sacrificado por la misma marionetista, creyendo que ya sería lo último que harían.

—Sin Gravel, derrotar e incluso enfrentarse a Ameis es difícil, podría decirse que casi imposible —le respondí, recordando el pasado, donde una ciudad entera cayó ante el poder de la entonces niña titiritera—, y eso es gracias a su habilidad...

*

Hill

¿Qué pasaba? Entendía que mi hermana viera en la oscuridad absoluta que nos envolvía, incluso yo lo hacía, pero con la diferencia que me guiaba la energía mágica que emanaban gracias al poder de mis ojos, pero no sabía cómo alguien como ella, una persona normal, se guiaba a través de la negrura tan bien, al punto de que esquivaba los ataques de Tyna, estacas negras que salían del domo de sombras a una alta velocidad, pese a que los golems que creaba eran aplastados por esas mismas en cuanto eran creados.

—Sus ojos, Hill —me susurró Tyna, como si estuviera a mi lado, seguramente gracias a las paredes de sombra que nos rodeaban—. Sus ojos cambiaron a unos redondos y enormes, parecidos a los de las moscas de tú mundo.

Ojos de insecto u ojos nocturnos. Eso lo explicaba.

Aceleré gracias a que mis pies se transformaron en relámpagos y ataque a la marionetista con Zalia, cortándole un brazo. Sin embargo, no tardo nada en regenerarlo, cambiando lo por uno con un aspecto demacrado y largo, terminado en cuchillas. Su otro brazo se transformó de igual manera, mientras que su cuerpo se expandió y sus costillas crecieron, saliendo de su cuerpo, como si fuesen patas extra, dando una mayor sensación de insecto. Parecía ser una mezcla entre mantis y un ciempiés.

Con esas garras comenzó a lanzarme ataques tan rápidos y pesados que tuve que dividir a Zalia en dos y pararlos usando mi magia para acelerar mis propios movimientos. Ameis cada vez parecía ser menos humana.

—¡Hill! —gritó Tyna—. ¡Cubrete!

De la esfera negra salieron cientos de estacas que cubrieron todo. No fui empalado gracias a que me cubrí con una esfera de energía justo a tiempo, pero cualquier persona normal hubiese muerto con ese ataque. Lástima que Ameis no era normal y que sus insectos y golems, pese a ser aniquilados casi por completo, se regeneraron casi de inmediato.

Theria Volumen 7: El torneo de VireliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora