✎ 𝙴𝚡𝚝𝚛𝚊 #𝟸: ʀᴇᴄᴏɴᴄɪʟɪᴀᴄɪóɴ.

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A veces me ponía a pensar en qué haría yo sin Aristóteles, o sea, ¿qué sería de mi vida si nunca lo hubiera conocido?

Aristóteles llegó a darle más color a mi vida, junto a él aprendí a ser valiente y dejar los miedos. Con él me atrevo a todo.

Creo que nuestro amor es algo totalmente único, algo por lo que vale la pena luchar una y mil veces. Aristóteles ya es mi compañero de vida, aunque no haya nada material aún que nos haga confirmarlo, yo sé que es él con el que quiero y voy a estar por el resto de mis días.

Claro que hemos tenido problemas, nuestra relación llega a ser como cualquier otra, tenemos nuestras altas y bajas, pero siempre lo resolvemos. ¿Cómo lo resolvemos? Hablando, obviamente. Hablando se entiende la gente. Lo primordial en una relación es la comunicación, hablar sobre lo que sentimos y el cómo nos sentimos en la relación, hablarse con la verdad y contar si no se siente a gusto con algo, hablar sobre cómo afecta en cada uno las palabras del otro para no lastimar con un comentario en vano. Y mi novio y yo siempre hemos hecho todo por que nuestra relación se base en la confianza con una buena comunicación.

—¿Será muy pronto para intentar marcarle de nuevo? —me preguntaba mientras estaba recostado en la cama mientras miraba mi celular.

No quería dejar las cosas así, no quería ir a dormir sabiendo que había hecho sentir mal a Aristóteles. No era correcto, teníamos que arreglar las cosas. Pero... ¿él querría hablar conmigo después de cómo lo traté? Tal vez quiere su tiempo... o tal vez está esperando que lo llame...

Narrador

Otra hora había pasado desde que Aristóteles había colgado su corta llamada, el reloj estaba a nada de marcar las diez de la noche, y en España estaban a nada de dar las cinco de la mañana.

Y mientras Cuauhtémoc estuvo intentando adivinar si Aristóteles estaba despierto para poder llamarle o dejarle un mensaje, Aristóteles lloraba componiendo una canción... una canción que empezó al colgar una llamada a las tres de la mañana.

Cuauhtémoc, en lo más profundo, sabía que su rizado no estaba dormido. Porque él sabía que cuando Aristóteles se sentía triste o frustrado no podía dormir. Pero Temo siempre estaba ahí para calmarlo, a veces le cantaba, porque Aristóteles le repetía a cada rato que la voz de su pequeño es hermosa, al rizado le tranquilizaba la voz de Cuauhtémoc cantándole sólo a él, era una dulce melodía que parecía estar hecha a la medida para ser una razón de la felicidad de Aristóteles.

Pero ahora, Cuauhtémoc estaba en una lucha interna de nuevo por saber si debía marcar o esperar la llamada, aunque era obvio que Aristóteles no iba a marcar primero. Así que tomó su celular, buscó el contacto de su novio y marcó la opción de videollamada.

Uno, dos, tres sonidos de marcando sonaban rápido, pero para Temo, era el tiempo más largo que había esperado en su vida.

Estaba asustado.

No sabía cuál sería la reacción de Aristóteles al contestar, no quería verlo llorar, eso lo destrozaría más que verlo enojado. Pero sabía que su novio tenía todas las razones para estar así, lo había echo sentir mal, había minimizado su emoción sólo por unos absurdos celos.

—Hola.

Cuauhtémoc sintió cómo su respiración se detuvo y su corazón dio un vuelco al escuchar la voz tan cortante y distinguida de Aristóteles. Tragó saliva y aún no podía mirar a la pantalla, ¿cómo estaría? ¿sentado, parado, acostado? ¿habría dormido?

Un silencio que parecía infinito siguió, hasta que Temo volteó a su celular y vio en la pantalla el techo del cuarto donde Aristóteles se estaba quedando. El rizado simplemente había decidido dejar su celular a un lado con la cámara hacia arriba, mientras a un lado estaba él acurrucandose a sí mismo, intentando no dejar sonar los rastros de su llanto.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2021 ⏰

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Ábrela cuando || 𝓐𝓻𝓲𝓼𝓽𝓮𝓶𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora