Capítulo 19 - ¿Qué se trae la navidad?

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Temblé al ver ese rostro rojizo y colapsado. Con la boca entreabierta, berrea de forma desesperante. Sus hermosos ojos hinchados era otro signo de su fuerte enfermedad. Está enredado entre gruesas sábanas, dando giros absurdos en la cama mientras sigue produciendo esos ruidos tan poco armónicos. Su cuello está tan caliente por la fiebre que me hace sentir un escalofrío, mas debo tener en cuenta que no puedo demostrar mi preocupación. ¿Qué pasa, Leah? ¿El asunto se pone difícil y te vas a acobardar? No, no, ¡Esos no son mis principios!

El problema es la situación. Con este mozuelo retorciéndose en la cama agregando sus exagerados alaridos que parecen de un niño mimado. No hay dinero, las calles están colapsadas por la nieve y no hay ni un maldito teléfono para comerme mi orgullo. Es que llamaría hasta a Meredith para pedir ayuda, ¡Pero eso no es todo! Hoy es veinticuatro de diciembre y Lysandro ha caído en cama. El destino me pone a prueba.

­-Deja de hacer esos sonidos tan horribles. ¿Te sientes tan mal? -pregunté contemplando su lamentable estado, ahora sin sus chispas de emoción habituales.

-Muy mad ­-respondió con su voz arrastrada y congestionada-. Hace mucho fio.

-Tienes tres cobijas encima. En serio, me preocupas. Aunque sea arrastrado te debo llevar a emergencias -posé mi mano sobre su pecho. Ni se molestó en moverse.

-¿Sabes que solo ed un redfiado? -siguió hablando de esa manera rara. No me podía reír de lo ridículo que sonaba de tan preocupada que estaba.

Basta ya, esto no continúa así. Camino hasta el armario que compartimos para tomar mi abrigo más gordo. Vaya que hacía frío afuera.

-¿Dónde vad? -pregunta entre sus delirios de enfermo dramático.

-A buscar medicina. Por favor se bueno, quédate acostado y duerme un poco -le pido y alzo la mano para despedirme.

-Leah -siguió con sus quejidos desesperantes y la mirada perdida-. Me siento muy mad. ¿Y si muedo mientad no estás?

-¡Lysandro! -me enojé-. Si no te moriste el día en que mi hermano te bajó de aquel coche y no moriste al caer en ese charco helado, aún te queda vida.

Si señores, más de las imprudencias de Lysandro. Todo había comenzado anteayer. Caía mucha nieve y estábamos en Central Park esperando a Lucía y su prometido. Era un ambiente tan hermoso, helado y desnudo por el frío. Es completamente de ensueño ver a las familias caminar por la nieve, entre los árboles sin hojas. Animalillos corren libremente. Sentados sobre un banco casi tan congelado como nosotros, yo seguía maravillada con cada ápice de la ciudad. El poder de tomar un tren a una zona específica, sin vigilancia constante y con tan sólo algunos billetes en los bolsillos es liberador y divertido. Quiero conocer cada rincón de la ciudad.

Nuestra travesía en este lugar aún era algo extraña. Lysandro había obtenido un pequeño papel en una obra de teatro, dejándonos a la expectativa ya que tuvo que abandonar su trabajo en Moonbeam. Ahora si que entendí mejor las cosas. Hay una hipoteca que pagar por nuestro departamento, una mensualidad gracias a la educación privada y gastos personales. Él es feliz haciendo su arte, a pesar de lo pequeña de su participación. Yo soy feliz al verle con esa expresión de satisfacción. Inconvenientes hay al trabajar por amor al arte ya que no veremos ni una pelusa hasta que la temporada de la obra termine. Así estamos, economizando nuestra vida y caminando por las calles para pasar las tardes. Al menos ahora si llega temprano.

-¿Quieres patinar? -pregunta mientras se frota las manos desnudas con evidente frío.

-Creo que no me es posible levantarme porque tengo el pantalón pegado al metal -bromeo temblando. Hace mucho frío.

Los ojos de Lysandro #CaprichoAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora