Son la una y cincuenta y siete minutos cuando Aziraphale sale del taxi que le ha llevado hasta la mismísima puerta de Anthony. Una lluvia de Septiembre cae como quien no quiere la cosa. Débil pero inexorable, se estrella contra su coronilla rubia y resbala por su frente.
Ah, ¿no había dicho alguien que no sale nada bueno después de las dos de la madrugada?
De camino al portal, advierte que esta zona de Londres no está muy viva un Lunes por la noche. Una pareja de mediana edad en ropas elegantes se toman del brazo acaramelados en el viaje hacia el coche; un grupo de jóvenes con mucha prisa se revuelven en sus chaquetas y fuman o beben para combatir el frío; un anciano se ha desvelado y ha aprovechado la oportunidad de sacar a pasear a su Schnauzer...
Los vecinos no van a tener problemas en conseguir su sueño reparador esta noche, desde luego.
El edificio que se yergue delante de sus narices es exactamente el lugar que había imaginado. Moderno, pretencioso y oscuro. A Anthony le queda que ni pintado. Por un segundo le preocupa no recordar con exactitud la planta, pero se relaja al escuchar una voz febril y exhausta que solloza al otro lado del telefonillo un "¿Sí?"
-Aziraphale.
En el ascensor revuelve entre las manos la bolsa con compra que le ha traído a Anthony. La crema para quemaduras y una botella de licor le observan de vuelta. Un extraño dúo, ellos dos...
Se refiere a la crema y a la botella, por supuesto.
La casa de Anthony es más de lo mismo. Paredes lisas, estatuas y cuadros aún más pedantes y mobiliario rectilíneo y cortante. Hay que pensárselo dos veces antes de sentarse en ese sofá...
-Espero que sea de tu agrado -Aziraphale le tiende la bolsa distraído, demasiado ocupado en estudiar el piso y no su pecho desnudo.
-¿La crema? -comenta Anthony con la espalda arqueada, apoyándose en la isla de la cocina-. Será más que de mi agrado, tranqui.
-Había pensado que no te vendría mal algo que te ayudara a conciliar el sueño -explica Aziraphale.
Al revisar en la bolsa, descubre una botella de cuerpo abombado y formas sinuosas. Los ojos amarillentos de Anthony estudian la etiqueta del licor de cerezas. Una centella rosada le traspasa el iris en dos al mirar a Aziraphale.
-Uh... gracias, no me lo esperaba. Gracias por todo. Siento haberte llamado a unas horas inhumanas de la noche por esta sandez -vuelve a apartar la vista hacia la botella-. Me vuelve loco el alcohol, has acertado de lleno.
-No me he tenido que partir la cabeza teniendo en cuenta que eres sumiller.
-¡Ah! Sí, pues claro... -murmura, trazando las líneas del cristal con las yemas de sus manos-, ¿te apetece?
-¿Y-yo? -Aziraphale abre la boca desconcertado-. Oh, no... no podría aprovecharme así, querido. Dejaré que descanses.
-¡No, lo digo en serio! Déjame devolverte el favor, aunque sea a expensas de tu propio regalo -admite, un tanto avergonzado.
Aziraphale exhala. Anthony continúa contemplando la botella, continúa acariciándola con el índice y el dedo corazón. Parece estar derritiéndose sobre la isla de mármol negro, como un soufflé deshinchándose al salir de un horno a 180 grados Celsius.
Dios bendito, ¿no hace muchísimo calor aquí dentro?
-Está bien, sí -contesta, la voz un poco más ronca de lo que le hubiera gustado.
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paspartú (good omens)
FanfictionAziraphale trabaja en el restaurante más importante del Soho. Crowley es el nuevo sommeliere.