• X (Parte II) : "Él...tiene sus ojos."

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Una anciana de cabellos blancos se acercó al rey con su rostro cargado de dolor

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Una anciana de cabellos blancos se acercó al rey con su rostro cargado de dolor. No solo era la vida de Ran, sino que temían ante la reacción que pudiera tener el temido Ivar al saber el estado de su esposa herida.

Ivar elevó su mirada implorando que las palabras de la anciana estuvieran cargadas de esperanza pero, lamentablemente, su rostro no reflejaba tal anhelo.

— Mi señor...

— ¿Ella está viva?

La anciana tragó saliva, — No por mucho, mi rey. Lo siento tanto.

Ivar se puso de pie con dudas, ya que no sabía si soportaría despedirse de Ran, la única mujer la cual había amado, así como así. Tan de repente, tan repentino e inesperado. No soportaría dejarla partir de esa manera.

— Agoniza, mi señor. Y pide verlo. — Ivar intentaba no llorar, contener su llanto para no verse débil o indefenso, pero su corazón dolía como nunca. — El niño ha nacido sano.

Al oír tales palabras, el joven elevó su rostro con una mezcla de sentimientos difíciles de descifrar.

Un varón.

A pesar de estar al borde de la muerte, las criadas habían podido salvarle la vida a su hijo, que después de tantas dudas, era un pequeño hombrecito.

Parpadeó y fue allí cuando algunas lágrimas rebeldes se escaparon de sus ojos, dejando ver el lado débil de un hombre despiadado y temido por todos. Pasó su mano libre por el rostro, secando esa muestra de debilidad y caminó nervioso hacia el lugar donde Ran yacía. Al ingresar, notó como en la habitación las criadas estaban empapadas de sangre y la débil Ran tenía sus ojos entrecerrados.

Esos ojos curiosos que lo habían enamorado desde el primer día.

Caminó con toda la prisa que pudo y se dejó caer a su lado, mirando con dolor y tristeza a su amada mujer. Posó ambas manos sobre su rostro e intentó despertarla.

— ¿Ran?

— Cuídalo, Ivar. — murmuró con poca voz, quebrándose poco a poco mientras abría sus ojos — Prometiste amarlo como me amas a mi.

— No me dejes, mi amor.

A ese punto, las lágrimas y el llanto contenido de Ivar pudieron ser visibles para todos. Su dolor lo estaba quemando y volvía a sentirse solo y sin amor de un segundo al otro.

— Siempre me gustó el nombre Baldur — sus ojos diferentes ya comenzaban a cerrarse. La cantidad de sangre que había perdido era irremplazable, y su cuerpo poco a poco iba partiendo de ese lugar. — Como el hijo de Odin.

— Se llamará como tú quieras, mi amor. — inhaló profundamente porque sabía que el momento de partir ya estaba llegando. Tomó su mano y la besó sobre el dorso de ésta con una ternura poco común en él. — Siempre te amaré, Ran.

The Gods Destined Us  • Ivar The Boneless •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora